Rubén Cortés |
La salida de AMLO favorecerá a que el PRD encuentre, al fin, una figura auténticamente de izquierda, sin que provenga de la ideología mudable del PRI, como ocurrió con los principales miembros de ese partido, desde su fundación en 1989.
Es una ruptura histórica porque coincide con la aparición en la izquierda de lo que Tocqueville definió como “la generación que quiere nacer, nace”… representada con el surgimiento de Miguel Mancera como político de franca extracción ciudadana.
Ajeno a la dinámica perredista, Mancera ganó las pasadas elecciones capitalinas sin negociar espacios de su gabinete con las tribus perredistas, ni definir las candidaturas para no contraer deudas y arrancar sin compromisos.
Pudo hacerlo porque no está contaminado con la pertenencia a grupos tradicionales de poder del PRD corporativista y clientelar. Claro, como buen político, ya en el poder, sí negociará con las dos fuerzas principales de la izquierda capitalina: Los Chuchos y Los Bejaranos.
Será en ese momento en el que la ecuación tocquevillana parezca imparable, porque aun cuando Mancera es un político hecho a sí mismo, fue Marcelo Ebrard quien tuvo ojo para verlo y le allanó el camino como su candidato.
Formado en el PRI, Ebrard pudo, sin embargo, reinventarse y transitar hacia una posición de izquierda moderna, tal cual demuestra como Jefe del GDF, construyendo instituciones y ampliando el régimen de derechos y libertades. Para que todo cambie, algo debe de permanecer: la condición de liderazgo de Ebrard en el PRD sin AMLO funcionará como catalizador de la proyección nacional que alcanzará Mancera desde el GDF.
Porque la capitanía del PRD, como partido verdaderamente de izquierda (a que lo obliga a definirse la salida de AMLO), quedará en Mancera (gracias a la gran catapulta política que le significará el GDF) o en Ebrard (por la fuerza natural que hereda).
Mientras, Mancera tiene la posibilidad de desarrollar un gobierno histórico por el notable bono democrático que representó haber ganado la jefatura del GDF con el más alto porcentaje (63.34) de un candidato desde 1997, cuando la izquierda llegó al gobierno local.
Además, de definir realmente qué es “ser de izquierda”, algo que en la política mexicana no termina de quedar claro, debido a la procedencia priista de los integrantes más prominentes del PRD, siendo que el priismo ha tenido diferentes ropajes ideológicos a lo largo de más de 80 años.
Y entender que una izquierda moderna está obligada a hacer converger la preeminencia de la empresa privada en la economía y la del Estado en la protección social.
Sólo un político de izquierda que sepa explicar la necesidad de esa convergencia será un político de izquierda moderno.
Ahora sólo hay dos en México: Miguel Mancera y Marcelo Ebrard.
ruben.cortes@razon.com.mx
Twitter: @ruben_cortes
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