Esteban Moctezuma Barragán |
La civilización aprende dolorosamente cómo construir justicia y equidad en la democracia. Este aprendizaje ha sido muchas veces violento y precisamente, por ello, es que mientras más avanzada es una nación, menos recurre a la fuerza y más a la inteligencia. Esto aplica tanto a pueblos, como a gobiernos, partidos políticos o líderes.
La verdadera transformación no ocurre en un evento, ni en un momento, como la madurez de una persona no se da al día siguiente de su cumpleaños. Son procesos, esfuerzos conscientes, metas alcanzables.
La aspiración de toda sociedad es vivir en armonía y un método armónico para transformar positivamente conciencias, hábitos, temperamentos, y competencias, es la música.
En Venezuela cuentan con el “Sistema”, creado por un apóstol de la paz llamado José Antonio Abreu. Lleva 35 años iniciando y desarrollando a la niñez y juventud venezolana en la música clásica, ubicando a sus niños, en la cumbre mundial.
Hoy no se puede transitar por el planeta sin toparse con un gran director o músico venezolano. Este esfuerzo no sólo ha significado éxito musical, sino un impacto social que permite a millones de venezolanos llevar una vida feliz, humanista y compartida.
El Sistema es un esfuerzo que nace de una persona, Abreu, y que después es apoyado por el gobierno central. Desde antes de Chávez existe este programa social musical y seguirá después de éste.
En medio de la lucha armada, de la guerrilla y de la violencia del narcotráfico, hace veinte años también se inició un esfuerzo similar en Colombia, a través de su reconocido sistema de iniciación musical llamado “Batuta”.
Los beneficiarios de este esfuerzo son, fundamentalmente niños desplazados por la violencia. Se calcula que hay cerca de dos millones de en esta situación.
Batuta es un programa de gobierno, con apoyo de empresas, que ha logrado crear grupos llamados Bebe Batuta, Centros de Iniciación Musical, Pre Orquestas y Orquestas Sinfónicas Infantiles y Juveniles. Hoy cuenta con 52 orquestas de calidad musical y un programa de aprendizaje de alto impacto social.
En ambos países el poder transformador de la música se vive a diario. Niños que conviven sin importar niveles de ingreso, razas, religiones o diferencias de cualquier índole. Jóvenes que se han empoderado, que alimentan su autoestima y desarrollan sus habilidades y competencias, abandonado la inacción, la marginación y los vicios. Ciudadanos que saben construir, buscar la excelencia, exigirse a sí mismos, demandar a los adultos lo que les corresponde y orientar a los pequeños para ser mejores.
¿Cuándo nos tragamos la idea que educar sólo era fortalecer lecto-escritura y matemáticas?
Llevamos más de una década haciendo énfasis en ello, sin darnos cuenta que una sociedad es un conjunto de seres humanos interesados en amar, crear una familia, producir, divertirse, viajar, ser solidarios, interpretar música, cantar, bailar, hacer deporte, en fin, crear y recrear una cultura.
He visitado Venezuela y Colombia y aprendido de los responsables de estos esfuerzos para mejorar Esperanza Azteca, el programa social musical mexicano que encabeza Fundación Azteca y en el que participan el gobierno federal, los gobiernos estatales, la sociedad civil y las familias de 29 Estados. Este modelo mexicano ya se replica en El Salvador, Guatemala y el Perú.
Esperanza Azteca ha crecido de manera espectacular en tan sólo tres años, al grado de contar ya con 54 Orquestas y Coros Sinfónicos Infantiles y 12 mil niños inscritos.
Trabajar en y por ello, es, sin duda, trabajar por transformar socialmente nuestra sociedad desde su raíz misma.
Ex Secretario de Desarrollo Social
emoctezuma@tvazteca.com.mx
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