viernes, 2 de mayo de 2014

Ramiro Padilla Atondo - El efecto Dresser


De la profesora Denise Dresser se ha dicho mucho. Es normal. Es una figura pública. Como lo son los políticos y los millonarios a los que ha criticado. Ahora, que de repente le aticen por todos lados tampoco es normal. Apesta a algo. Apesta a mano negra de algún personaje poderoso.

Basados en los usos y costumbres del sistema priísta la respuesta desmedida a las preguntas de Dresser  no significa otra cosa que la reacción de un ego herido.
 

Tampoco la profesora es una perita en dulce. No puede serlo cuando  vive en un país como el nuestro. Un país misógino, donde nunca ha sido más cierta la famosa frase española  de “La mujer en casa y con la pata rota”.





 
Y sí. Denise Dresser tiene bagaje intelectual. Por eso en los debates con los políticos le dan hándicap. Este video es una muestra:


 
 
El moderador no le da mucho espacio. Solo al principio. Y como siempre, el político le da muchísimas vueltas y nunca aterriza.
 
Habla de un país que no existe. Es divertidísimo cuando el senador dice que estudien la reforma energética de Calderón (para que la comparen con la de EPN) ¿Quién chingados la va a estudiar? Ni ellos han estudiado la de EPN. Solo levantan el dedo.
 
Ahora, estamos ante dos tradiciones encontradas. La intelectual y la política. La fuerza del intelectual siempre nacerá del estudio de los problemas, la del político del verbo. Verbo sin sustancia. En la entrevista Denise Dresser recomendó un libro que había leído titulado Why nations fail? (porqué fallan las naciones) que explica los motivos de nuestro petrificado retraso. De una cosa estoy seguro. No solamente el senador de la entrevista, apuesto doble contra sencillo que ni ninguno del círculo cercano al presidente lo ha leído. Aparte está en inglés.
 
Denise Dresser es tan humana y falible como las personas a las que  critica. Pero se diferencía de ellos en una cosa. Se gana su dinero de manera decente. Tiene un mercado. Y lo sabe explotar. Es una excelente conferencista. En inglés y en español.




 Claro que no todo es color de rosa. Siendo una figura pública y teniendo un mercado tan amplio, puede llenar los lugares a los que vaya de invitada.
 
Pero, ese público que la sigue, tiene el mismo problema que tenemos los mexicanos en general. Van y aplauden sus conferencias pero no hacen nada. Me recuerdan a las cristianas que van a ver al guapo tele evangelista. Solo son salvos el tiempo que dure la prédica o como le digan. Después se van a su casa fingiendo que están indignados para olvidarse al día siguiente.
 
La profesora Dresser está en el camino correcto. Ella no tiene la culpa de nuestra apatía congénita promovida por el poder. Lo que no se vale es que la ataquen de manera deshonesta. Ella ha presentado sus argumentos. Lo válido sería contra argumentar con bases. No enviar una tormenta de lodo como distracción. Al clásico estilo político.
 
Ese es el efecto Dresser. Que moleste tanto a los poderosos que tengan que recurrir a este tipo de cosas.
 
Les recomiendo su libro El País de uno.
 
Allí no deja títere con cabeza (literal).

Leído en http://www.sinembargo.mx/opinion/02-05-2014/23628
 



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