Mató a su hermana y cuñado. La justicia podría liberarlo e indemnizarlo.
Madrugada del 30 de mayo de 1992.
Gerardo Zamudio y su esposa, Patricia Martín del Campo, llegan a su casa en la colonia Del Valle, DF. Suben a su habitación. Han bebido alcohol. Charlan. Comentan. Repentino, a la habitación entra Alfonso, hermano de Paty, y los asesina a puñaladas; 29 le asesta a ella. 36 a su cuñado.
El crimen es presenciado por María Fernanda, de entonces cuatro años de edad, quien llegó a la recámara alertada por los gritos. Su tío apuñala a Patricia. Gerardo yace inmóvil. Alfonso ha matado a sus padres. El asesino huye en el automóvil de su hermana.
Tarde del 10 de agosto de 2014.
Frente a mí está María Fernanda Zamudio Martín del Campo, hoy de 26 años de edad. También Tamara, de 24. Brenda, la hermana mayor, vive fuera de México. Recuerdan la pesadilla. Y también comparten la indignación por lo que 22 años después podría suceder: que la justicia mexicana libere al asesino de sus padres declarándolo “inocente”, indemnizándolo, inclusive, con entre cuatro y cinco millones de dólares por “reparación del daño”. Dinero que saldría del bolsillo de usted, de mí, de todos los que pagamos impuestos.
(De hecho, Alfonso podría salir libre en 2015 bajo la figura de “beneficios preliberacionales” a los que tiene derecho, pero ello implicaría no recibir indemnización alguna ni ser declarado inocente. Fue sentenciado a 50 años de cárcel).
Sí: el fondo es el dinero.
¿Por qué?
El caso del asesino de Gerardo y Patricia es utilizado por el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), y por la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, fundados y dirigidos por Marieclaire Acosta, ya que fue el CEJIL el que subió la demanda correspondiente ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), solicitando liberar e indemnizar a Alfonso. “De ganar el caso, parte de esa indemnización sería para el CEJIL”, adelanta Ana Gabriela Benítez, abogada de las hermanas Zamudio Martín del Campo.
Y no les tocarían tres pesos. Eso seguro.
¿Qué tal con nuestros defensores de los derechos humanos? Mercaderes del dolor humano. En este caso, de las hermanas Zamudio Martín del Campo.
Los defensores del asesino de Gerardo y de Patricia claman que “fue torturado”. Por supuesto, sin aportar elementos probatorios ni mucho menos pruebas sólidas para sustentarlo. El viejo truco: miente y acusa que te torturaron, inventa y difama, que algo ganaremos.
Alfonso —Chacho, como lo conocían en la familia— tenía 26 años de edad cuando mató a su hermana y a su cuñado. El motivo: Gerardo lo regañaba constantemente por no hacer bien su trabajo. De ahí el rencor reflejado en el número de puñaladas. El matrimonio tenía un negocio de alfombras y adquiridos, a crédito, microbuses, uno de los cuales manejaba Chacho.
Los defensores del asesino argumentan —sin pruebas— que otras personas fueron contratadas por la madre de Gerardo para asesinar… ¡a su propio hijo por cuestiones de dinero! Difícil de creer. Un sicario no mata, según los especialistas, con la saña con la que fueron masacrados Gerardo y Patricia.
Aún más: el matrimonio Zamudio Martín del Campo tenía hipotecada su casa, y sólo había pagado dos de los cinco microbuses adquiridos. Los tres restantes aún los debían.
¿Qué herencia se obtendría? Ninguna.
“Mis padres murieron endeudados”, afirman Fernanda y Tamara.
El TSJDF ya le negó la libertad a Alfonso Martín del Campo, a pesar de que la CIDH emitió en 2002 una recomendación al Estado mexicano de que fue torturado, sin haber realizado una investigación a fondo ni mucho menos presentar pruebas contundentes. Saliva. Y nada más.
Veintidós años después del asesinato de sus padres, ella como testigo, María Fernanda lee una carta de manera pública que ella redactó, a través de mi noticiero dominical en Reporte 98.5 FM (2 a 4 PM). Extractos:
“Mientras coloco flores (sobre la tumba de mis padres), Tamara repite algo que ya le había escuchado en otra ocasión: no sólo él (Alfonso) tiene derechos humanos, también nosotras. Él y su defensa no deben inventar… ¿por qué sus defensores le creerán a pie juntillas lo que él dice sin verificarlo?.. ¡debe ser el miedo a saber que pelean contra la verdad!..
“Mis hermanas y yo hemos salido a ejercer nuestros derechos como víctimas supervivientes del infame homicidio de Alfonso Martín del Campo Dodd, del que fui testigo…
“Por mi parte, quiero estar tranquila, en paz, y aunque sé que soy yo misma la que me reprocho: ¿por qué no los ayudaste?, ahora que tengo la edad y capacidad, lucharé incansablemente por alcanzar justicia para mis padres”.
Hasta aquí parte del texto de María Fernanda.
Ya veremos si la justicia mexicana libera, indemnizándolo como inocente, al asesino de sus padres.
Seguiremos el caso.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2014/08/12/975693
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