La idea de perseguir selectivamente al grupo delincuente que produzca más temor social se traduce en ir primero contra el secuestro, homicidio, venta de protección, asalto y robo. Y que se despenalice la producción y consumo de drogas, como ya se hace con el tabaco y el alcohol. La muestra la da la naturaleza:
Es bien conocido por los biólogos el fenómeno por el que desaparecen las cepas más virulentas, más mortíferas, de un microorganismo causante de una enfermedad. Decimos que la naturaleza es sabia y con eso hasta los ateos entramos al terreno de la teleología y el diseño, sólo cambiamos un dios por otro.
La naturaleza es ciega y sobre todo impasible: no la enternece la gacela perseguida por los leones ni toma en consideración que sea “adulta mayor” o padezca algún tipo de incapacidad. Por el contrario: son motivos para eliminarla y que deje de consumir un pasto que otras necesitan. Lo dijo de los humanos Steve Jobs en su estremecedor discurso en Stanford.
Con los microorganismos ocurre otro tanto: las variedades o cepas más mortíferas resultan eliminadas de la competencia por infectar nuevos organismos porque matan demasiado pronto al que infectan y no les da tiempo de pegar el salto a otro, sano, para subsistir como especie.
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