Eufrosina Cruz Mendoza
La Suprema Corte de Justicia ha reconocido por votación de nueve a uno el derecho de los municipios a gobernarse por usos y costumbres. El municipio de Cherán, regido por un consejo de gobierno comunal, ha hecho que se declaren inválidas una serie de modificaciones a la Constitución de Michoacán debido a que el municipio no fue consultado.
Supongo que los ministros han votado como lo hicieron porque así los obliga la ley: las enmiendas recientes a la Constitución y la firma por México de tratados internacionales que defienden los “derechos colectivos de los pueblos indígenas”. Sin embargo, el ministro Fernando Franco, el único voto disidente, señala que el artículo 115 de la Constitución determina específicamente cómo deben gobernarse los municipios sin considerar los usos y costumbres.
Para los grupos conservadores el fallo es un gran triunfo; para los indígenas es una enorme derrota. Los usos y costumbres permiten a los grupos de poder y a los caciques violar los derechos individuales. La Constitución general siempre ha garantizado la forma de vestir o las tradiciones de las comunidades indígenas, ése no ha sido el problema, pero sí lo son las violaciones de las garantías democráticas o los derechos de las minorías o las mujeres. La aplicación de los usos y costumbres busca violar estas garantías. Por eso Eufrosina Cruz Mendoza los ha llamado “abusos y costumbres”.
Los usos y costumbres fueron reconocidos en tiempos de la colonia por el gobierno virreinal. En el siglo XIX los liberales, encabezados por el indígena Benito Juárez, buscaron eliminarlos. Los conservadores, por el contrario, los defendían porque consideraban a los indígenas como seres inferiores que debían ser protegidos por leyes paternalistas.
Esta idea conservadora, incluso racista, de los pueblos indígenas ha sido recuperada hoy por grupos que se dicen progresistas. El subcomandante Marcos defendió una visión de los usos y costumbres que pretendía despojar a los pueblos indígenas de los derechos democráticos y de propiedad individual. Los gobernantes deben ser seleccionados “por consenso del pueblo”, o sea por los caciques, y la propiedad debe ser colectiva en vez de individual.
En las comunidades de Oaxaca, como lo sufrió Eufrosina, los usos y costumbres han significado fundamentalmente negar a las mujeres el derecho al voto o a ocupar cargos de responsabilidad. Eufrosina en particular fue electa presidenta municipal de Quiegolani en una “elección” por usos y costumbres en la que no se permitía votar a las mujeres. Pero como era mujer, los caciques de la comunidad le negaron el derecho a ocupar el cargo aun después de su triunfo. Desde entonces Eufrosina ha hecho un gran esfuerzo por combatir los abusos y costumbres primero como diputada local en Oaxaca y ahora como diputada federal.
Otro legado de los usos y costumbres ha sido la violencia. Como los cargos de responsabilidad se deciden no por sufragio libre y secreto sino por arreglos cupulares, siempre hay disputas al final que se saldan con la fuerza. El cacique que tiene más capacidad de bloquear carreteras o agredir a sus rivales es el que se queda con el puesto.
Hoy la Suprema Corte de Justicia nos dice que ese régimen debe aplicarse a municipios como Cherán. A pesar de que un grupo de políticos recurrió a los usos y costumbres con la excusa de la inseguridad para quitarle el poder a los electos, el resultado práctico es que Cherán queda exento del mando único en Michoacán. Al final la inseguridad fue un pretexto. Lo importante es el poder, que ahora se puede obtener sin el voto democrático con el aval de la Suprema Corte.
Camino de servidumbre
Se cumplen 70 años de la publicación de Camino de servidumbre de F.A. Hayek (Premio Nobel 1974), quien sostenía que el socialismo y el fascismo son dos caras de la misma moneda para restringir las libertades individuales. Hoy en el Club France de la Ciudad de México a las 18:00 horas hay una mesa redonda sobre el libro en la que participa el liberal cubano Carlos Alberto Montaner.
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