El Siglo XX nos dio una gran lección: los estados responden a las naciones. El fin del colonialismo, la división geográfica arbitraria para constituir nuevos países en África por ejemplo, las interminables tensiones entre los palestinos y los israelíes, la subdivisión de países grandes y pequeños que multiplicó por tres el número de integrantes de la llamada “comunidad internacional”, los reclamos étnicos, religiosos, culturales, igual en España que en Bolivia, las tensiones separatistas de Escocia, todo indica que las fronteras mutan y siguen a las naciones. Pero, ¿qué es una Nación?
Las definiciones clásicas nos dirían que se trata de una serie de valores compartidos, algunos heredados, como la lengua, otros impuestos por la historia. Pero las naciones también se construyen.
No es herejía reconocer que México perdió la mitad de su territorio, en buena medida, por lo despoblado del área y la debilidad de un Gobierno central tambaleante durante décadas. Cuando se visita hoy el Soconusco, y en general la frontera sur de nuestro País, y se cruza a Guatemala en una lancha de motor fuera de borda y sin ningún control migratorio, se entiende por qué Chiapas tardó tanto en incorporarse a la naciente Federación. Construir una Nación también supone acciones sucesivas de integración a través de las comunicaciones terrestres, marítimas, del sistema educativo y de las telecomunicaciones entre otros. El comercio ha sido de las actividades civilizatorias que más influencia han tenido en la consolidación de los países. Nadie puede dar por terminado ese trabajo que supone unir cada día más a los moradores de un estado con el fin de fortalecer a la Nación.
México avanzó mucho en el Siglo XX en esa ruta. Pensemos que nuestra caprichosa orografía no facilita la construcción de vías férreas que fueron la espina dorsal en los Estados Unidos. Tampoco es sencillo construir carreteras. No recuerdo haber visto ningún otro homenaje a los trabajadores de esa rama como el que hay al sur de la capital, el Monumento al Caminero. Todavía en los años 70’s el Presidente de la República anunciaba con bombo y platillo la incorporación de cientos de miles de compatriotas al servicio eléctrico. Hoy el 98% de los hogares cuenta con ese servicio. En esos tiempos también el Estado mexicano se esforzó en construir una red de aeropuertos que permitiera la comunicación con las capitales de los estados. La línea aérea estatal en aquellos tiempos, Aerovías de México, tenía como misión volar a las capitales aunque no hubiera el flujo necesario en las rutas.
Las pangas han sido sustituidas por puentes. La construcción de escuelas fue, durante décadas, una prioridad nacional. Pero la autopista a Acapulco es de los años 90’s y la de Tuxpan, Veracruz, la playa más cercana a la capital, está por terminarse, si bien nos va, este año. En el Siglo XXI los retos para la Nación mexicana son otros. El TLC con Estados Unidos ha propiciado dinámicas económicas muy diferentes entre las entidades. El País en lo general ha crecido poco en las últimas décadas, alrededor de 2%. Sin embargo hay entidades muy por arriba del promedio nacional como Baja California Sur (5.9%); Quintana Roo (4.7%); Chihuahua (4.3%), Guanajuato (4.1%) o Jalisco con (3.4%). Bien por ellos. México ¿cómo vamos? también reporta más de una decena de entidades con crecimiento cero, Oaxaca, o decrecimiento que llega a la tragedia de Campeche, vecino de Quintana Roo, con -14%. Tres parecieran ser los impulsos que explican esos contrastes, la incorporación a la dinámica exportadora del País, el acceso a los energéticos y el turismo. En el caso de Campeche la debacle petrolera dejó huella.
Algunas entidades se están industrializando de manera acelerada y otras en cambio siguen dependiendo del sector primario, con frecuencia inestable e incierto. La agricultura de temporal es una apuesta al cielo que ha provocado una enorme frustración en millones de campesinos mexicanos. El desfase es muy preocupante, en los hechos México se está dividiendo y la división no es sólo entre sur y norte, que tanto se ha mencionado. Hay nuevos factores, el acceso a los energéticos y las comunicaciones que son determinantes en el Siglo XXI. Recientemente el Director de la CFE hizo una sólida exposición del efecto negativo que ha traído la carencia de gas para las entidades del oeste del País. Mientras Guanajuato es atractivo para grandes inversiones internacionales, Michoacán y Sinaloa decrecen y no es sólo resultado de la violencia.
La reforma energética, la de telecomunicaciones y las inversiones en infraestructura deben adoptar un enfoque integrador. Se debe volver a plantear el corredor en el Istmo que podría llevar mucha actividad económica a entidades pobres como Oaxaca, Chiapas y Veracruz. Lograr conectividad en todos los rincones del País podría constituirse en una nueva herramienta de integración y justicia social. Todos los educandos de México deben tener acceso a la red porque de no ser así las desigualdades se agravarán brutalmente. Construir a la Nación mexicana sigue siendo un reto.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/en-construccion-10746.HTML
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