sábado, 29 de septiembre de 2012

Rene Delgado - Partidos en reconstrucción

René Delgado
El panorama que la elección dejó a las tres principales fuerzas políticas obliga su replanteamiento, reorganización así como la reformulación de los términos de su reinserción en la escena nacional.

Si los partidos ignoran que la situación se reduce a un cambio en el turno del poder presidencial y no advierten la nueva condición en que quedaron, pueden dar lugar a una circunstancia política todavía más compleja que la prevaleciente.




El partido tricolor está de plácemes: sin reconfigurarse, regresa a la residencia oficial de Los Pinos.




A lo largo de los últimos 12 años, el priismo no se planteó de manera orgánica su reestructuración para perfilarse como un partido en vías de recuperación del poder y, sin embargo, en él está de nuevo. Cuatro acciones parecieran haber influido en ello: uno, una práctica política acertada que, desde la oposición parlamentaria, supo balancear su rol; dos, la preservación y recuperación de importantes posiciones políticas tanto en los estados como en los órganos cuyos integrantes exigen negociar su nombramiento; tres, el despliegue de una campaña mediática -cuyos costos están por verse- para asegurar la posibilidad de Enrique Peña Nieto; y, cuatro, el brutal fracaso del panismo en el gobierno y la desarticulación de la izquierda.

Sin embargo, más allá del júbilo, el partido tricolor y su gobierno afrontan un enorme desafío: establecer los términos de su relación, así como la que entablarán con los otros polos de poder tricolor generados durante el tiempo que estuvieron fuera de Los Pinos.

El dirigente tricolor, Pedro Joaquín Coldwell, ha señalado -a partir de un juego de palabras- que esa relación será la de "la sana cercanía". Sin duda, se trata de una frase hecha que no entra al fondo de la materia. Si se parte del principio de que, 12 años después, nada ha cambiado y el presidente de la República se constituirá de nuevo en el primer priista del partido y el partido su extensión, más pronto que inmediatamente afrontará problemas esa relación.

Es difícil pensar que los diversos polos de poder que el priismo desarrolló en los últimos 12 años terminarán por realinearse como antes sólo porque, de nuevo, uno de ellos ocupa la residencia oficial de Los Pinos. Gobernadores, coordinadores parlamentarios, dirigentes sindicales que preservaron su plaza, televisoras, así como quienes se constituyeron en mecenas del priismo lejos están de disciplinarse porque sí; intentarán preservar y agrandar el espacio que tienen.

El peñismo y el priismo tienen ahí un desafío que exige respuestas rápidas y distintas a las del pasado. Pensar en la reconcentración y la recentralización del poder no es la solución. En la relación con el partido así como con los nuevos y los viejos polos de poder tricolor se cifra la posibilidad del peñismo.

 
 
 
La separación de Andrés Manuel López Obrador de los partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y del Movimiento Ciudadano y la pretensión de convertir en partido al Movimiento de Regeneración Nacional meten a la izquierda en una dinámica distinta y la colocan ante posibilidad de hacer de ello una gran oportunidad o una gran dificultad.

Esa decisión acaba con una situación insostenible. En el Partido de la Revolución Democrática no cabían quienes lo habitaban y, en aras de una unidad artificial, el esfuerzo y la energía se concentraban en pleitos y en arreglos intestinos que a nadie dejaban satisfechos y frenaban la acción de ese partido. Esa decisión deja detrás también esa unión de intereses que protagonizaba el liderazgo de López Obrador con el Partido del Trabajo y el Movimiento Ciudadano, donde estos prestaban el registro a cambio de asegurar su sobrevivencia.

Vive, pues, la izquierda un tiempo definitorio y no está mal. Está ante la posibilidad de pulverizarse o de reconstituirse de otro modo a partir de las demandas del sector ciudadano, nada despreciable, que reclama contar con un auténtico órgano político con vocación de poder y un proyecto de nación afín a la idea de abatir la desigualdad social y fortalecer la democracia. Los modos de convivencia de un sector de la izquierda con las otras fuerzas políticas, algunos de ellos marcados por la corrupción y el acomodo, no constituían ni constituyen una opción.

Es prematuro vislumbrar lo que ocurrirá con la izquierda, pero verla sacudirse puede ser una buena noticia.

 
 
 
Acción Nacional vive una de sus peores crisis y, sin duda, en cuanto termine de diluirse el calderonismo, estará en mejor condición de replantearse su destino.

Hasta el día de hoy, la dirección de ese partido ha tenido por mérito resistir el intervencionismo del calderonismo en sus decisiones pero, ello, la ha hecho parapetarse en los sectores duros de la derecha que ahí cohabita. La disputa al interior de esa fuerza se expresa, curiosamente, en ganar la interlocución con el priismo y a partir de ello ganar el control del partido.

Si meses atrás corrió la versión de que Calderón no sería el Zedillo de Acción Nacional, hoy ni la sombra queda de ella. Las atenciones, las cortesías y las facilidades que Felipe Calderón dispensa a Enrique Peña Nieto causan la impresión de que el todavía presidente de la República quiera asegurar, por la vía de la interlocución con el gobierno entrante, una posición de fuerza al interior del panismo o, bien, concretar arreglos favorables -de índole personal- frente al destino que le aguarda.

Eso explica, en cierta medida, por qué Gustavo Madero juega a acercarse a la izquierda para marcarle al próximo gobierno, y al partido tricolor, que él se queda y Felipe Calderón se va, por lo que la interlocución política debe fijarse con el dirigente del partido y no con el Presidente saliente.
Esa circunstancia le impide al panismo plantearse qué será de su organización después del fracaso de sus gobiernos y, luego, de que Felipe Calderón dejé la Presidencia de la República. El problema de concentrar la atención y el esfuerzo político en esa circunstancia es que, cuanto más tiempo tarde el panismo en replantearse como partido y en determinar su reinserción en la escena, más complicada será su situación.

 
 
 
Pueden los partidos, desde luego, conducirse como si vinieran de una elección más y seguir como si nada importante hubiera ocurrido. Lo cierto es que sus condiciones cambiaron sustancialmente y si no dilatan en hacer el replanteamiento de su organización, su estructura y su forma de relacionarse hacia dentro y hacia fuera, el tiempo puede convertirse en su enemigo.

 
sobreaviso12@gmail.com
 
Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/politica/rene-delgado-partidos-en-reconstruccion,c8c79830eb21a310VgnVCM3000009acceb0aRCRD.html

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