sábado, 22 de septiembre de 2012

Raymundo Riva Palacio - La hora del adiós

PRIMER TIEMPO: ¿De qué se ríe señor Presidente? Vaya que el sexenio resultó tortuoso para Felipe Calderón. Comenzó con una toma de posesión difícil y violenta, donde no sólo tuvo que darle sus manotazos públicos al presidente saliente Vicente Fox, que quería contra todo lo estipulado en la ley colocarle él mismo la banda presidencial, sino que en los últimos minutos previos a la ceremonia, los dirigentes del PRD frenaron a los radicales que querían estallar petardos dentro de San Lázaro, y terminó —cuando menos hasta ahora—, con su último Grito de Independencia pasado por agua, bajo una tormenta que acortó lo que se preveía un festejo espectacular, que calló a todo mundo menos al movimiento #Yo- Soy132, que le gritó “asesino” desde la plancha del Zócalo.



Calderón tuvo para repartir males en el sexenio: una epidemia viral que lo obligó a suspender durante más de una semana toda la actividad productiva del país, la sequía más severa en medio siglo, inundaciones que destrozaron la infraestructura del sureste, la muerte trágica de dos de sus mejores amigos y ambos secretarios de Gobernación, la derrota de su hermana ante el PRI en Michoacán, la del PAN ante el PRI en la elección presidencial, y la crisis financiera mundial por la voracidad de los bancos neoyorquinos, que fue una neumonía en las economías del mundo y un catarrito en México que, sin embargo, provocó un descrédito al gobierno mayor que el de los 60 mil muertos en la guerra contra el narcotráfico. Nadie como Calderón —ni siquiera Miguel de la Madrid, con su crisis económica, petrolera y los terremotos—, había vivido en Los Pinos con tan mal fario. Está a 72 días de terminar su mandato con un nivel de aprobación inferior al de los últimos tres presidentes, pero él se ríe y anda de buen humor. Ya le dicen cínico, en el inicio de la primera catarata de calificativos en su contra. Pero Calderón nunca lo ha sido, sino al contrario. Mejor sería pensar que tras todo este tiempo adquirió el temple que no parecía tener con exceso, lo que no es una mala noticia sino al revés: no tendremos a ningún loco en la Presidencia cuyo mesianismo provoque ingobernabilidad en el momento de transferir el poder a su sucesor.

SEGUNDO TIEMPO: Y dice que sigue siendo el rey. Por extraña razón, algunos incluso podrían alegar disfuncionalidad política, Marcelo Ebrard ha hecho las cosas al revés para eso de aumentar su peso político a futuro. Cuando se negociaban los detalles con Andrés Manuel López Obrador sobre el método de nominación presidencial, se fue a Kuwait en una luna de miel disfrazada. Cuando perdió la candidatura de la izquierda, decidió que seguiría al frente del gobierno del Distrito Federal, en el entendido de que si perdía López Obrador no sería senador, ni diputado, ni líder del partido ni dirigente de nada, sino que se iría a la congeladora política. Para que eso no fuera tan frío, cuando la vio cerca, arregló que le dieran la presidencia del Comité de Ciudades Seguras de la ONU, para que durante los próximos cuatro tuviera algo productivo qué hacer. “Desde ahí serviré a México”, declaró pomposamente, a sabiendas que es una mentira piadosa. Ebrard necesita reflectores porque está a punto de perderlos. Por eso, también repitió incansablemente que a partir de que dejara el Palacio del Ayuntamiento, se lanzaría por la candidatura presidencial en 2018. Dime qué dices para decirte qué te falta. Una vez más, va contra la natura del zoon politikón mexicano. Sus alter ego López Obrador y Enrique Peña Nieto, lo hicieron al revés. El primero siempre dijo que nadaría de muertito y no declaró ir por nada hasta que inició la campaña. El segundo dijo que su interés estaba en el estado de México, y que no adelantaran vísperas. En los dos casos, su fortaleza radicaba en el poder como gobernantes, no en cómo les va a Johannesburgo, Nueva Orléans o Lagos con su seguridad. Los que votan no están en el mundo, ni la clientela en la ONU. Ebrard se agarró de lo único que aparentemente tenía, en un momento de emergencia política que disfrazó esta semana que termina con el colofón de su informe ciudadano, donde le cantaron —junto con él—, “pero sigo siendo el rey”. Lo será, pero hasta que en la primera semana de diciembre le digan: “Muera el rey; viva el Rey”.

TERCER TIEMPO: Los ultras quieren el poder. La próxima semana en Guanajuato, un delfín será ungido como gobernador. Se trata de Miguel Márquez, quien releva a quien lo puso en la ruta del poder estatal, Juan Manuel Oliva. A este personaje, que tiene licenciatura de periodista pero que se doctoró de grillo, su criatura ya le mordió la mano. Pero no suspiren, porque a Oliva no le preocupa tanto que su chamaco le saliera rebelde, sino su futuro mediato. El aún mandatario guanajuatense tiene la ficha número uno para lanzarse por la presidencia nacional del PAN el próximo año, y desde esa trinchera comenzar a construir su pedestal de líder formal y real de los azules. Oliva debe pensar que necesitarán de un liderazgo verdadero, porque la pesadilla no ha comenzado en el PAN, que hoy sigue siendo el partido en el poder. A partir del primero de diciembre, la realidad será que por primera vez en 12 años estarán fuera de la Presidencia, lo que es una ecuación complicada, porque muchas de las figuras panistas, o no eran miembros del partido o eran muy jóvenes cuando vivían en la oposición, por lo que no saben qué es estar fuera del presupuesto y las prebendas. El PAN ya se asoma a una crisis profunda —porque el fondo, no se equivoquen, aún no lo tocan—, y necesitará quién lo rescate y conduzca a puerto seguro. Oliva cree que es él, y que el turno llegó para que un representante de los grupos más conservadores del partido lo rescate. Quizás, aunque por lo que le sucedió antes cuando quiso ser un líder, puede fracasar rotundamente. No será un episodio desconocido para él, quien pese a todo, tiene una valoración sobre él mismo mayor que el culto al Cristo de El Cubilete.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter: @rivapa

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