domingo, 6 de julio de 2014

Raymundo Riva Palacio - La Primera Dama

 
Aceptó abrir las puertas de Los Pinos a Marie Claire, la revista para la mujer, de moda, belleza, vida, estilo y celebridades. Se vistió con la ropa de Dolce & Gabbana, Louis Vuitton, Armani, Burberry, Benetton, Julio y de Alejandro Carlín, y se puso las joyas de Tane. Pero además, hizo que su hija adolescente Sofía posara también para la revista y se dejara entrevistar en un dueto que habló sobre su infancia, sus carreras, sus metas y su experiencia de vida en la casa presidencial. Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto mostró no tener miedo a ser lo que es y dejar claro que esta Primera Dama es muy diferente a todas aquellas que han vivido bajo los mismos techos.



Ser artista de profesión, la hace diferente por definición. Pero precisamente por ese entrenamiento ante los reflectores y las multitudes que comenzó a los 17 años, cuando ganó el concurso “El Rostro de El Heraldo de México” en 1987, que organizaba el extinto periódico y sirvió durante años como una poderosa plataforma de futuras estrellas de cine y televisión, es lo que hace más notoria la manera en la que se comporta en la vida cotidiana. Ejecuta su papel como esposa del Presidente de México con una enorme sobriedad. Discreción profesional. Nunca un exceso; nunca un protagonismo. Está en el primer plano cuando el Presidente la lleva a él; detrás de él para no ocupar indebidamente un lugar que no le pertenece.










Ninguna Primera Dama había tenido la vida pública que ha tenido Angélica Rivera, y posiblemente su paso como esposa del Presidente sólo puede equipararse con Cecilia Ocelli, que fue esposa del presidente Carlos Salinas, elegante y distinguida, ajena a la  política y siempre discreta. Su antecesora en ese difícil trance en la vida pública, porque siempre se está ante ojos escrupulosos, fue Margarita Zavala, una política profesional con la gran inteligencia del no protagonismo, aunque nunca dejó de satisfacer su pasión durante los seis años de gobierno de su esposo, el presidente Felipe Calderón.



Ninguna comparación es válida con la ambiciosa y oportunista Marta Sahagún, que se casó con Vicente Fox cuando ya vivía en Los Pinos, y que por subordinación matriarcal aceptó el ex presidente como usurpadora copilota en el gobierno. Nilda Patricia Velasco no se metió en los asuntos públicos cuando su esposo Ernesto Zedillo fue presidente, pero siempre dejaba ver a sus interlocutores su incomodidad por ser la Primera Dama que nunca quiso ser. Por ese cargo, que puede ser tomado bajo esa clasificación porque siempre se tiene que jugar un papel, pasaron mujeres que cometieron excesos protocolares, o que quisieron convertir a Los Pinos en una mansión rústica pintada de rosa mexicano. Hay quienes fueron figuras apagadas y quienes tenían como halo la marca de la historia. Cada Primera Dama es diferente, pero a todas se les mide bajo los mismos parámetros.



Angélica Rivera parece disfrutar el papel que la vida le acomodó en 2008, cuando dentro de los convenios de publicidad con Televisa, el entonces gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, fue seleccionada como la imagen estatal, un diseño de promoción mediante el cual se conocieron y se fueron acercando rápidamente. Divorciada ella, viudo él, empezaron un romance que empezó, ante los ojos que no dejaban de observarlos, cuando se cambió a Rivera por Lucero, como la imagen del estado de México. Un año después, durante una visita oficial del gobernador a El Vaticano, Peña Nieto le propuso matrimonio en Roma. Al oficializarse la relación, ella anunció su retiro de la televisión.



Afamada actriz por sus papeles protagónicos en telenovelas, la más relevante en su relación pública con Peña Nieto fue el de “La Gaviota”, una jimadora que recorre el país trabajando en las cosechas en “Destilando Amor”, transmitida en 2007 y exportada a América Latina, se convirtió rápidamente en un activo para Peña Nieto. Durante una gira por América del Sur como presidente electo, ella resultaba más conocida que el futuro mandatario mexicano. Inclusive, en un periódico peruano fue más noticia la llegada de “La Gaviota” a Lima que la del presidente electo. La fama pública, sin embargo, no interfiere con los actos públicos de un gobernante.



