Juan José Millas 1946 |
Confusión
Antes de que hubiera terminado de desenvolver el regalo de cumpleaños, sonó dentro del paquete un timbre, así que adiviné que era un móvil. Lo cogí y oí que mi mujer me felicitaba con una carcajada desde el teléfono del dormitorio.
Esa noche, ella quiso que habláramos de la vida: los años que llevábamos juntos y todo eso. Pero se empeñó en que lo hiciéramos por teléfono, de manera que se fue al dormitorio y me llamó desde allí al cuarto de estar, donde permanecía yo con el móvil colocado en la cintura.
Cuando acabamos la conversación, fui al dormitorio y la vi sentada en la cama, pensativa. Me dijo que acababa de hablar con su marido por teléfono y que estaba dudando si volver con él. Lo nuestro le producía culpa. Yo soy su único marido, así que interpreté aquello como una provocación sexual e hicimos el amor con la desesperación de dos adúlteros.
Al día siguiente, estaba en la oficina, tomándome el
bocadillo de media mañana, cuando sonó el móvil. Era ella, claro. Dijo que
prefería confesarme que tenía un amante. Yo le seguí la corriente porque me
pareció que aquel juego nos venía bien a los dos, así que le contesté que no se
preocupara: habíamos resuelto otras crisis y resolveríamos ésta también. Por la
noche, volvimos a hablar por teléfono, como el día anterior, y me contó que
dentro de un rato iba a encontrarse con su amante.
Aquello me excitó mucho, así que colgué en seguida,
fui al dormitorio e hicimos el amor hasta el amanecer.
Toda la semana fue igual. El sábado, por fin, cuando
nos encontramos en el dormitorio después de la conversación telefónica habitual,
me dijo que me quería pero que tenía que dejarme porque su marido la necesitaba
más que yo. Dicho esto, cogió la puerta, se fue, y desde entonces, el móvil no
ha vuelto a sonar. Estoy confundido.
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