Denise Dresser |
La idea —equívoca— de crear competencia en el sector de las telecomunicaciones a cambio de la creación de un hipermonopolio. Una decisión que parece buena, pero que entraña malas consecuencias: la concentración del poder en manos de dos grupos que ya abusan de él. La colusión probable a cambio de la competencia que difícilmente se dará. Una concesión a las televisoras que Felipe Calderón les hace, pensando ya en el fin del Gobierno y la necesidad de que le cubran las espaldas.
Porque la Comisión Federal de Competencia probablemente se va a doblar y la Comisión Federal de Telecomunicaciones ya lo hizo. Porque a cambio de la aprobación de un megamonopolio ofrecen licitar algunas frecuencias. Porque las condiciones por las cuales la Cofeco negó la fusión Televisa-Iusacell no han cambiado, pero todo indica que de cualquier manera ocurrirá. Televisa y TV Azteca ejercen el control casi total sobre el espectro radioeléctrico y obstaculizan la entrada de nuevos competidores al sector. Detentan 94 por ciento de las concesiones del ramo en el país y concentran casi 60 por ciento de la inversion publicitaria.
Limitan la pluralidad, maquillan la realidad, venden cobertura favorable como lo reportó esta semana el periódico inglés The Guardian. Y como lo reconoció el periodista Carlos Loret de Mola sobre la empresa para la cual trabaja. Allí están los contratos para ensalzar la imagen de Enrique Peña Nieto. Allí están las prácticas periodísticas poco éticas que hoy desprestigian a la televisora desde hace años.
Pero más allá de las costumbres cuestionables que se dan tanto en la televisora de avenida Chapultepec como en la del Ajusco, hay otro gran tema en juego. La propia Comisión Federal de Competencia lo había dicho en su resolución de enero pasado: la fusión disminuiría, dañaría e impediría la competencia y la libre concurrencia en la television. Tendría efectos positivos en la competencia del mercado de servicios de telefonía móvil, pero éstos se podrían obtener de otra manera y sin hacerle un favor tan grande a las televisoras. ¿Qué argumentos usará ahora la Cofeco para recular?
Seguramente dirá que ha condicionado la fusión a ciertas reglas y a nuevas realidades, incluyendo la licitación de lo que podría convertirse en una tercera cadena. Dirá que exigirá la retransmisión gratuita de señales abiertas en los sistemas restringidos, como la television de cable. Dirá que demandará la desincorporación de algunos canales de television, como el 9 de Televisa. Pero esas reglas no son las importantes ni las más trascendentes. Y no hay manera de obligar a las televisoras a cumplirlas. Año tras año, fallo tras fallo, hacen caso omiso de las exigencias del órgano regulador. Retan a la autoridad o tan sólo la ignoran.
Con la fusión crecerá aún más su poder de presión, su capacidad de chantaje, su venta de espacios a Enrique Peña Nieto o al mejor postor. Y la Cofeco seguramente justificará su rectificación argumentando que ha ligado la fusión a la licitación de nuevas cadenas de television abierta. Pero la decisión será equivalente a permitir que dos empresas se repartan mercados, y fortalezcan un monopolio en lugar de competir entre sí. Entrañará dañar la competencia en el mercado de publicidad en televisión abierta, justo en el momento en que la concentración del poder televisivo está en el centro del debate público.
Televisa y Televisión Azteca hoy forman parte integral de la agenda del movimiento #YoSoy132. Son objeto de críticas, son foco de denuncias, son el pararrayos de una politización que ve a los monopolios mediáticos como “centros de veto” que están coartando la consolidación democrática y el desarrollo económico. Televisa y TV Azteca viven una crisis —merecida— de su imagen pública precisamente en el momento en el que las autoridades regulatorias se aprestan a darles más poder del que ya tienen. Si la Cofeco aprueba la fusión como parece indicar que sucederá, será equivalente a ignorar los reclamos legítimos, las exigencias válidas, las acusaciones que llevan años gestándose y que ahora afloran. Si la Cofeco avala la fusión será señal de que ha claudicado.
Y será signo de los tiempos electorales cuando las televisoras saben que obtienen lo que piden. Ante ellas hay una Cofeco doblegada, una Cofetel vencida, un Presidente complaciente, una clase política asustada, unos reguladores que en lugar de imponer las reglas del juego permiten que Televisa y TV Azteca las hagan a la medida de sus intereses. Lo que sí empieza a cambiar es la anuencia de la sociedad. Se escucha en las marchas, se lee en las pancartas, se oye en las demandas del movimiento #YoSoy132. Muchachos exigentes clamando “Sociedad Informada, Jamás Manipulada”. Jóvenes demandantes que ya no van a aceptar una transacción en la que se les ofrece el gato, pero se les cambia por una liebre.
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/gatoporliebre-1307617-columna.html
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