jueves, 6 de septiembre de 2012

Julio Hernández López - Anhelos de reconocimiento

Julio Hernández López
En su primera entrevista exclusiva ya con la etiqueta de electo, Enrique Peña Nieto se tropezó (a pesar de las redes de protección tendidas por Televisa, su casa mediáticamente matriz) a la hora de hablar sobre un eventual diálogo con su persistente adversario político, Andrés Manuel López Obrador. No reaccionó con altura y elegancia, asumiéndose por encima de las particularidades y declarándose dispuesto a atender sin condiciones los reclamos y propuestas de cualquier mexicano, sino que blandió como requerimiento faccioso, mostrándose dolido por las acusaciones de ilegitimidad en su contra, el que su muy hipotético interlocutor tabasqueño primero le reconozca como Presidente de la República (sin reparar en que políticamente sería un reconocimiento supremo, sin necesidad de palabras expresas, el que se diera el caso, que hoy parece muy remoto, de que AMLO se sentara con él a dialogar; exhibiendo involuntariamente una valoración precaria de su título formal de “presidente electo”, dado que sigue exigiendo que se le den reconocimientos políticos que ya no deberían importarle como tales si se sintiera satisfecho con los protocolos legales).




No es intrascendente ni anecdótico ese posicionamiento arisco y arrogante. A pesar de que hay muy pocas probabilidades, virtualmente nulas, de que el gran opositor a EPN llegue a sentarse a dialogar con el mexiquense, la respuesta dada al entrevistador Joaquín López Dóriga muestra la manera en que la cúpula del priísmo visualiza la relación dialéctica entre poder y oposición, en especial lo que tanto escuece al peñanietismo y sus voceros clamorosos, es decir, la resistencia civil anunciada por el excandidato tripartidista y las osadas manifestaciones de rechazo que en distintas partes del país y en condiciones cada vez más peligrosas realizan jóvenes agrupados bajo la bandera del movimiento 132.

Peña Nieto pareciera (y no sólo respecto a AMLO) buscar rendiciones, más que entendimientos; reconocimientos protocolarios, más que diálogos productivos; sumisión formalista, no equilibrio ni dignidad desde la disidencia: primero que se arrodillen, luego ya se verá. Pero tales desplantes, cargados de un sentimiento de inferioridad disfrazado de lo contrario, no reflejan un ánimo político positivo y propositivo en quien, haiga sido como haiga sido, está en la antesala institucional del poder público federal. El propio Carlos Salinas, en su momento, dialogó en el más profundo de los secretos con Cuauhtémoc Cárdenas mientras en las plazas los seguidores del michoacano acusaban al primero de espurio e ilegítimo. El propio AMLO llegó a conceder en público el trato de “presidente” a Felipe Calderón durante su efímera transformación amorosa en segundas vísperas electorales./

Avenimiento pleno, políticamente nupcial, en espera de retoños reformistas e impunidades concertadas, es el mostrado al mismo tiempo por el nuevo concesionario de Los Pinos, el antedicho licenciado Peña y el precarista que por un sexenio se mantuvo ocupando tal predio de uso comercial. Ayer se reunieron allí el entrante y el saliente, deseosos de dar muestra pública de tersura en el traspaso contratado, de respeto riguroso al clausulado en el que ambas partes convinieron, de respeto a la palabra en los tratos habidos, de ser buenos ganadores frente a la baraja de cartas por ellos marcadas. A la reunión de terciopelo concurrieron el panista y el priísta con sus respectivos equipos de transición y al final habrían de emitir sendos mensajes sobre lo platicado y resuelto en esa sesión.

Otra demostración pública de afectos condicionados por la similitud partidista pero, aún peor, por la disposición del gobernador en turno para apoyar actos de campaña presidencial, se vivió en Toluca ayer mismo cuando un muy contento Enrique asistió al primer informe de labores del subsidiario Eruviel Ávila. Allí, con aires de maximato regional, la figura central fue quien luego declaró a una televisora local que él será un “presidente amigo” del Estado de México. Otros amigos presentes en el acto mexiquense fueron Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps. También saludaron amistosamente a Peña Nieto los mandatarios postulados por el PRD que aún no define oficialmente la postura de colaboración con el priísta: Miguel Ángel Mancera, del Distrito Federal, y Graco Ramírez, de Morelos, según puntual comentario y fotografía que en Twitter colocó el vicepresidente Luis Videgaray.

Mientras Peña Nieto avanza en la toma del papel protagónico central y Calderón le va cediendo el paso (aunque ayer mismo comió con diputados federales panistas para tratar de impulsar las dos iniciativas de ley que al amparo de la modalidad de dictaminación preferencial presentó, sobre todo la relacionada con lo laboral), la izquierda electoral avanza en la definición de posiciones que ya están suficientemente esbozadas. El segmento apegado plenamente a lo institucional reconoce desde ahora la legalidad de la elección de Peña Nieto, aunque mantiene un discurso de escaparate con reproches por la falta de “exhaustividad” del tribunal electoral federal al estudiar las denuncias lopezobradoristas. Este viernes, la comisión nacional política del sol azteca habrá de precisar los términos de su colaboración con el nuevo esquema de poder dominado por el priísmo mexiquense y salinista. 

López Obrador, por su parte, trazará su camino el próximo domingo en el zócalo de la Ciudad de México. Aún cuando subsiste una irritación fundada respecto al proceso electoral y su desenlace programado a favor del PRI, parecería demasiado costoso en términos políticos el plantear como consigna central una lucha directa contra la imposición del priísta que entre otros beneficios ha recibido incluso el de la tardanza del lopezobradorismo en confrontarlo, al dejarle el escenario virtualmente libre durante los valiosos días de consolidación posteriores al fallo electoral. Ya se conocerán los nuevos planteamientos del tabasqueño, que bien podrían tener acentos especiales en la reorganización electoral y la lucha social. ¡Hasta mañana! (fin)



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