miércoles, 29 de agosto de 2012

Rafael Loret de Mola - Fuerte presión

Rafael Loret de Mola
Los dislates frecuentes, matizados por el dramatismo de las circunstancias terribles, plantean no sólo la presión que una sociedad en estado de indefensión asimila cotidianamente sino también el grado de vulnerabilidad de las instituciones, no sólo las del sector público, ante las sostenidas andanadas de los violentos. Y, por tanto, revelan igualmente que el sector público está acorralado porque, hasta el momento, va perdiendo los combates contra las mafias dominantes, aun cuando, claro, lo niegue formalmente el imberbe secretario de Gobernación.

A golpes de negligencias mutuas, el encuentro del Presidente de la República en funciones y el jefe de gobierno del Distrito Federal, reacio a reconocer al primero como mandatario por estrategia política, fue pactado en 2008, más por la emergencia que por voluntad y decisión de los funcionarios quienes, a su vez, son incapaces de acordar sobre otros temas sin que medie la intermediación de los organismos civiles. La soberbia ofusca y la intolerancia anula cualquier propósito de enmienda; y mucho más cuando no cesan los exabruptos de los radicales a quienes parece irles muy bien entre el fuego cruzado. 




En esos días, el presidente de la Asociación Mexicana de Bancos, Enrique Castillo Sánchez Mejorada, debió salir en defensa del poderoso gremio aduciendo que el “lavado de dinero”, producto de los miles de millones de dólares que genera el narcotráfico –se calculaba entonces la derrama en 22 mil millones de dólares, casi a la par con el monto de las remesas anuales de los mexicanos trabajadores fuera de nuestro país-, se vuelca hacia las compras de joyas y de inmuebles para subrayar que no son los bancos los almacenes de la economía sucia. Esto es como si no hubiera pruebas de ello: Bastaría citar las investigaciones sobre el poderoso Citigroup, beneficiario de privilegios para la adquisición de Banamex con todos los avales del régimen foxista, para poner en predicamento al declarante. Por cierto, de nada sirvieron los señalamientos y antecedentes respecto al citado consorcio en expansión cuando privaron otro tipo de intereses en la cúpula del poder. Fíjense cuánto tiempo llevamos con el tema.

Desde luego, Castillo Sánchez, protegió a su feudo pretendiendo desviar la atención. Lo mismo sucedió en 1982 tras producirse el saqueo histórico de divisas que obligaron a la administración de José López Portillo al declarar el control estatal de las mismas y la nacionalización bancaria. Siempre me he preguntado si la segunda medida, de fugaz trayecto, no significó un grande alivio para los banqueros porque ¿en dónde estaban depositados los casi 40 mil millones de dólares llevados al exterior precipitadamente, en pleno frenesí especulativo, por los políticos venales y sus socios financieros? En los bancos nacionales, claro, que luego fueron estatizados, mediando indemnizaciones históricas, para volver a ser puestos en manos de los socios del establishment. Tres tandas y tres negocios redondos a la sombra del poder político. Sencillo y suficiente. 

López Portillo murió sin cumplir su advertencia de publicar la lista de “saca-dólares”. Sólo me dijo, en memorable ocasión, que la encabezaban varios miembros de lo que fue su gabinete presidencial. Pero supe, a través de distintas filtraciones provenientes del propio ex mandatario, algunos de los nombres de los aludidos encabezados por Pedro Ojeda Paullada, situado entonces en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en donde procedió, naturalmente, en sentido contrario a la filosofía de tal cargo, esto es la protección a los obreros y asalariados. Más bien se sirvió del camuflaje para reunir fortuna e impunidad y en este punto permanece, sin el menor recato, a la par con otras “distinguidas” familias beneficiarias del populismo irredento.

Cuando se subraya la supuesta vigencia de la fiscalía investigadora de “los crímenes del pasado” pocos ponen el acento en los rezagos tremendos que provienen de las aplicaciones tendenciosas de los administradores públicos, sobre todo los ex presidentes jamás juzgados. ¿O acaso no es un crimen también depauperar al colectivo a costa de especular con los movimientos del mercado y medrar con la información privilegiada, esto es adelantándose a las medidas discrecionales del presidente en turno? Tal hicieron los políticos multimillonarios de la vieja hornada quienes, en vez de ser exhibidos –siquiera- ocupan sitios prominentes dentro de una sociedad envilecida por los dineros sucios. 
Así y todo, los representantes de los intocables financieros contemporáneos se dan tiempo para, de manera por demás displicente, señalar hacia otros cauces, obviamente también infectados, para evadirse de sospechas más que justificadas. No me queda la menor duda acerca del papel, por momentos turbios, de las instituciones de crédito cuyos dueños jamás han perdido una batalla, ni siquiera cuando se dio la estatización y la oligarquía inició el linchamiento contra quienes fueron sus autores, comenzando por el maniatado López Portillo quien dejó pendiente su pobre defensa histórica avasallado por la frivolidad. 

Ya va siendo hora, de una vez por todas, que se diluciden las adquisiciones de Bancomer y Banamex, por parte del hispano BBVA y el estadounidense Citibank, en condiciones de sospechosa oferta. Y, de paso, resolver el nudo de complicidades mayores que llevó a la formación del Banco Azteca, alentado por el grupo foxista como si de una prioridad nacional se tratara, para asegurar flujos y destinos del dinero de los emigrantes mexicanos obligados a pasar por las tiendas de raya de Eureka. Abundaremos.

La Anécdota 
Si entre los miembros del gabinete de López Portillo -1976-1982- se repartieron culpas por el saqueo inmoral de divisas en la década de los ochenta, cuando la catástrofe financiera abrió las puertas al lavado de dinero sucio y al consiguiente “boom” del narcotráfico, valdría la pena reencontrarnos con algunos nombres. No se olvide que fue el propio don José, el mandatario frívolo, quien expresó el referente. 

En la secretaría de Relaciones Exteriores fungió, desde 1979, Jorge Castañeda padre; por Hacienda, pasaron tres: Julio Rodolfo Moctezuma, David Ibarra Muñoz y Jesús Silva Herzog Flores; en Patrimonio Nacional –transformada en Secretaría de Patrimonio y Fomento Industrial- despachó José Andrés de Oteyza; en la de Comercio actuaron Fernando Solana y Jorge de la Vega –luego protegido por Carlos Salinas-, en la Secretaría de Obras Públicas se situó a Pedro Ramírez Vázquez y en Educación a Porfirio Muñoz Ledo; en Turismo a Guillermo Rosell de la Lama para dar paso a la sin par Rosa Luz Alegría, la madame Pompidou de la época; y como regente de la ciudad de México se desempeñó Carlos Hank González. 

Sigan, amables lectores, el olor de las grandes fortunas y encontrarán, con los apellidos citados, el rastro de los grandes saqueadores.


loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
LOS TRABAJOS SUCIOS, ASÍ SEA RELACIONADOS CON LOS DELITOS LLAMADOS DE CUELLO BLANCO, SIEMPRE DEJAN RASTRO; MUCHO MÁS LOS COMETIDOS DESDE LA CÚSPIDE DEL PODER... AUNQUE SE RÍA CALDERÓN POR AHORA.


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