sábado, 11 de octubre de 2014

René Delgado - Abrir fosas, no cavar otras

Pese a la cómplice manía del gobierno y los partidos de aislar los conflictos y presentarlos de modo inconexo, cada vez es más difícil ocultar plazas donde el crimen gobierna mientras la política medra.

En esa pervertida lógica, la demagogia y el cinismo ganan terreno a la democracia y el civismo. Ahora, se pide blindar las elecciones 2015 y evitar que el crimen intervenga en ellas, como si el crimen estuviera fuera y no dentro de la política. No por nada, el inicio del proceso electoral coincide con el hallazgo de las fosas donde el poder político elegido, asociado al poder criminal patrocinador, arrojó los cuerpos martirizados de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Mezcla de urnas electorales y funerales.








Perdida la frontera entre crimen y política, echarle llave y candado por dentro a las elecciones puede terminar por asegurar esa asociación y lastimar más las libertades y los derechos ciudadanos. Si el gobierno y los partidos insisten en negar y encubrir esa realidad, más honesto será que postulen criminales y reduzcan el gasto electoral.


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Hay innegable rabia y tristeza en la afirmación anterior, no exageración.

Cada partido lava la ropa sucia en casa con la tranquilidad de que el adversario hace lo mismo y, en complicidad siniestra, todos callan la boca y cierran los ojos. Pese a la presunción de ser muy distintos, son iguales. Así como el perredismo no halla cómo dar la cara por José Luis Abarca en Iguala y Ángel Aguirre en Guerrero sin perder las plazas; el priismo ni se inmuta por explicar el vínculo de Fausto Vallejo y Jesús Reyna en Michoacán con el crimen. Todos electos, todos manchados, todos cómplices en silencio.

El panismo ni frotarse las manos puede, las trae llenas de sangre o dinero. El impune elenco de políticos albiazules vinculado con el crimen y la corrupción es de colección. En primera fila, desde luego, Felipe Calderón, entusiasta promotor de la espiral de la violencia; de la idea de que, bien acomodados, todos los cuerpos caben en una misma fosa; y de la consigna: más vale una víctima colateral muerta, que un sospechoso vivo.

Las tres principales fuerzas comparten un profundo desprecio por la vida. Si acaso algo les preocupa, es el costo electoral que los muertos implican. Lo demás, es lo de menos.


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Son tantas las fosas en el país que ocurre lo mismo que con los vestigios prehispánicos en la península de Yucatán, no se descubren porque no hay la capacidad para determinar qué hacer con ellas.

No hay metáfora en lo anterior. Más de un funcionario y de un dirigente político lo sabe: ahí, en esas fosas, están muchos de los desaparecidos, pero no hay la infraestructura forense, el equipo científico ni el personal antropológico suficiente para rescatar, analizar e identificar los cuerpos y dar respuesta a los miles de familiares que reclaman saber del paradero o la suerte de su ser querido. Por lo demás, los muertos -excepto cuando votan- no son rentables políticamente.

Ahí se explica por qué los partidos carecen de una postura firme y clara frente a los desaparecidos. No la tienen porque, sin duda, en éste o aquel otro caso pueden tener responsabilidad, y más vale la paz de los sepulcros, que el ruido del pico y la pala. Se inquietan, pero no mucho cuando la víctima es uno de los suyos. Si es de la ciudadanía, asunto de ella.

También se explica por qué el reclamo de víctimas y desaparecidos corre por cuenta de movimientos sociales o ciudadanos que no acaban de articularse en uno solo ni de cobrar la fuerza para someter a su dictado al gobierno y los partidos.


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Lo peor es que la élite en el poder insiste en creer que lo suyo es hacer política de segundo piso, nada de tocar el suelo y mucho menos mezclarse con la gente. ¿Pues qué se cree ésta?

En su conjunto, la clase política se desconecta y distancia crecientemente de gobernados y electores, ciudadanía digna de recibir una despensa o tarjeta en temporada electoral. Fuera de temporada, la cúpula del gobierno y los partidos se fascina por armar pactos, acuerdos y transas exclusivos, en la comodidad de los salones del poder, volcados en atender sus propios intereses o los de sus patrocinadores, criminales o no.

Por eso, el panismo y el perredismo no molestan al priismo por el desastre de su gobierno en Michoacán, el priismo y el panismo guardan respetuoso silencio ante el perredismo por el desastre de su gobierno en Guerrero, el priismo y el perredismo no molestan al panismo por los moches al bajar dinero del presupuesto. Complicidad disfrazada de solidaridad de clase.

Nada les importa que más de una vez se les haya advertido del grado del malestar social, la denigración de la política, de la inutilidad de reformar leyes sin modificar conductas... mientras la cuerda aguante, qué necesidad de aflojarla.


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Ahora, sin embargo, gobierno y partidos están en un apuro. Modificaron el régimen electoral, echando a perder lo bien hecho y, por si fuera poco, encareciendo exorbitantemente su costo y complicando su administración... y el mazacote legislativo, hecho por ellos, no les satisface.

Los creadores del mazacote, destacadamente el panismo, no están de acuerdo con las primeras acciones del Instituto Nacional Electoral y, algo peor, cuanto está ocurriendo en Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Tamaulipas y otros estados o plazas de la República pone en evidencia que la sana incertidumbre electoral no arroja por resultado la necesaria estabilidad política y sí encrespa el malestar social.

No sólo eso, el elevadísimo gasto electoral derivado de la administración de los concursos y de las jugosas prerrogativas que reciben los partidos no es garantía de mantener el dinero sucio o ensangrentado fuera de la elección. Más de un candidato tricolor, azul o amarillo abre la cartera sin mirar quién la llenó de dinero y qué compromiso adquirió al sumar patrocinadores, criminales o no, en su afán de catapultarse y conquistar la posición anhelada.


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Gobierno y partido deberían abrir las fosas, en vez de cavar la suya.


sobreaviso12@gmail.com



Leído en http://www.plazadearmas.com.mx/noticias/columnas/portada/


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