sábado, 4 de octubre de 2014

Beatriz Pagés - Estudiantes del IPN y Osorio Chong: lección de madurez

Cuando el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, decidió —a invitación de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional— salir a la calle para conocer sus demandas y dialogar con ellos, en ese momento ambas partes le dieron un giro a la forma de hacer política en el país.
 
La imagen que la revista Siempre! reproduce en su portada de este número y que ha aparecido cientos de veces en las pantallas de televisión y en los diarios, durante las últimas horas, tiene una carga histórica sin precedentes.
 
La tiene porque es inevitable comparar lo sucedido en 1968 con lo de 2014. En el primer caso, las autoridades tomaron la mala decisión de recurrir a la fuerza para “resolver” un conflicto cuya solución pasaba por escuchar y atender las razones de una joven generación que demandaba cambiar un modelo político verticalista por otro horizontal y democrático.







 
En 2014, se vio un gobierno que no sólo aprendió la lección del pasado sino que entiende lo que hoy es inevitable y requiere de conducción: la emergencia de un poder ciudadano que expresa sus demandas en la calle y exige la atención de los gobernantes a través de movilizaciones masivas.
Apenas la semana pasada se dio en Hong Kong un hecho inédito, muestra de los nuevos tiempos. Cien mil jóvenes salieron a protestar para pedir más democracia electoral sin que las autoridades chinas se atrevieran —aunque lo intentaron— a repetir un incidente como el de Tiananmen.
 
Sería exagerado decir —y supongo que el gobierno está consciente de ello— que el encuentro de Osorio Chong con los estudiantes en la calle resuelve las cosas; sin embargo, se trata de un hecho que toma dimensiones de acontecimiento; de un cambio que marca la forma de hacer política en México.
 
¿Por qué? Porque ver a un secretario de Gobernación salir a la calle, como cualquier ciudadano, para atender el reclamo de la gente, hablar con sencillez y honestidad, a plena luz y ante la opinión pública, dispuesto a resolver lo que permita la ley resolver, contribuye a convertir la política en un terreno de corresponsabilidad donde los conflictos se pueden solucionar a través del diálogo.
 
En el mundo de lo simbólico, Osorio Chong hizo caer, al salir a la calle, el “muro de la desconfianza”.
 
Los estudiantes del Politécnico se han convertido —tal vez sin saberlo—- en autores de una de las páginas más bellas de la democracia nacional.
 
Y lo son por una razón simple: porque con la madurez y prudencia que mostraron al protestar sin insultar, golpear o agredir, le dieron una enorme lección a los grupos anarquistas y a las agrupaciones políticas más radicales, dedicados a imponer sus demandas a través de la fuerza y la desestabilización.
 
Frente a los hechos de violencia que acaban de producirse en Iguala, Guerrero —producto de una estrategia en la que está involucrado el presidente municipal, la policía local y el crimen organizado, y cuyo saldo, hasta hoy, es de 7 estudiantes normalistas asesinados y 47 desaparecidos—, los jóvenes politécnicos representan una esperanza para la construcción de la paz en democracia.
 
Hay algo que nadie debe pasar por alto. Los estudiantes politécnicos son, en su mayoría, hijos de obreros y campesinos. Es decir, forman parte de los estratos socioeconómicos más empobrecidos, por lo que en el fondo de sus demandas académicas existe también y, sobre todo, una fuerte inconformidad social.
 
Más allá de la renuncia de la directora Yoloxóchitl Bustamante y de ajustar el plan de estudios y reglamento interno a la ley orgánica, como lo piden los manifestantes; más allá de democratizar la toma de decisiones en el Politécnico, tendrá que construirse una esperanza de vida para esos miles de estudiantes.
 
Cuando el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, decidió —a invitación de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional— salir a la calle para conocer sus demandas y dialogar con ellos, en ese momento ambas partes le dieron un giro a la forma de hacer política en el país.
La imagen que la revista Siempre! reproduce en su portada de este número y que ha aparecido cientos de veces en las pantallas de televisión y en los diarios, durante las últimas horas, tiene una carga histórica sin precedentes.
 
La tiene porque es inevitable comparar lo sucedido en 1968 con lo de 2014. En el primer caso, las autoridades tomaron la mala decisión de recurrir a la fuerza para “resolver” un conflicto cuya solución pasaba por escuchar y atender las razones de una joven generación que demandaba cambiar un modelo político verticalista por otro horizontal y democrático.
 
En 2014, se vio un gobierno que no sólo aprendió la lección del pasado sino que entiende lo que hoy es inevitable y requiere de conducción: la emergencia de un poder ciudadano que expresa sus demandas en la calle y exige la atención de los gobernantes a través de movilizaciones masivas.
 
Apenas la semana pasada se dio en Hong Kong un hecho inédito, muestra de los nuevos tiempos. Cien mil jóvenes salieron a protestar para pedir más democracia electoral sin que las autoridades chinas se atrevieran —aunque lo intentaron— a repetir un incidente como el de Tiananmen.
 
Sería exagerado decir —y supongo que el gobierno está consciente de ello— que el encuentro de Osorio Chong con los estudiantes en la calle resuelve las cosas; sin embargo, se trata de un hecho que toma dimensiones de acontecimiento; de un cambio que marca la forma de hacer política en México.
 
¿Por qué? Porque ver a un secretario de Gobernación salir a la calle, como cualquier ciudadano, para atender el reclamo de la gente, hablar con sencillez y honestidad, a plena luz y ante la opinión pública, dispuesto a resolver lo que permita la ley resolver, contribuye a convertir la política en un terreno de corresponsabilidad donde los conflictos se pueden solucionar a través del diálogo.
 
En el mundo de lo simbólico, Osorio Chong hizo caer, al salir a la calle, el “muro de la desconfianza”.
 
Los estudiantes del Politécnico se han convertido —tal vez sin saberlo—- en autores de una de las páginas más bellas de la democracia nacional.
 
Y lo son por una razón simple: porque con la madurez y prudencia que mostraron al protestar sin insultar, golpear o agredir, le dieron una enorme lección a los grupos anarquistas y a las agrupaciones políticas más radicales, dedicados a imponer sus demandas a través de la fuerza y la desestabilización.
 
Frente a los hechos de violencia que acaban de producirse en Iguala, Guerrero —producto de una estrategia en la que está involucrado el presidente municipal, la policía local y el crimen organizado, y cuyo saldo, hasta hoy, es de 7 estudiantes normalistas asesinados y 47 desaparecidos—, los jóvenes politécnicos representan una esperanza para la construcción de la paz en democracia.
 
Hay algo que nadie debe pasar por alto. Los estudiantes politécnicos son, en su mayoría, hijos de obreros y campesinos. Es decir, forman parte de los estratos socioeconómicos más empobrecidos, por lo que en el fondo de sus demandas académicas existe también y, sobre todo, una fuerte inconformidad social.
 
Más allá de la renuncia de la directora Yoloxóchitl Bustamante y de ajustar el plan de estudios y reglamento interno a la ley orgánica, como lo piden los manifestantes; más allá de democratizar la toma de decisiones en el Politécnico, tendrá que construirse una esperanza de vida para esos miles de estudiantes.


Leído en http://www.siempre.com.mx/2014/10/estudiantes-del-ipn-y-osorio-chong-leccion-de-madurez-politica/



 

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