Jaime Sánchez Susarrey |
1. Hay dos asuntos capitales en los que no se debe cometer ningún error de inicio: la integración del gabinete y la definición de las prioridades del nuevo gobierno. Un mal arranque tiene costos muy altos y corregirlo lleva tiempo, que es el recurso más escaso de todos los recursos (Castillo Peraza, dixit).
2. La definición de prioridades es fundamental. Peña Nieto inicia con un capital político considerable, pero dilapidarlo es muy fácil. Baste recordar lo que le ocurrió a Vicente Fox con las negociaciones de paz con el EZLN, como punto de arranque de su gobierno. No se debe quemar pólvora en infiernillos.
3. No abordar, por ningún motivo, la nueva reforma electoral al fragor de la elección pasada. Los ánimos aún están encendidos. Debe pasar el tiempo y dar espacio a la serenidad y la reflexión de todos los actores políticos. La experiencia de 2007 es ejemplar de lo que no debe hacerse. La sobrerregulación y los atentados contra la libertad de expresión fueron las notas dominantes para lograr un objetivo inalcanzable: la conformidad de AMLO con el orden institucional.
4. Asumir el principio de mayoría a cabalidad, que no hay que confundir con el consenso. En la democracia gobiernan las mayorías, no la unanimidad. Si no fuera así, las elecciones no tendrían sentido. Quienes votaron por Peña Nieto esperan que cumpla sus promesas y su oferta de gobierno. Asumir que las reformas se deben aprobar por consenso no es una ingenuidad, es una tontería. Si fuera posible, se habrían promulgado hace muchos años.
5. Lo prioritario, y pospuesto en México desde 1997, son las reformas estructurales: laboral, energética y fiscal. No hay que perder la brújula. Pero además, en este caso el orden de los factores sí altera el producto. Se debe analizar y precisar el 1, 2, 3. La primera que se apruebe debe convertirse en el principio de un círculo virtuoso.
6. Sería un error que Peña Nieto dejara pasar la oportunidad de avanzar en la reforma laboral planteada como iniciativa preferente. De entrada, porque tiene importantes coincidencias con la propuesta del PRI. Y además, porque siendo Presidente electo y no en funciones, no cargará con el costo político de lastimar intereses corporativos.
7. El otro asunto capital es la cuestión de la seguridad. El tema es delicado porque constituye una papa caliente y es muy poco probable –por no decir, imposible- que pueda ofrecer resultados inmediatos. De ahí que los cambios en la estrategia deban mostrar que efectivamente se operan correcciones que pueden generar frutos positivos. Igualmente importante será hablar con claridad y hacer transparente lo que ocurre (el número de víctimas, por ejemplo).
8. La transparencia y el combate eficaz de la corrupción, como reformas iniciales, tienen sentido en sí mismas. Pero sobre todo deben servir para avalar y legitimar una reforma fiscal efectiva. No se pueden cobrar más impuestos si no se demuestra que se gasta bien y los dineros no van a los bolsillos de unos cuantos.
9. A partir de las prioridades se deben plantear alianzas estratégicas. Y en ese punto no hay mayor misterio: en materia de reformas estructurales la convergencia mayor es entre el PAN y el PRI. La historia de los últimos decenios lo confirma, pero también las plataformas programáticas de ambos partidos.
10. La ventana de oportunidad de Peña Nieto está en los dos primeros años. Después vendrá la elección intermedia y, posteriormente, se entrará –quiérase o no- en la lógica de la sucesión presidencial. Más aún, cuando en la izquierda hay ya dos precandidatos en campaña (Ebrard y AMLO).
11. La oposición a las reformas estructurales tendrá un componente social y contestatario encabezado por AMLO. Será, por lo tanto, indispensable dar la batalla y ganarla en la opinión pública. En el entendido que no será un debate racional ni ordenado, sino demagógico y tramposo. Y en el entendido, también, que habrá un sector importante de la población que se tragará cualquier rueda de molino que le lance López Obrador.
12. La "izquierda" ha jugado, históricamente, un doble juego: golpea y vocifera con la mano izquierda, pero cobra con la derecha. Es posible que la salida de AMLO del PRD abra la puerta a una oposición racional y propositiva. Pero no hay certeza que así ocurrirá. En el PRD hay múltiples corrientes y muchas de ellas son retardatarias y trabajarán desde dentro a favor de AMLO. Del PT y Movimiento Ciudadano no se puede esperar gran cosa. Y todos ellos tendrán encima la presión de López Obrador.
13. La estrategia de AMLO será la de un juego de suma cero: cualquier victoria o logro de Peña Nieto será para él una derrota y viceversa. Por eso hará todo y de todo para que el gobierno fracase. Será, en otras palabras, una lucha sin cuartel. Una lucha donde todo se vale, desde las mentiras hasta los montajes, pasando por las provocaciones.
14. La oportunidad es única y no durará indefinidamente. Si el proyecto reformista fracasa esta vez, es muy probable que no se presente otro escenario favorable en mucho tiempo. Entre 1997 y 2012 han pasado, nada más y nada menos, que 15 años. El país no puede darse el lujo de esperar otros dos sexenios. Y tampoco puede quedar a merced de una minoría, importante pero minoría, que impida el gobierno legítimo de la mayoría.
15. Peña Nieto será evaluado –como él mismo lo ha reconocido- por los resultados. La volatilidad de los votantes es un hecho. No hay mayorías ni filiaciones estables. Y el tiempo vuela. Si no hay avances contantes y sonantes, los ciudadanos girarán en cualquier sentido y el único que les queda por experimentar es la senda del caudillo.
Leído en: http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?tipo=1&id=35071
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