sábado, 4 de octubre de 2014

René Delgado - Magia y política

Cuando a un mago le falta talento para crear una ilusión y sin querer revela el truco, lo mejor es pedir disculpas, dejar el escenario e irse a practicar frente al espejo. Repetir y repetir la suerte, a ver si resulta en una de ésas, entraña hacer el ridículo, y el ridículo no hace cómico a un mago... lo acaba.

Algo de eso está pasando con los políticos. Cometen un error, lo niegan y lo repiten hasta agotar su credibilidad. Y un político sin credibilidad es un charlatán con fuero.


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Los políticos mantienen la creencia de que, por estar en el poder, sólo ellos generan información y la dominan. A partir de ese error, incurren en otro. Creen que si acuerdan los términos de su divulgación, su verdad será la única y la historia correrá sobre los rieles de su versión.

Pasan por alto dos hechos, la gente lastimada directa o indirectamente por acciones u omisiones, cuando no abusos, de los políticos también genera información y, ahora, los nuevos recursos de divulgación le restan verticalidad al control de medios y le dan horizontalidad al flujo informativo.

Ese fenómeno, consistente en no callar y divulgar, lo entienden los políticos como eventuales fugas de información, susceptibles de taponar y controlar. Sin embargo, cada vez es más frecuente ver cómo las versiones oficiales no resisten el paso de los días o se derrumban a partir de un tweet o, si se quiere, con un pío.

Insistir en la idea de que sólo los poderosos generan información y controlan su divulgación terminará por provocar problemas que, de origen, podrían evitarse. Reavivará problemas que, en la ilusión de los políticos, si no habían sido resueltos, estaban sepultados.

Esta semana, diversos actores políticos vieron derrumbarse la versión oficial que de éste o aquel otro suceso querían sostener y, lo peor, insistieron en el error original haciendo más grande el problema.


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El simple testimonio de una sobreviviente, divulgado por la revista Esquire, dio al traste con la versión oficial de la muerte de 22 presuntos delincuentes a resultas de un enfrentamiento con el Ejército en el municipio de Tlatlaya, Estado de México.

El testimonio colocó en un apuro al presidente de la República y dejó en el más absoluto ridículo al gobernador Eruviel Ávila y al procurador mexiquense, Alejandro Jaime Gómez Sánchez, así como al ombudsman Raúl Plascencia que, en vez de buscar su reelección, debería pedir disculpas públicas y renunciar.

Insostenible la versión oficial, se insiste en el error. Se concede que los muertos fueron aniquilados después del enfrentamiento y, a guisa de rectificación, se acusa de homicidio a tres soldados. No se ofrece información cabal ni se expande su divulgación. No, se entrega a cuentagotas, a sabiendas del tamaño de la catarata.

¿Por qué repetir el truco descubierto?


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El dirigente panista, Gustavo Madero, se empeñó en descalificar la información relativa a su legítima ambición de postularse como diputado y, luego, retener la dirección del partido, así como la coordinación de la bancada albiazul de la próxima legislatura y, ahora, resulta que hacia ese destino se perfila.

Los tiempos estatutarios de su partido lo alcanzaron y ya solicitó licencia como dirigente para postularse como candidato a diputado, dando el primer paso en el sendero señalado. De la inteligencia con que se condujo para consolidarse en la dirección de su partido, Madero ha pasado al escenario a practicar actos de magia sin dominio y, en esa medida, pierde credibilidad. De seguir cometiendo, negando y repitiendo errores, es de pronóstico reservado su candidatura presidencial al 2018.


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Pese a la advertencia de que la reforma político-electoral constituía un error, un auténtico mazacote legislativo, y que su efecto se advertiría apenas se implementara, las dirigencias panista y perredista se empeñaron en negar -por no decir festejar- el error cometido.

En particular, los albiazules se mostraron orondos de haber condenado la reforma energética a la aprobación de la reforma político-electoral. Sin calcular su impacto estructural en el régimen electoral ni su impacto presupuestal en el costo de la democracia, celebraron su capricho. Ahora, a punto de arrancar el proceso electoral del año entrante, panistas y perredistas se sienten chamaqueados por el PRI en la integración y composición de los organismos públicos locales... y ya empezaron a descalificar al instituto creado por ¡ellos!

Igual patinan los consejeros del Instituto Nacional Electoral. Conscientes del mazacote legislativo que administran, afrontan el primero de una serie de tropiezos que, sin duda, tendrán.

¿Por qué si la oposición y algunos de los consejeros sabían del mazacote, insistieron en avalarlo como una gran reforma?


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En Iguala hay muertos y desaparecidos, pero también los hay en Acapulco y en muchísimos otros lugares de Guerrero.

Ante la evidente ingobernabilidad de la entidad y la incapacidad del gobernador Ángel Aguirre Rivero, la dirigencia perredista resolvió cortarse la última falange de su meñique: expulsar de sus filas al presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca -ahora prófugo de la justicia-, y cobijar al gobernador.

Desde la súbita transformación de Ángel Aguirre Rivero de priista en perredista y de su postulación al gobierno de Guerrero, se advirtió el error de confundir las posiciones con las posturas políticas. La dirigencia perredista se inclinó por ganar la posición y perder la postura.

El error estaba a la vista y, cometido, el perredismo se pronuncia por el segundo. ¿Cuántos errores más resiste el primero?


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En el cierre del mensaje presidencial con motivo del segundo informe de gobierno, Enrique Peña Nieto afirmó: "Si algo nos tiene que quedar muy claro es que éste no es el país de antes. Éste es el México que ya se atrevió a cambiar". Visto que los trucos se repiten hasta la necedad y que la magia de la política se desvanece, no queda más que decir que el país de antes es el de ahora. ¿Se rectificará?


sobreaviso12@gmail.com

        


Leído en http://www.plazadearmas.com.mx/noticias/columnas/portada/

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