lunes, 10 de noviembre de 2014

Tomás Bustos Muños - Transitar de la anarquía al estado con justicia

Los más enajenados buscan venganza, en lugar de justicia. La venganza correría hacia el infinito la cadena de las injusticias y los vengadores no hallarían paz ni para sí mismos ni para sus hijos y nietos. Debemos admitir que durante los últimos treinta años, hicimos esfuerzos titánicos para avasallar lo que de 1917 a 1982 habíamos logrado.

Los conservadores se burlaban del discurso priista que argumentaba como un logro, la paz social. Ésta argumentaban no se debe al régimen político, sino a una sociedad encadenada. Durante un largo período el Estado mexicano transitó-no sin dificultades-, de un país de caudillos a uno de instituciones. Durante el cual se resolvieron conflictos sobre el método para cristalizar objetivos como el laicismo y el Estado promotor de bienestar.









Hubo quienes deseaban acelerar el paso para transitar de la economía mixta, al socialismo científico. Es histórico el encuentro entre el ilustre Caso y el brillante revolucionario Vicente Lombardo Toledano.
La Universidad Nacional, es la síntesis de una lucha permanente entre liberales y conservadores. Lograr el equilibrio entre los opuestos, ha permitido sobrevivir a la institución educativa más grande y trascendente de la historia de México.
De la confrontación de dos ideologías opuestas surgió la sociedad avecindada en la capital de la República con toda su riqueza cultural que es motivo de admiración y reconocimiento por el país entero.
La guerra ha sido la madre de todo cuanto existe, dijo alguna vez un griego, personaje importantísimo del país que hizo surgir la democracia como directriz central de la política.
Los llamados países de orientación occidental,- aunque su cultura de asiente considerablemente en el medio oriente-, aceptan la democracia como la forma de gobierno por antonomasia. En nombre de ella, se arroga el imperio en turno la potestad para intervenir impunemente en los asuntos de otros Estados.
La impunidad, no se ha enseñoreado, partiendo de abajo hacia arriba, sino de arriba hacia abajo. La forma más cruel de la corrupción es la que usa el imperio destruyendo pueblos, haciendo que millones de gentes pierdan su casa y su identidad. La pretendida defensa de los derechos humanos, es un pretexto intervencionista, más que una forma de humanismo.
Quienes luchan porque prevalezcan las garantías individuales deben ampliar sus pretensiones a los derechos sociales, cuya marginación es causa de nuestras desgracias.
Exaltamos la violencia por todas partes. Surgen deportes que deshumanizan y son divulgados a millones de gentes que se vuelven insensibles al sufrimiento y por ende, no tienen empacho en generarlo a diestra y siniestra.
La ganancia nos ciega y no reparamos en la violencia que haya necesidad de aplicar para lograrla. El poder público creación cultural para proteger la justicia, se ha convertido en instrumento para lograr ganancia ilícita con impunidad.
El sentido de nación se ha perdido no solamente en México. Quienes predominan son las empresas exitosas, no porque el éxito sea reprobable, sino que para obtenerlo frecuentemente se pasa sobre la dignidad de millones de personas.
La auto denigración sobrevive en nosotros como vestigio del complejo de malinche. Los mexicanos, somos los más malos, violentos y corruptos del mundo y, nuestros héroes, los seres más débiles y perversos de cuantos haya. Son esas ideas que procuramos lleguen a la conciencia social. Quejémonos por ello y no sólo por las consecuencias, especialmente quienes manejan las ideas y la educación.
Los vengadores no buscan al culpable en las causas, sino en las personas a quienes odian y detestan. El presidente Peña Nieto recibió un país en crisis en todos los ámbitos del desarrollo y la enajenación delirante busca descargar en él, no un sentimiento patriótico, sino la ira irreflexiva, a la que combate arrojándole combustible.





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