martes, 7 de agosto de 2012

Otto Granados - Con la brújula perdida

Otto Granados

Un mes después de la elección y es extravagante el nivel de confusión que ha alcanzado la conversación pública, si es que así puede llamarse, acerca de las prioridades del país para los próximos años.

Partamos de lo siguiente: ni la de AMLO es la rebelión nacional que se prefiguró hace seis años, ni el movimiento 132 existirá en unos meses, ni habrá primavera mexicana, ni hay una crisis constitucional, ni la democracia electoral estuvo en riesgo, ni hay una movilización nacional en contra del ganador de los comicios presidenciales. Lo que hay, ciertamente, son los jadeos previsibles de actores políticos y sociales todavía poco acostumbrados a vivir dentro de un orden natural donde los resultados electorales benefician a uno y derrotan a los demás. Así funciona.


Pero el problema, ese sí más grave, de esta estación postelectoral, es que, con la brújula perdida, no ha iniciado una discusión intensa, razonablemente lúcida e informada, sobre tres aspectos esenciales para el país: la definición de un programa básico, la integración del equipo y las condiciones de una gobernabilidad efectiva entre el ejecutivo y el legislativo.

Lo primero es crucial: la administración de Enrique Peña tendrá que empezar pronto a formular sus ideas principales en torno a los dos objetivos mayores: impulsar un crecimiento económico alto y sostenido y neutralizar el problema de la inseguridad y la violencia. Por tanto, esto exigirá una batería de reformas y de decisiones de política pública no para sacar el conejo de la chistera, porque hoy abunda la información sobre ambos temas, sino para poner en blanco y negro qué se va a hacer para alcanzar tales objetivos, en qué plazos y a qué costos. Este inicio de sexenio no tendrá luna de miel, como no la hubo en 1988, 1994 o 2006, sino más bien arrancará en medio de una atmósfera muy densa, y con los resabios del actual encono, de presión pública por ver cuál es su capacidad política, intelectual y técnica y cuáles los resultados que ofrecerá.

El segundo acertijo es con quién va a gobernar el futuro presidente. Por ahora se ve muy difícil inventar una nueva cohorte de funcionarios sencillamente porque entre las personas probadamente competentes y talentosas (y disponibles e interesadas en ingresar al gobierno) las hay de muy diversas edades, biografías y perfiles, y más vale empezar a hacerse a la idea de que habrá un entreveramiento; Zedillo y Salinas eran menores que Peña cuando iniciaron, de modo que, estrictamente, será difícil hablar de una generación nueva.

Y, finalmente, no se requiere mucho seso o imaginación para ponerle números al gobierno sin mayoría, basta con sumar los datos oficiales, sino diseñar una estrategia eficaz de negociación con el congreso; es decir, con quién, cómo y a cambio de qué tejer una alianza, formal o de hecho, con las bancadas legislativas que ayuden al presidente a ensamblar mayorías.

Todo lo demás, es perder el tiempo.

og1956@gmail.com



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