¿Qué sabemos de cierto?
En primer lugar que López Obrador, si su salud se lo permite, volverá a aparecer en la boleta presidencial. El mismo la ha afirmado. En febrero pasado declaró: "Si quiere la gente voy a ir de nuevo en el 2018. Esto que te digo, no les gusta a mis adversarios, les molesta, a lo mejor también por eso lo hago, porque la verdad yo no lucho por cargos, yo lucho por ideales, por principios; si estoy con vida para entonces y quiere la gente, pues vamos a tener otra cita con la historia, la tercera será la vencida". Ya sabemos quién es la "gente" cuando habla López Obrador: él.
A diferencia de las dos ocasiones pasadas, la decisión de aparecer en la boleta no va a depender de los perredistas. Ahora él tendrá este poder porque en 2018 AMLO tendrá su propio partido, Morena, para hacer y deshacer a su gusto.
Una segunda cosa que podemos afirmar es que, en el caso del PRI, regresará el dedazo. No es que así lo haya revelado Peña Nieto. Pero yo no tengo la menor duda que, en la cultura política que sigue prevaleciendo en el PRI, será el Presidente el que decida quién será el candidato presidencial de ese partido. No quiere decir, sin embargo, que será su amigo, compadre o favorito. Si algo demostró Peña cuando tomó la decisión de quién sería el candidato del PRI a la gubernatura del Estado de México es que prefiere al mejor posicionado en las encuestas. En aquel entonces fue el alcalde de Ecatepec, Eruviel Ávila. Creo que en 2018 hará lo mismo: su dedo mágico apuntará al priísta con mejores posibilidades de ganar la elección.
En cuanto al PAN, creo que ese partido llegará débil y dividido al 2018. Un poco como le pasó al PRI en 2006. Los priístas no acababan de procesar la derrota del 2000. Varios grupos se pelearon a muerte. El presidente del partido, Roberto Madrazo, lejos de ser un factor de unidad, agudizó aún más las divisiones por su capricho de ser el candidato presidencial. De esta forma, el PRI llegó muy debilitado a las elecciones y acabó en un lejano tercer lugar. El PAN corre el mismo riesgo. Ante las divisiones que todavía genera la derrota del 2012 y la polarización que se ha dado durante la dirigencia de Gustavo Madero (quien, por cierto, se rumora que quiere ser candidato presidencial), a los panistas se les está acabando el tiempo para recomponerse rumbo al 2018.
Otra cosa que sabemos de cierto es que la elección será la más cara de la historia de México. Los partidos tendrán más dinero que nunca ya que, por la puerta de atrás, se aprobaron un aumento en sus partidas presupuestales en la última reforma electoral. Además, cambiaron las reglas para tener aún más spots de radio y televisión. Así que habrá mucha exposición mediática y mucho dinero rondando en torno a la política. Esto inevitablemente llevará a una nueva discusión sobre compra del voto en un país con partidos ricos y votantes pobres.
Desde ahora también podemos adelantar algunas dudas rumbo a la elección de 2018. Por ejemplo, ¿qué va a hacer el PRD frente al hecho de que López Obrador irá, con toda seguridad, en la boleta? ¿Se plegará una vez más al tabasqueño o irá con su propio candidato? Las dos opciones parecen malas para los perredistas. Ir con AMLO significaría reconocer que en todos estos años no pudieron generar un candidato con el peso político para aparecer en la boleta. Pero ir con su proprio candidato, quizá Miguel Ángel Mancera, dividiría el voto de la izquierda entre el PRD y Morena. De esa forma, divididos, será muy difícil que la izquierda gane la Presidencia en 2018.
A menos que ese año explote una crisis económica, ya sea por un choque externo o por el mal manejo de la política fiscal. Eso sí que beneficiaría a López Obrador quien es el candidato perfecto para los desilusionados por un crack de la economía: fue el único que no cooperó con el gobierno de Peña en el Pacto por México. Ahí sí que podría ganar, como él dice, a la tercera.
Twitter: @leozuckermann
Leído en http://www.eldiariodecoahuila.com.mx/notas/2014/9/24/rumbo-eleccion-presidencial-2018-456952.asp
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