Cuando algo espantoso ocurre en algún
lado, los medios y las redes sociales se encargan de difundirlo de
inmediato. Podemos a todo color ver lo que ha sucedido y, cada vez con
más frecuencia, en vivo, cuando el mismo suceso se está llevando a cabo.
Solo falta que la tecnología pronto permita que a través de nuestros
dispositivos móviles captemos los desagradables olores de muerte y
destrucción que generalmente se respiran en los lugares en donde han
habido hecho violentos.
Si no fuera porque constantemente nos
falla la memoria, y más cuando se trata de eventos terribles que ocurren
en otros lugares y afectan a otras personas, viviríamos en un constante
estado de terror.
Después de la sorpresa inicial que nos provoca un hecho desagradable que afecta a otros no pasa mucho tiempo para que lo olvidemos o archivemos en algún lugar remoto de nuestras memorias. Nuestros cerebros aparentemente cuentan con un mecanismo de defensa que nos hace olvidar las tragedias ajenas. Este mecanismo tiene un lado positivo ya que evita que vivamos en un estado de constante miedo o terror ante lo que pudiera ocurrirnos; pero también tiene un lado negativo porque al olvidar ciertos eventos corremos el riesgo de no estar preparados para evitar ser protagonistas de un evento similar.
El caso de los ataques terroristas ejemplifica lo anterior. Cuando ocurre uno de ellos los medios y las redes sociales lo difunden y comentan intensamente. Después de unos días, el evento que pudo haber acabado con muchas vidas inocentes pasa a segundo plano hasta que se olvida.
La semana pasada la atención del mundo se centró en París, donde los letales ataques perpetrados por tres ciudadanos franceses (dos de ellos hijos de argelinos y el otro de senegaleses) que supuestamente seguían instrucciones del ejército terrorista autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL, por sus siglas en inglés) dejaron 20 muertos (incluidos los tres atacantes) y 21 heridos.
Unas semanas antes, el 16 de diciembre, la atención se centró en Peshawar, Paquistán, en donde terroristas de la organización islámica Talibán (del árabe, talib, que significa estudiante) entraron a una escuela y mataron a balazos a 145 personas, la mayoría de ellos niños.
12 días antes, el 4 de diciembre, en la ciudad chechena de Grozny, en Rusia, militantes de la organización islámica Emirato del Cáucaso, atacaron diversos edificios y se enfrentaron a balazos contra la policía. Al final del día había 26 muertos, entre terroristas y policías, y 26 heridos.
Y dos días antes de los eventos en Chechenia, militantes de la organización islámica Al- Shabaab mataron a 36 mineros no musulmanes en Mandera, Kenia.
¡Ah! Olvidé mencionar que el 27 de diciembre, en un pueblo de la región de Mazogo, en Camerún, militantes de la organización islámica Boko Haram (que en el lenguaje hausa que se habla en esa parte del mundo significa “la educación occidental es un pecado”) atacaron e incendiaron un pueblo. Al final del día había 84 muertos entre terroristas y civiles.
Solamente en diciembre del año pasado ocurrieron 18 de los 248 ataques terroristas que se perpetraron el año pasado. En total murieron 459 personas.
La mayoría de los atentados ocurrieron en el Medio Oriente, Asia Central, Asia y África, pero también autoproclamados yihadistas causaron muertes en Australia, Bélgica, Canadá y Estados Unidos. Los ataques en París confirman que algunas organizaciones islámicas, entre ellas el ISIL, han decidido llevar su “guerra santa” a escenarios más cercanos a todos nosotros, donde habitan los no musulmanes que consideran sus enemigos que deben ser convertidos o muertos.
Mas vale que dejemos de ser amnésicos y empecemos a analizar y estudiar la yihad que los musulmanes fundamentalistas y fanáticos han decidido emprender contra el mundo que no es como ellos quieren que sea.
La relación de los ataques terroristas ocurridos en 2014 está en http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_terrorist_incidents,_2014.
Después de la sorpresa inicial que nos provoca un hecho desagradable que afecta a otros no pasa mucho tiempo para que lo olvidemos o archivemos en algún lugar remoto de nuestras memorias. Nuestros cerebros aparentemente cuentan con un mecanismo de defensa que nos hace olvidar las tragedias ajenas. Este mecanismo tiene un lado positivo ya que evita que vivamos en un estado de constante miedo o terror ante lo que pudiera ocurrirnos; pero también tiene un lado negativo porque al olvidar ciertos eventos corremos el riesgo de no estar preparados para evitar ser protagonistas de un evento similar.
El caso de los ataques terroristas ejemplifica lo anterior. Cuando ocurre uno de ellos los medios y las redes sociales lo difunden y comentan intensamente. Después de unos días, el evento que pudo haber acabado con muchas vidas inocentes pasa a segundo plano hasta que se olvida.
La semana pasada la atención del mundo se centró en París, donde los letales ataques perpetrados por tres ciudadanos franceses (dos de ellos hijos de argelinos y el otro de senegaleses) que supuestamente seguían instrucciones del ejército terrorista autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL, por sus siglas en inglés) dejaron 20 muertos (incluidos los tres atacantes) y 21 heridos.
Unas semanas antes, el 16 de diciembre, la atención se centró en Peshawar, Paquistán, en donde terroristas de la organización islámica Talibán (del árabe, talib, que significa estudiante) entraron a una escuela y mataron a balazos a 145 personas, la mayoría de ellos niños.
12 días antes, el 4 de diciembre, en la ciudad chechena de Grozny, en Rusia, militantes de la organización islámica Emirato del Cáucaso, atacaron diversos edificios y se enfrentaron a balazos contra la policía. Al final del día había 26 muertos, entre terroristas y policías, y 26 heridos.
Y dos días antes de los eventos en Chechenia, militantes de la organización islámica Al- Shabaab mataron a 36 mineros no musulmanes en Mandera, Kenia.
¡Ah! Olvidé mencionar que el 27 de diciembre, en un pueblo de la región de Mazogo, en Camerún, militantes de la organización islámica Boko Haram (que en el lenguaje hausa que se habla en esa parte del mundo significa “la educación occidental es un pecado”) atacaron e incendiaron un pueblo. Al final del día había 84 muertos entre terroristas y civiles.
Solamente en diciembre del año pasado ocurrieron 18 de los 248 ataques terroristas que se perpetraron el año pasado. En total murieron 459 personas.
La mayoría de los atentados ocurrieron en el Medio Oriente, Asia Central, Asia y África, pero también autoproclamados yihadistas causaron muertes en Australia, Bélgica, Canadá y Estados Unidos. Los ataques en París confirman que algunas organizaciones islámicas, entre ellas el ISIL, han decidido llevar su “guerra santa” a escenarios más cercanos a todos nosotros, donde habitan los no musulmanes que consideran sus enemigos que deben ser convertidos o muertos.
Mas vale que dejemos de ser amnésicos y empecemos a analizar y estudiar la yihad que los musulmanes fundamentalistas y fanáticos han decidido emprender contra el mundo que no es como ellos quieren que sea.
La relación de los ataques terroristas ocurridos en 2014 está en http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_terrorist_incidents,_2014.
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