Pero cuando se hizo público el noviazgo y más tarde se casaron, en el equipo del entonces candidato Peña Nieto había ansiedad y nerviosismo sobre cómo se comportaría ella en eventos políticos. Se le dio entrenamiento de medios, dentro de los parámetros de la política, y nada más. Dependería de ella, fundamentalmente, los resultados que se obtuvieran. Para sorpresa de muchos en el equipo, recuerda uno de los integrantes, Angélica Rivera asumió perfectamente el rol que le tocaba jugar dentro de la campaña política y en asuntos públicos, y nunca generó ninguna fricción o problema alguno. “Es una profesional”, dijo como elogio uno de los colaboradores del entonces candidato. La opinión sobre de ella no ha cambiado, sino por el contrario, el respeto para ella por la forma como se maneja en público, se ha incrementado significativamente.



La confianza y certidumbre con la que es percibida en Los Pinos, permite pensar que todas las dudas que pudieron haber existido –si las hubo- sobre aceptar la entrevista y la sesión de fotos con la edición mexicana de Marie Claire, debieron ser mínimas. La sesión de fotos, sobretodo, fue un éxito instantáneo en la prensa mexicana y del mundo. Perez Hilton, el más famoso de los columnistas de celebridades y chismes den Hollywood, escribió en su blog: “¿Guuuuaauuuuuuuu! ¡Esto es enorme! ¡Nunca en la historia de esa nación su Primera Dama había sido cubierta por una revista de moda, pero no sólo lo hizo Angélica, sino que lo hizo sin miedo!”.



No debería de extrañar que quien hace la más ácida crónica diaria de la industria del entretenimiento en Estados Unidos, volteara a ver lo insólito de una Primera Dama en el normalmente sobrio y estirado ambiente social de la Presidencia mexicana, apareciera en la portada de una revista de mujeres y para mujeres, por ser alguien que salió del mismo medio. El conocimiento mundial de Rivera como actriz provocó sensación por lo inédito del tipo de gráficas que fueron publicadas por la revista. Decenas de medios en América Latina registraron esa portada, que también fue noticia en Univisión, la cadena de televisión hispana más importante en Estados Unidos. Pero señal de lo inédito, lo dio The Washington Post.



En su blog sobre Estilo, que es bajo lo cual resumen informaciones y opiniones de la sociedad y de celebridades, la columnista Robin Givhan notó que cuando las primeras damas estadounidenses son fotografiadas por revistas de moda, el tono de las imágenes ha sido de realeza, maternal y en ocasiones, tipo empresarial. “El atractivo sexual no ha sido una parte intencional del reportaje”, agregó. En cambio, dijo, “Rivera aparece en la portada de julio de Marie Claire –la edición para México y América Latina- de una forma descaradamente sexy, junto con su hija Sofía Castro, que igualmente arde”.



La Primera Dama entró a ese escenario editorial para una acción altruista. Sus antecesoras también fueron activas –de diferente forma, y algunas con intenciones muy distintas- en ese tipo de iniciativas. Con Marie Claire, Rivera formó una alianza para que los recursos de la venta de esa revista fueran para tres fundaciones que se dedican a ayudar a niños quemados. Lo hizo a su manera y como es. “Hay tres cosas en la vida que nadie te puede quitar: tu libertad, tu esencia y tu dignidad”, le dijo a la revista.  Esta última es la que las mujeres no debemos perder nunca”.



Hasta ahora, Angélica Rivera, la Primera Dama de México, a decir de quienes la conocen y han seguido de cerca su comportamiento presidencial, ha cumplido su papel y en lo que cree.

 
 
 
 
 
Twitter: @rivapa
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.