“La muerte es la forma en que la naturaleza dice: La mesa está servida”.
Robin Williams
Desde el Mork de Mork y Mindy hasta el Teddy Roosevelt de Noche en el museo, pasando por el John Keating de La sociedad de los poetas muertos y el Sean Maguire de El buen Will Hunting, Robin Williams nos ofreció casi un centenar de personajes de una gama de expresión tan amplia que parecería imposible encontrarlos en un solo actor.
Había cierto grado de bipolaridad, quizá incluso de esquizofrenia, en su capacidad histriónica. Sólo así podemos entender que el mismo actor haya interpretado a Popeye el marino, al abortista Garp, al Peter Pan de Hook o a ese entrañable médico, Patch Adams, que aplicaba tratamientos de risa en vez de fármacos a sus pacientes.
En Mrs. Doubtfire ofreció una lección de talento histriónico al representar tanto a un padre como a la nodriza de sus hijos. Cómo olvidar, por otra parte, al doctor Malcolm Sayer de Despertares, que con un nuevo medicamento logra despertar, aunque sólo de manera temporal, a un paciente magistralmente interpretado por Robert De Niro que durante años había permanecido en estado catatónico.
Pocos actores han hecho tantos papeles y tan distintos. Por eso Robin Williams se convirtió en un compañero tan habitual, tan familiar, en la vida de millones de personas. No sorprende así que su muerte este 11 de agosto, a los 63 años de edad, por suicidio, haya entristecido tanto a tantos.
Robin -espero que me perdone por utilizar su nombre de pila, pero lo siento cercano como un amigo- parecía tenerlo todo. Una profesión que lo apasionaba y que lo llevaba a trabajar de manera constante, casi obsesiva. Un patrimonio que, a pesar de dos divorcios, le permitía vivir con tranquilidad a él y a sus hijos.
Una esposa, Susan Schneider, que lo quería y que escribió el lunes pasado: “Esta mañana perdí a mi marido, a mi mejor amigo”. Sus hijos parecían tener con él una estrecha relación. Su último mensaje en redes sociales, en Instagram, incluía una fotografía de él y de su hija Zelda de niña como homenaje por su 25º cumpleaños.
Robin gozaba, además, de un cariño desbordante por parte de su público. El presidente Barack Obama lo despidió con un emotivo texto: “Fue alguien singular. Llegó a nuestras vidas como un extraterrestre, pero terminó tocando cada fibra del espíritu humano”.
Williams tuvo problemas de adicción al alcohol y él mismo reconoce haber utilizado cocaína. Sabemos también que sufría de depresión. Aun así cuesta trabajo aceptar lo ocurrido. León Krauze, conductor de noticias en Univisión Los Ángeles se preguntaba en Twitter este lunes: “Sin ningún otro ánimo más que el de entender: ¿cómo encuentra la voluntad para suicidarse alguien que tiene hijos?”.
Quizá porque la depresión clínica es algo que va más allá de un acto de voluntad. Si bien hay circunstancias ambientales o personales que pueden provocar una depresión, ésta se manifiesta a través de un desequilibrio orgánico que la mayor de las voluntades no puede superar.
Me ha tocado ver casos de depresión de personas muy cercanas y queridas. La voluntad no es medicina suficiente.
Quizá la habilidad para representar a personajes muy diversos era un síntoma de la enfermedad que este bipolar poeta de la actuación escondía en lo más íntimo de su ser. Tal vez por eso tenía la obsesión de trabajar noche y día que lo llevó a aceptar casi un centenar de películas... buenas algunas, pero otras francamente malas.
Millones de cinéfilos en el mundo hemos perdido a un artista entrañable pero también a un amigo. Su partida nos recuerda que la felicidad no se encuentra necesariamente en el éxito profesional o incluso en los lazos familiares.
Es algo que llevamos dentro y que al final sólo nosotros podemos cultivar.
Hostigamiento
El gobierno de Oaxaca está estudiando la iniciativa de ley de educación presentada por la sección 22. Si la acepta, estará reconociendo que el hostigamiento a los oaxaqueños y sus empresas por la CNTE ha rendido frutos.
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