miércoles, 29 de agosto de 2012

Mario Luis Fuentes* - No son los huevos


Lo que nuestro país y el campo mexicano necesitan es reconstruir las capacidades locales para producir alimentos nutritivos e inocuos.


Hay un error en la base de la explicación acerca de lo que está pasando en torno a la llamada “crisis del huevo”. Al respecto debe reconocerse que lo que la detonó es el brote de influenza aviar y la consiguiente necesidad de sacrificar más de 11 millones de aves en las granjas afectadas del estado de Jalisco.
El error se encuentra en asumir que esta crisis se trata exclusivamente del encarecimiento de los huevos. No se ha comprendido que en el fondo lo que está fracturado es el sistema alimentario mexicano, pues la lógica irracional de mercado a la que fueron subsumidos, tanto campo como las redes de distribución alimentaria en el país, nos ha llevado a la pérdida de la soberanía alimentaria y a la incapacidad generalizada de garantizar a plenitud el derecho a la alimentación.




Para comprender lo anterior debe cambiarse la lógica del análisis y pasar de la medición estrictamente macroeconómica hacia una comprensión amplia de la mortalidad y sus causas.
Por ejemplo, según el INEGI, entre los años 2001 y 2010, en México murieron más de 84 mil personas por desnutrición. De ellas, más del 36% vivían en el sector rural. Lo inaceptable es que en nuestro país únicamente 23.5% de la población vive en el sector rural, es decir, hay una muy alta sobre-mortalidad a causa de la falta de ingesta adecuada y suficiente de los alimentos.
Por otro lado, debe considerarse que fue precisamente el alza en los precios de los alimentos lo que provocó el incremento en más de cuatro millones de personas, entre 2008 y 2010, en situación de carencia por acceso a la alimentación. Si a ello se agrega la restricción impuesta en Rusia y China a la exportación de los alimentos, lo cual provocará un nuevo incremento en los precios del maíz y el trigo, lo esperable es que la inflación en los alimentos sea mucho mayor que lo proyectado a inicios del año y, posiblemente, un recrudecimiento de la pobreza.
El otro dato ampliamente conocido es el relativo a las muertes por diabetes, la cual está asociada, entre otras cosas, a la falta de hábitos de vida saludables, pero también a la no disponibilidad de productos alimenticios de calidad y de bajo costo. Sólo en 2010 fallecieron en el país más de 70 mil personas por la diabetes y más de 80 mil por cardiopatías y enfermedades del aparato circulatorio.
Lo que nuestro país y el campo mexicano necesitan —y con urgencia— es reconstruir las capacidades locales para producir alimentos nutritivos e inocuos; y ello no se puede lograr sin una nueva política social capaz de reconstruir las redes de abasto, estrategias eficaces de producción para el autoconsumo desde una doble perspectiva: la seguridad alimentaria de la población y la construcción de una nueva cultura de desarrollo sustentable en el sector rural.
Para lograrlo, la nueva administración tendrá que lanzar, desde su primer día de gestión, una agresiva estrategia para abatir la pobreza extrema. Sin duda, con los recursos con que contamos el hambre puede erradicarse en el corto plazo, pero se requiere la voluntad política para tomar las medidas que urgen para asumir, como el gran mandato ético del nuevo sexenio, evitar que cada año mueran más de ocho mil personas por desnutrición en nuestro país.
                *Director del CEIDAS, A.C.

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