¿Podrá Felipe VI renovar la monarquía española en pleno Siglo XXI? Juan Carlos I, a pesar de su degradación y sus frivolidades, pasará a la historia como un eje imprescindible de esa transición que brilla por el surgimiento de la democracia. Pero la transición fue un fenómeno mucho más amplio. La apertura amplió las libertades de los españoles, desde el reprimido erotismo en la vida cotidiana -revistas y pantallas, con desnudos totales, incluidas- hasta algo tan sencillo como la forma de vestir o de hablar. El sorpresivo “destape español” fue el resultado de la larga cerrazón y del autoritarismo que se vivió en esa sociedad.
La nueva España incluyó una implosión en los territorios vetados durante el franquismo. La nueva literatura española tenía que abordar esa vida silente, guardada, pero no suprimida. Los españoles se contaron a sí mismos sus historias, muchas de ellas cargadas de los horrores de la sangrienta Guerra Civil. Fue también una transición emocional. La herida se fue cerrando pero no totalmente. Esa llaga asomó en el amplio respaldo al referéndum sobre la continuidad de la monarquía y en las demandas republicanas en las calles. Cuatro décadas después de la llegada de Juan Carlos I, Felipe VI hereda ese reclamo, minoritario pero vivo.
A ese cuestionamiento de fondo se suman los nuevos españoles, de 43 años de edad promedio, crecidos en la apertura, en la democratización de los medios, en la democracia como forma de vida. Son los españoles que ingresaron a la OTAN en 1982 y a la Unión Europea en 1985, conducidos por el socialista Felipe González. Esa Nación hoy exige lo que ve en otros países. Felipe VI ofrece una monarquía renovada. Él y la reina Letizia, la “plebeya” que con su vida convoca a esa nueva España, hacen uso de los recursos propios de un jefe de Estado: siempre la palabra conciliadora, pero sobre todo de los símbolos que unifiquen.
Austeridad en la ceremonia, palabras de concordia pronunciadas en catalán, en vasco y en gallego, además del castellano. Letizia repite vestimenta y hasta El País dedica su cuarta de forros a lo que en México sería una crónica de sociales. Se analiza a las pequeñas princesas, la comunicación gestual de la pareja, etc. La monarquía existe hoy en la mente de millones de españoles, está viva, muy viva. Al segundo día de su reinado se hace pública la reunión del nuevo monarca con el presidente Rajoy en la oficina real, también con cambios simbólicos. El lienzo que acompañará a Felipe VI detrás de su escritorio es ahora el de Carlos III, un monarca que impulsó la cultura, sustituye a Felipe V, primer rey de la dinastía Borbón. El peso de los símbolos: el primero la sangre, el segundo la cultura. Una Constitución en papel, un dispositivo digital y un teléfono inteligente están sobre el escritorio.
Son los días en que se discute el fuero para el monarca saliente y su esposa, para la nueva pareja real y sus hijas. La discusión se da en un ambiente crispado por el dato de que España es el País europeo con el mayor número de aforados. La misma edición que describe los cambios en la oficina real dedica un reportaje a los excesivos aforados españoles. La fiesta sucesoria fue acotada por respeto a los empobrecidos que son millones. Es tan sólo el principio. Unos cuantos días después El País aborda un expediente incómodo: los costos de las monarquías en siete países europeos. España, presupuesto asignado, 7.8 millones de euros que se miran pequeños frente a Inglaterra (39) u Holanda (38), pero que no dejan de ser ofensivos para muchos españoles. También lo es el salario de Felipe VI, 300 mil euros anuales. Además está el asunto de los impuestos. Felipe VI deberá ganarse su salario de frente a sus conciudadanos.
La crítica no se hace esperar, hay más escondido, no se contemplan gastos a cargo de los ministerios. Pero quizás el reto mayor sea actualizar la auditoría externa, pues la Corona española es la única que no cruza por esa confrontación contable independiente. El margen de maniobra es muy reducido, en enero de 2015 entrará en vigor la Ley de Transparencia. En esto los flancos débiles son varios. Felipe VI ofreció una Corona “íntegra, honesta y transparente”, el eje. Su primer acto de Gobierno después de su proclamación fue atender a las víctimas del terrorismo: ETA (829 muertes) y al Qaeda en Atocha, en marzo de 2004 (191 muertos y casi 2000 heridos. El jefe de Estado, convoca, une, se define, no a la venganza.
Felipe VI es un profesional, ha sido muy bien preparado para el encargo. Sabe que la supervivencia de la monarquía supone un parricidio parcial. Hoy inspira seguridad a 60% de la población contra 20% que se la niega. Un 91% de los españoles aprueba que convoque a las fuerzas políticas a dialogar, para eso está. Es clara la necesidad de un jefe de Estado situado por encima de la vida partidaria, eso que con frecuencia confunden otros jefes de Estado que también lo son de Gobierno. La monarquía está viva, muy viva: hay demanda social y hay monarca, todo en pleno Siglo XXI.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/muy-viva-9963.HTML
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