Una simple equivocación sobre el autor de un libro ha desatado una campaña, como pocas vistas, en las redes sociales y en estos foros, así como también, varios artículos, todos ellos en contra de Enrique Peña Nieto, expresando serias dudas, manifestadas de diferentes maneras, sobre su capacidad para gobernar, en el caso de que fuera el elegido para la Presidencia.
Las descalificaciones y los calificativos despectivos en su contra, también han proliferado en todos esos lugares, sin embargo, por ejemplo, en el caso de Ernesto Cordero, quien también se equivocó, aunque menos, según su opinión, pero de manera más censurable, al haber ya sucedido lo ocurrido a EPN y él haberlo criticado y tenido, además, toda la ventaja para prepararse con anticipación y lucirse con este tipo de preguntas, en ese caso, no se han generado ni críticas ni artículos poniendo en duda sus aptitudes para gobernar.
Tampoco el error del ex Secretario de Salud, José Ángel Córdoba, lo ha merecido, dejando de manifiesto que no se ha criticado lo dicho por EPN por considerarse realmente transcendente, en la opinión de quienes se han ensañado en su contra sino, más bien, se ha aprovechado al máximo la ocasión para utilizarla electoralmente, disfrazándola de un reclamo justificado pero, todos estos actores, en su afán de descalificarlo, no se han dado cuenta de haber demostrado, ya sea, pertenecer al grupo de los polarizados electoralmente, o bien, si lo prefieren, tener un criterio muy pobre y total desconocimiento de los requisitos que debe reunir una persona para tener éxito en su actividad productiva, cualquiera que esta sea, incluyendo, desde luego, la presidencia de la Republica, yo los dejo en libertad de ubicarse en cualquiera de esas dos categorías. Siendo el principal objetivo de este escrito el justificar catalogarlos de esa manera, así como también, que de ese cúmulo de opiniones adversas exista, cuando menos, una a favor de Enrique Peña Nieto.
Lo expresado a continuación no tiene nada de novedoso ni de extraño pues, se supone que es del conocimiento de cualquiera medianamente ilustrado, por consiguiente, es sorprendente como se han ignorado los antecedentes necesarios para desempeñar con éxito cualquier actividad. Entre las tonterías escritas con la finalidad de descalificar a EPN, el domingo pasado leí en Milenio un artículo titulado “Somos lo que leemos”, lo cual es un error, por decir lo menos. Todos tenemos un conjunto de cualidades, defectos y determinado grado de estudios, y no es precisamente lo que leemos lo que nos hace aptos para desempeñar algún puesto ni define nuestra personalidad sino, para empezar, el tipo de libros que hayamos leído y el provecho obtenido de los mismos, variable según la persona, así como también, la experiencia previa en algunas actividades y la capacidad intelectual.
La experiencia representa un factor muy importante, con aportaciones adicionales no obtenidas en los libros especializados, que proporcionan solo generalidades, no aplicables exactamente en ninguna situación particular, solo la experiencia en enfrentarlas nos ayuda a encontrar la mejor manera de hacerlo. Dicha experiencia, si se tiene, es todavía más importante para el candidato al gobierno de una localidad o país pues, lógicamente, no existen libros sobre este tema. Cuando se solicita un trabajo, las características principales para definir la aptitud del solicitante son la escolaridad, la experiencia previa y el aprobar las pruebas psicológicas, en donde se mide, entre otras cosas, de una manera no muy precisa, la capacidad intelectual. La experiencia previa, si se tiene, es la que determina, en mayor medida, la aceptación del solicitante. No se incluyen preguntas sobre los libros leídos. Se debe distinguir el tipo de lectura, si es el relacionado con el trabajo de la persona o de tipo cultural, en particular, de autores famosos, por ser el caso que estamos tratando. Salvo en algunas actividades, la literatura cultural no tiene ningún efecto en la especialidad escogida por una persona, por ejemplo, si nosotros o alguno de nuestros familiares requerimos una operación, tratamos de encontrar al médico más competente para hacerla, si ese facultativo ha leído o no libros culturales no hace ninguna diferencia en sus habilidades para operar, ni tampoco contribuyó o afectó en nada a sus estudios profesionales ni a su desarrollo como médico.
Antes de seguir adelante con este razonamiento, quisiera preguntarles a quienes hayan criticado el incidente de referencia, si alguno de ellos ha leído el libro titulado “La Silla del Águila”, de Carlos Fuentes; según mi pronóstico, las respuestas, si es que se obtienen, variarán entre muy pocos y ninguno, incluyéndome yo entre los que no lo han hecho. Ni pienso hacerlo pero, para no ser juzgado erróneamente, aclaro que, en mis años de vida he acumulado una biblioteca muy numerosa, de libros técnicos, principalmente los relacionados con mi carrera profesional, libros científicos, algunos sobre salud, historia, economía, etc., y aunque también he leído unos pocos de autores famosos, ha sido exclusivamente como pasatiempo y en nada han contribuido a mi formación. En cambio, mi padre, por ejemplo, de quien heredé la afición a la lectura, tenía una gran biblioteca de libros culturales, por haber sido profesor. En consecuencia, el interés en los libros de tipo cultural depende de la ocupación de la persona y de sus gustos, en casos como el mío, preferimos leer de otros temas. Enrique Peña Nieto, tiene ya experiencia demostrada en saber gobernar bien, algo muy importante para presuponer su desempeño como posible presidente. Aunque ninguno de nosotros ha ocupado ese puesto, es lógico suponer que, para cualquier decisión de importancia se hace primeramente un análisis exhaustivo del asunto, con la participación del equipo de trabajo. Mi segunda pregunta a los críticos sería si, en su opinión, en este tipo de decisiones, tendría alguna importancia si el presidente ha leído o no alguno de los libros de autores famosos. Sobre todo, ya sabiendo que hemos tenido presidentes muy cultos y esa cultura en nada les ha servido para su gestión.
En conclusión, teniendo EPN a su favor, su experiencia para gobernar bien, además de otras cualidades que no están consideradas en este análisis, sus críticos, en este caso particular, utilizan como único argumento para descalificarlo como posible presidente el haberse equivocado con el autor de un libro, y conociendo la verdadera transcendencia de las lecturas de tipo cultural en las actividades productivas, ¿No le parecería absurdo, a cualquiera no involucrado políticamente en este asunto, tan solo el utilizar dicho argumento en su contra?
Un cordial saludo a todos los foristas.
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