"Las controversias más salvajes son sobre aquellos asuntos en los que no hay buenas pruebas ni a favor ni en contra".
Bertrand Russell
La Línea 12 del Metro iba a ser el gran legado de Marcelo Ebrard. En lugar de eso, lo ha conducido con gran desgaste ondulatorio a uno de los mayores pleitos políticos de su vida... uno que lo enfrenta con un antiguo subordinado que él mismo ayudó a convertir en sucesor.
En su conferencia de prensa de ayer, Ebrard se defendió frente a las acusaciones que se le han hecho a raíz de las sanciones contra 33 funcionarios y exfuncionarios que participaron en la construcción de la Línea 12. "Nunca he sido corrupto", dijo.
Citó además al actual jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, "cuando fue procurador que decía que los instrumentos de justicia son para hacer justicia, no para hacer política".
El tema de la Línea 12 se ha vuelto complejo. Las explicaciones sencillas de las fallas han abierto el paso a versiones que plantean que todo está mal en la construcción. Pero Ebrard se pregunta: ¿cómo es posible que la línea haya operado durante tantos meses a pesar de sus problemas supuestamente estructurales?
El consorcio constructor, que incluye a ICA, la empresa mexicana con mayor experiencia en la construcción de metros, sigue insistiendo que la falta está en los trenes. "Todos los cambios que deben hacerse -me dice un vocero- son producto de la incompatibilidad entre trenes y vías.
La infraestructura en sí no tiene problema... La adjudicación directa de trenes incompatibles con la vía es el problema central. El consorcio entregó de acuerdo a las especificaciones".
La licitación original de los trenes fue cancelada para dar una asignación directa al grupo español CAF, cuyos trenes, según el consorcio constructor, que incluye a otra empresa fabricante de trenes, la francesa Alstom, no se ajustaban a especificaciones.
El otro problema, según el consorcio, es que el Metro no realizó un mantenimiento adecuado para compensar la incompatibilidad.
Las imputaciones contra funcionarios y exfuncionarios elevan la disputa de nivel. Estamos viendo una confrontación directa entre el actual jefe de Gobierno y su predecesor. Ebrard señaló ayer que el asunto tendrá que dirimirse en tribunales, mientras que el exdirector del Proyecto Metro, Enrique Horcasitas, dijo que se defenderá legalmente de su inhabilitación.
Pero cualquier solución judicial en nuestro país es necesariamente demorada.
Ebrard parece haber perdido la posibilidad de mantener una influencia política conmensurable con la estatura de quien en 2010 fue considerado "el mejor alcalde del mundo". No sólo ha quedado fuera de la presidencia del PRD, sino que no parece figurar en los planes ni de la nueva dirigencia perredista ni de López Obrador.
Ebrard es, por supuesto, un político de gran resistencia. Sobrevivió al berrinche de su mentor, Manuel Camacho Solís, tras el nombramiento de Luis Donaldo Colosio como candidato del PRI en 1993. También a la salida de Camacho del PRI.
Sobrevivió a la soledad del Partido de Centro Democrático, del que López Obrador lo rescató para convertirlo en secretario capitalino de Seguridad Pública. Sobrevivió a los linchamientos de Tláhuac que llevaron al entonces presidente Vicente Fox a destituirlo como secretario de Seguridad.
Yo no sé si este político de tantas vidas tendrá la capacidad de reinventarse nuevamente. El escándalo de la Línea 12 es mayúsculo. La obra pensada para ser su mayor monumento, su vehículo quizá a la Presidencia de la República, parece haberse descarrilado por un desgaste ondulatorio.
A los gorditos
El impuesto a los gorditos se creó supuestamente para mejorar la salud de los mexicanos. Por eso justificaron este gravamen especial a productos con 275 kilocalorías o más por cada 100 gramos. Pero ahora resulta que se exenta a la tortilla, al pan y a los informales que se hacen formales.
¿Qué no era tan importante forzar a los gorditos a dejar de comer o beber productos de alto contenido calórico?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.