martes, 12 de agosto de 2014

Federico Reyes Heroles - De Estado

Por supuesto que se trata de garantizar energía para el futuro y que ésta sea competitiva, sabemos que esto impactará en el crecimiento. Pero el Estado también es cultura, es una forma de leer el mundo y de asociarse en beneficio de todos. La reforma energética es una reforma del Estado mexicano.

RIQUEZA.- A  la tenacidad de Angus Maddison (“Monitoring the World Economy”) le debemos la primera medición global de generación de riqueza. La tesis es muy clara, hasta antes de 1820 el PIB mundial casi no creció y la población sí. Resultado: la multiplicación de los pobres. A partir de esa fecha, en el momento en que el ser humano se lanza a transformar masivamente los recursos naturales, la riqueza empieza a expandirse. Con la primera y segunda revoluciones industriales el crecimiento se vuelve exponencial. Detrás de esas revoluciones hubo un cambio radical en el uso de la energía: de la madera y el carbón al petróleo y a la electricidad. Y ahora vienen la solar y la eólica. Lección, los recursos naturales por sí mismos no garantizan la prosperidad. Hay muchos países con muy escasos recursos naturales que pertenecen al grupo de los más desarrollados, pensemos en Japón. El quid está en la capacidad de transformación, de adición de valor.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

MERCANTILISMO.- México todavía padece de un síndrome que nos viene de la Colonia. El mercantilismo español despreció la industrialización que se inició en países como Inglaterra o Alemania en el Siglo XIX. Llegó a ella muy tarde y lo pagó con mucha miseria, que duró hasta bien entrado el Siglo XX. La extracción de oro, plata y otros productos se convirtió en el fetiche de la riqueza. Atesorar y transformar son antípodas, sólo la segunda actitud conduce a la generación sistemática de riqueza. Los bienes sirven para remediar los males, el dicho vale tanto para los individuos como para las naciones. En el subsuelo, una riqueza fantástica; en la superficie, una miseria ancestral que no hemos podido arrinconar por un crecimiento mediocre. ¿Qué va primero, guardar el tesoro o atender a los vivos?

PRESENTE VS. FUTURO.- El otro garlito, garantizarle a las futuras generaciones los recursos petroleros es demasiado primitivo. En primer lugar, desprecia a los mexicanos vivos que hoy sufren por falta de alimentación, salud, educación, salario digno, en aras de un bienestar de los potenciales mexicanos en un mundo donde lo previsible es que el petróleo y el gas sean baratos. Ya veo a esas futuras generaciones reclamando por no haber vendido el producto petrolero cuando los precios estaban altos. Así lo hizo Noruega para garantizar que los noruegos del futuro no vivan de vender petróleo sino patentes, es decir, prepararlos para la sociedad del conocimiento.

RENTISTAS.- Muchas generaciones hemos vivido en un Estado alimentado por una cómoda renta. No hemos querido admitir que para mantenerla tenemos que invertir, si fuera casa, en renovar la instalación eléctrica, remozar baños y cocina, etc. Nuestra casa común (Pemex) se está cayendo a pedazos y nuestra renta va en picada. Además, lo mejor sería no vivir de una renta sino de nuestro trabajo. Así viven en muchos países que no tienen rentas.

AHORRO.- ¿Qué fue de los excedentes? Sabemos que cuando los precios del petróleo caen el Estado mexicano se tambalea. Pero a dónde se fueron los dineros de la “administración de la abundancia” o de los precios pico de 100 dólares y arriba que duraron más de una década. Noruega vendió y ahorró y ahorró. Si México hubiera aprovechado esa coyuntura -ahorrando los excedentes- hoy podríamos tener alrededor de 350 mil millones de dólares. El fondo nos obliga a ahorrar y pensar en serio en los mexicanos del futuro.

EN EL MUNDO.- En México ronda esa tentación de mantenernos en un soliloquio, en un diálogo infinito con nosotros mismos sin reconocer que estamos en el mundo. Empezamos a abrir la economía en los 80’s con el agua en el cuello. Muchos se rasgaron las vestimentas. El TLC con Estados Unidos nos llevaría al abismo. Dónde están esos críticos de la apertura, qué dicen de las exportaciones mexicanas de más de mil millones de dólares diarios. La reforma energética nos obliga a leer el mundo con atención, a reconocer que nuestro vecino del norte supo salirse de la dependencia energética y que será potencia, que nuestra renta petrolera podría colapsarse y que terminaríamos importando lo que tenemos allá abajo.

FORTALEZA.- En el Siglo XXI la fortaleza de un País no se mide por sus posesiones sino por sus posiciones. El Estado importador de gas, gasolinas y -en un futuro próximo- crudo, ese Estado que vende la electricidad 30% más cara afectando la productividad y a decenas de millones, es mucho más débil que aquel que logre posicionarse como potencia energética.

DEGRADACIÓN.- Los monopolios se degradan y degradan. Con la competencia en distribución los litros serán de a litro. El consumidor, eje de cualquier economía, será un inspector natural.
El Estado mexicano y, con ello, la relación entre gobernantes y gobernados será otra. Hasta allí llega el calado, es una reforma del Estado mexicano.




Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/de-estado-11083.HTML



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