martes, 11 de septiembre de 2012

Alejandro Encinas - Movimiento y partido

Alejandro Encinas

Tras la elección presidencial de 2006 la izquierda entró en un proceso de división y diferenciación. El posicionamiento ante el gobierno espurio de Calderón; la contienda por la presidencia nacional del PRD y la ruptura de la Coalición Por el Bien de Todos, que condujo a severas derrotas como sucedió en las elecciones locales de Guerrero en 2008, auguraban su fractura.
A lo largo de ese proceso se impulsaron nuevas formas de organización: la Convención Nacional Democrática, el Gobierno Legítimo y más adelante el Movimiento Regeneración Nacional, que pronto se constituyeron en espacios amplios de participación que rebasaron los linderos de las filas partidarias y permitieron la convergencia tanto de militantes de distintas organizaciones políticas como de ciudadanos sin filiación política.




Largo fue también el andar para construir el Movimiento Progresista. Hubo que enfrentar resultados adversos en las elecciones intermedias; la disolución del Frente Amplio Progresista y la formación del DIA; la pretensión de imponer como estrategia electoral la alianza con el PAN, que se logró revertir en la elección a gobernador en el Edomex, cuando la ruptura era inminente, y la selección de nuestro candidato presidencial, que se resolvió con inteligencia y unidad.
Pese a la manipulación del proceso, el resultado evidenció la fuerza de nuestro candidato, la importancia de abrir nuestra propuesta a los sectores medios y al empresariado emprendedor; así como la importancia de la actuación unificada de la izquierda, que permitió recuperar la confianza en un amplio sector de ciudadanos cansados de las divisiones internas. Mantener la confluencia de estos factores será determinante para consolidar la fuerza que representamos, donde Morena debe seguir siendo el eje articulador.
Se requiere mantener un movimiento amplio y plural, con una estructura flexible y horizontal que desate la iniciativa y la imaginación de la gente. Al mismo tiempo, se requiere construir una organización política que permita a los miembros de Morena acceder al poder público y a los cargos de representación popular, evitando la subordinación de Morena a los partidos y que éstos cosechen los espacios de representación a los que legítimamente pueden aspirar sus miembros.
La formación de un nuevo partido garantizaría estos objetivos, mas no necesariamente la unidad del movimiento progresista. Más aún, la creación de un nuevo partido pondrá en riesgo la viabilidad de los proyectos de nuestros aliados.
Comparto la idea de crear algo nuevo, mas no a cargo de minar lo hasta ahora construido. Sé que al seno de Morena existen diferencias y cuestionamientos fundados a dirigentes y prácticas antidemocráticas de los partidos, con lo que coincido y de las que he sido severamente crítico. Pero también entiendo que más allá de los intereses de dirigentes partidarios o de los grupos de interés que existen en los partidos, lo importante es consolidar lo logrado.
Una posibilidad es la creación de un partido-frente con los actuales integrantes del Movimiento Progresista, en el que bajo un solo registro partidario, Morena y los partidos, establezcan un frente político electoral, manteniendo la autonomía y organicidad de cada integrante en igualdad de condiciones, con base en un acuerdo político en lo fundamental que permita la unidad de acción; el derecho a disentir y defender posiciones en los temas que no formen parte del acuerdo básico y con reglas claras de convivencia y competencia interna para definir los órganos de dirección y las candidaturas del frente.
Un partido-frente permitiría mantener la unidad y la expansión del movimiento progresista, evitaría la fragmentación electoral; obligaría a los partidos existentes a una renovación profunda; a superar las burocracias y los grupos de interés, y permitiría continuar el proceso de unificación de las fuerzas progresistas, a partir del cual todos los procesos de creación de nuevos partidos se asociaron a la unificación de las izquierdas. Así sucedió en 1981, cuando el PCM decidió disolverse para formar el PSUM, en 1987 con la creación del PMS, y en la formación del PRD en 1989.


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