Este es el quinto Bucareli consecutivo dedicado a la búsqueda de los restos de Miguel de Cervantes Saavedra. En la víspera casi segura del hallazgo valgan un par de explicaciones y algunos datos adicionales.
La primera es la razón, transcurridos cuatro siglos del entierro y por qué no antes, de que se emprendiera el actual esfuerzo decisivo. Siempre han sido buscados en el panteón del Convento de las Trinitarias de Madrid, pero las estrictas medidas de conservación impiden excavaciones, derribos o cualquier otro procedimiento agresivo capaz de causar daños a la casa de clausura monacal. El advenimiento de mecanismos inventados recientemente, como el georadar, que permiten investigaciones subterráneas sin alterar el entorno y sistemas probatorios como el ADN, entre otros, abrieron la posibilidad de avanzar con rapidez en estos trabajos.
La segunda razón se contiene en los estatutos de la Real Academia Española. El señor Darío Villanueva, Secretario General de la RAE, lo explicó a Patricia Alvarado, periodista a cargo de la información para el programa de “De 1 a 3”, de Radio Centro en México, donde se han dado a conocer simultáneamente a estos artículos los logros en la búsqueda:
“En los estatutos de la Real Academia Española desde su fundación hace ahora exactamente 300 años, dice el señor Villanueva, además de atender a la lengua mediante la elaboración del diccionario, de la gramática, de la ortografía, etc., está también, lo dice uno de nuestros artículos, contribuir al mantenimiento del recuerdo y memoria de los grandes escritores de la lengua española. Por lo tanto, la Academia tiene ese compromiso y Miguel de Cervantes es considerado no sólo por nosotros los españoles, sino por la gran comunidad hispano hablante y en general por el mundo de la cultura universal, como la figura más relevante de la literatura española del siglo de oro, no la única pues fue una época brillante, pero si la figura más destacada, porque “Don Quijote” es una obra que ha conseguido un eco extraordinario. A principios de este siglo en el año 2002 la Asociación de Escritores Suecos hizo una encuesta entre 100 escritores de todo el mundo para determinar cuál era la mejor novela de la historia de la literatura universal y la ganadora fue precisamente “El Quijote” con el doble de votos que la segunda: “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust, y muchos más que la tercera: “Guerra y Paz” de León Tolstoi. Por lo tanto la Real Academia Española vive ese compromiso con mucha fuerza y mucha insistencia. En el salón de actos de la Real Academia Española está el retrato de Miguel de Cervantes y todos los años, coincidiendo con la fecha de su fallecimiento en el mes de abril, se realiza una ceremonia religiosa en la iglesia de las Trinitarias. Es una vieja tradición de la Academia, mantenida a lo largo de estos 300 años.
El final, ¿cuál será? Pues simplemente restaurar la normalidad: que sepamos dónde está enterrado el príncipe de los ingenios españoles, el escritor más importante de nuestra literatura. Es en el mismo sitio donde inicialmente descansaron sus restos, pero no somos hasta ahora capaces de colocar sobre ellos una placa que identifique el lugar donde reposa. Es más que resolver una anomalía: recuperar esa huella fundamental, la tumba de Cervantes en el lugar donde por su propia voluntad fue enterrado en el año de 1616”.
Nunca desde el extravío de los restos habíamos estado tan cerca de ellos y de identificarlos. Fue impulso del Ayuntamiento de Madrid y el Gobierno Regional a una idea conjunta del historiador Fernando del Prado, el forense Francisco Echeverría y el científico Luis Avial: mediante la más avanzada tecnología, con la ayuda de expertos de probada eficiencia y credibilidad, separar los huesos mezclados en unos treinta enterramientos, acotados en 4 zonas distintas del perímetro aproximado de 500 metros cuadrados, en medio de los 3 mil del convento en cuya fachada principal, por la calle Huertas, un blasón de piedra indica que ahí está enterrado Miguel de Cervantes Saavedra. Lo que no se dice es la carencia de una lápida con su nombre y epitafio, si se logra uno digno de su obra y de su presencia. El esfuerzo de los sabios es apoyado con un presupuesto inicial de 10 mil euros, ampliables a 100 mil para no interrumpir la tarea hasta lograr el fin deseado: llegar al cuarto centenario de su muerte ante sus restos rescatados y puestos bajo un monumento adecuado a su grandeza.
Nuestra generación pagaría así la deuda pendiente con quien legó a la humanidad la más rica de las herencias: sería un lugar de peregrinación donde rendir homenaje a la inteligencia.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/cervantes-vispera-10747.HTML
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