"La vida es en parte lo que hacemos de ella y en parte lo que hacen los amigos que escogemos".
Tennessee Williams
Quizá el momento más emotivo de la noche tuvo lugar cuando don Luis Cetto y Camillo Magoni se abrazaron. Hace algunos meses el mayor productor de vino del país y su enólogo se separaron. No fue un momento fácil. Por ello la simple presencia de Camillo en la fiesta de los colores de Cetto, una de las más características de la vendimia en el valle de Guadalupe, era una sorpresa.
Magoni, nacido en Italia, debe tener poco más de 70 años de edad. Desde 1965, hace 49 años, trabajó para Cetto y se convirtió en el primer gran maestro del arte de la producción de vinos en México. Su retiro de Cetto se había previsto desde hace tiempo.
La vitivinicultora contrató hace un par de años a Sebastián Suárez, originario de Argentina, quien había trabajado siete años en Domecq. Su misión era reemplazar a un enólogo identificado plenamente con los vinos de Cetto.
Toda separación, ya sea amorosa o profesional, es fuente de dolor. Al final, supongo, hubo diferencias. Magoni ha establecido una pequeña casa productora, una de las muchas que han proliferado en el valle de Guadalupe en los últimos años.
Ahora es un competidor. Por eso fue tan importante que se le invitara a la fiesta principal de Cetto y se le rindiera un homenaje con la presentación de una gigantesca botella, una Imperial de seis litros con un coupage maduro y equilibrado basado en una cepa Montepulciano.
La etiqueta mostraba los nombres de los dos grandes personajes de la noche, don Luis y Camillo, y el número 49 por sus años de colaboración.
Cetto desplegó como todos los años las medallas obtenidas en los concursos internacionales de cata ciega. En esta ocasión fueron 36 las medallas, incluyendo tres de oro. No es ésta, sin embargo, la única casa productora mexicana que está conquistando preseas.
Los vinos mexicanos se encuentran en buen momento. Cada vez son más respetados en el mundo por su calidad.
El consumo nacional, aunque está subiendo, sigue siendo ínfimo. El mexicano promedio bebe solamente 430 mililitros de vino al año, contra 45 litros en Francia, 37 en Italia o 21 en España (The Wine Institute, 2011). La falta de una cultura del vino, aunada a una política fiscal del gobierno federal que obliga al vino a pagar tasas fiscales cercanas al 45 por ciento, al piramidar un impuesto especial de 25 por ciento con un IVA de 16 por ciento, son responsables de esta situación.
El castigo fiscal al vino mexicano contrasta con el subsidio que se da a este producto en los países europeos.
La industria vive retos importantes. Uno es la falta de agua en Guadalupe que ha hecho que una creciente parte de la producción se esté mudando a otros valles, como el de San Vicente. Persiste además, pese al aumento de la calidad, una actitud de discriminación hacia el vino mexicano, especialmente en México.
Por eso es importante hoy crear una cultura de consumo de vino y eliminar el castigo de Hacienda. No olvidemos que Louis Pasteur definió el vino como "la más saludable y la más higiénica de las bebidas". Thomas Jefferson, a su vez, afirmaba que era "un grave error considerar un impuesto alto al vino como un impuesto al lujo: Es un impuesto a la salud de los ciudadanos".
La noche del 9 de agosto me quedó clara una vez más la importancia de no poner barreras artificiales al consumo del vino en nuestro país. El vino tiene muchas virtudes, pero una de las más importantes es su capacidad de forjar relaciones de amistad.
Las hacemos, por supuesto, cuando nos tomarnos un vino con un amigo, pero Luis Cetto y Camillo Magoni lo hicieron en 49 años de trabajo en que construyeron la mayor empresa productora de vino de nuestro país.
Semillas para bloquear
Una vez más, el viernes 8 de agosto, la Autopista del Sol estuvo bloqueada durante horas. Una vez más las autoridades prometieron concesiones a los manifestantes. Una vez más se plantaron las semillas para que el bloqueo de vías de comunicación siga siendo una forma habitual de negociación política.
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