martes, 22 de julio de 2014

Federico Reyes Heroles - ¿Asombro?

De qué nos asombramos. Es el territorio de nadie, niños de la calle o adultos mayores. El Estado no llega para brindarles atención. Eso se dice muy fácil, pero el Estado no puede estar en todo y no es deseable, es muy ineficiente. En los 60’s, cuando la población crecía el 3.5% y la duplicábamos cada 20 años, la capacidad de atender a todos los menores rebasó por mucho al Estado. Por más que la Federación y las entidades establecieron sistemas de atención para los menores, ésta no podía llegar a todos. Las tragedias se hacían presentes todos los días. Niños muy pequeños deambulando por las calles de las ciudades con las narices sucias, los jiotes en la cara y la manita extendida pidiendo limosna, ese acto sin futuro que tanto tranquiliza a ciertas conciencias. Las madres andaban y andan por allí con el reboso enrollado y el próximo crío prendido al pecho. ¿Asombro?







Fue entonces que surgieron acciones de emergencia para atender esa pobreza sangrante que la migración campo-ciudad trae consigo. Un sentido elemental de humanidad impulsó a personas como el Padre Chinchachoma o a Mamá Rosa. Que la sociedad auxilie a la sociedad es muy normal en muchos países, por eso el Estado reconoce sus límites y la eficiencia ajena y apoya a las instituciones. Todos ganan. En México, en contraste, la filantropía es vista como un área que escapaba al control del Estado. En las últimas décadas han habido pocos cambios en la actitud gubernamental: en lugar de facilitar el camino a la filantropía e institucionalizarla ante la incapacidad del Estado para atender las necesidades insatisfechas, la burocracia se defiende como gato boca arriba de una actividad que escapa a su dominio. Las trabas y obstáculos al tercer sector son múltiples. Una empresa no tiene que justificar sus fines, el mercado lo castigará o premiará.


En el caso del tercer sector se es delincuente potencial hasta que se demuestre lo contrario.
Las deducciones son el enemigo a perseguir. Cómo va a ser que una persona determine que en lugar de darle parte de sus impuestos al fisco los done a una institución con capacidad de entregar un recibo deducible de impuestos. Es inadmisible para el pequeño Stalin que ronda a las burocracias y que intenta controlar todas las relaciones de la sociedad. Resultado: la filantropía en México es muy débil, los donantes son muy pocos y los mismos, la base de la pirámide no aporta y, por supuesto, el Estado sigue siendo incapaz de atender las cambiantes necesidades. Antes eran niños hambrientos y enfermos. Hoy el espectro se ha ampliado de los niños arrojados al mundo sin un futuro más o menos cierto -casi 500 mil embarazos de adolescentes en el 2012- a los adultos mayores, ancianos, que carecen de red de protección que les garantice los cuidados en su día a día.
Cuál asombro. Así es como surgieron infinidad de sitios de atención -que no instituciones- muchas sin la posibilidad de garantizar profesionalismo. Pienso en niños con diferentes discapacidades -por fortuna está el Teletón- pero es una excepción en un mar de esfuerzos muchas veces mal logrados. Instituciones no son, porque con mucha frecuencia se centran en la personalidad de su fundador, por eso nacen y mueren con él. Y el Estado sigue sin entender que esos ciudadanos preocupados y ocupados de sus semejantes son su mejor aliado. Pensemos en el Hospital de la Ceguera o en el Conde de Valenciana o en APAC, por citar tres emblemáticas. No podemos esperar que el Estado esté en todo, pues no habría fórmula sana de financiarlo. Volvamos el rostro a los varios estados benefactores de Europa hoy quebrados.


Por eso en los Países Bajos y los escandinavos la filantropía es tan extensa. ¡Además genera empleo! El brutal desconocimiento de las ventajas de un tercer sector fuerte en México, ha llevado a absurdos como querer imponer el IETU -Impuesto Empresarial de Tasa Única- a las instituciones del tercer sector. O la última barbaridad: querer fusionar deducciones y las deducibilidades para así adelgazar aún más la atención que va de la sociedad a la sociedad.

Pareciera que no comprenden que las instituciones de la sociedad civil -léase Instituciones de Asistencia Privada y Asociaciones Civiles- no pueden retirar los remanentes pues estos tienen que ser usados para los fines de la institución. Si son niños con debilidad auditiva o débiles visuales, cada peso deberá ir a ese fin. Pero el fantasma de la evasión paraliza. ¿Vamos a esperar que el Estado tenga la capacidad de llegar de manera profesional a todos esos rincones de las necesidades humanas? Es un sueño.

¿Asombro? La degradación de “La Gran Familia” es responsabilidad de todos: padres que abandonan a sus hijos, autoridades desentendidas y miopes, ciudadanos atrapados en su egoísmo, falta de estímulos, miedo al personaje y un albergue que nunca se institucionalizó. De ejemplo a horror. Pero los niños hambrientos y sin techo, los enfermos o el abandono de los ancianos seguirán allí. ¿Cuándo se liberará la energía de los mexicanos para ayudar a los mexicanos?


Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/asombro-10596.HTML


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