domingo, 30 de septiembre de 2012

Ricardo Alemán - Cambian la historia

Ricardo Alemán

Felipe Calderón y Enrique Peña, artífices de una sucesión inédita | Beltrones, el mago del Congreso, queda a deber con sindicatos

La alianza que pactaron Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto –desde los días posteriores al 1 de julio pasado–, arrojó su primer saldo positivo; la más importante reforma laboral en medio siglo.

En realidad, la primera victoria de tricolores y azules –que aún pasará al Senado, en donde poco cambiará--, no se queda en la aprobación de una  reforma laboral –por dos tercios a favor en la Cámara de Diputados–, que reglamenta prácticas ya existentes entre patrones y empleados, sino que cambia la historia de la sucesión en México. ¿Por qué?

Porque –como ya lo dijimos aquí–, no sólo es inédito el pacto entre el presidente que se va y que envió dos reformas fundamentales al Congreso –Felipe Calderón–, y el presidente que está por llegar –Enrique Peña Nieto–, sino que también es histórico que los diputados del que llega –los del PRI–, se sumen a los del PAN, para hacer posible la aprobación de esas reformas.





Es decir, que por primera vez en la historia, un presidente mexicano que se va, ayuda a pavimentar el camino por el que llegará el presidente que viene, que no es de su partido. Y como es natural, también por primera vez en la historia mexicana, el presidente que llega no sólo arriba al poder con el bono democrático de los votos que lo hicieron ganar, sino con dos herramientas fundamentales, propuestas por su antecesor de otro partido –una reforma laboral y una de rendición de cuentas–, para arrancar con el pie derecho su gestión.

En otras palabras, se podrá decir que quedaron atrás las historias de gobiernos que llegaban en medio de crisis económicas, debacles financieras y con un país quebrado, mientras que también están en el pasado las historias de gobiernos que llegaron al poder en medio de severas crisis políticas, credibilidad y legitimidad democrática.

Por eso, el de Enrique Peña Nieto es un gobierno que hoy no tendrá pretexto alguno para convertirse en uno de los mejores de la historia. ¿Por qué? Porque llega con una estabilidad política y económica que no había tenido ninguno de los últimos siete presidentes y, por si fuera poco, llega con dos reformas en la mano que no había tenido ningún otro presidente. Mejor, imposible.

Y acaso porque vivimos tiempos de cambio, también sea momento de reconocer que esa impensable estabilidad económica y ese inédito escenario político, son posibles gracias a dos presidentes poco o nada comprendidos –y menos queridos–; Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, demócratas, a secas, a los que la historia colocará en su sitio.
LOS ENANOS DE SIEMPRE

Sin embargo, el gran paso que –para beneficio de los ciudadanos logró el acuerdo Calderón-Peña–, nos se extendió a la llamadas izquierdas mexicanas que, para desgracia de millones de seguidores que no encuentran un referente en el PRI y menos en el PAN, nuevamente fueron defraudados por patiños vulgares que recurrieron a la barbarie de siempre; fastidiar la vida a miles con marchas y plantones, prohibir el paso a San Lázaro, tomar la tribuna a golpes y empellones y engañar groseramente a los ciudadanos, con un discurso que cada vez mueve a menos incautos.

Lo cierto es que, de nueva cuenta, los pequeños de siempre –diputados afines a Bejarano y al lopezobradorismo–, ensuciaron lo que pudo se un gran paso de las izquierdas en la reforma laboral, y prefirieron recurrir a la toma de la tribuna, como una muestra ejemplar de que le apuestan a la fuerza por sobre las ideas, el diálogo, la negociación y, en general, a la política.

Y es que en la llamada “Casa del Pueblo” –la Cámara de Diputados–, las herramientas ideales para servir a la gente son, sobre todo, el diálogo, la negociación, el acuerdo, el pacto y, en el extremo, el trueque. Pero los bárbaros de las izquierdas prefieren el descontón, el insulto, la bajeza, el engaño, la mentira y la deslealtad.

Es decir, que una izquierda irracional y violenta como la que vimos en la reforma laboral, de nada le sirve a la gente, a los que menos tienen, a los obreros y asalariados. Y es que hasta el más “chiquito” sabe que la oposición de izquierda es fundamental en un Congreso como el mexicano, porque es la fuerza que equilibra, contiene, evita el exceso de los dos grandes: PRI y PAN. 

Las izquierdas pudieron presionar, negociar y sacar muchos más puntos positivos de la reforma, a favor de los que dicen defender, pero lo cierto es que no les interesa; le apuestan a todo o nada, al suicidio político. Y no sería extraño que, de ahora en adelante, esas izquierdas pequeñas, queden relegadas en el Congreso, en la toma de decisiones.

Por lo pronto, al marginarse de manera radical, las mal llamadas izquierdas perdieron no sólo la calle –que es su espacio natural–, sino que también perdieron el debate mediático y hasta perdieron la oportunidad de ayudar a su clientela. Cuando el presidente Calderón anunció la reforma laboral, menudearon las amenazas, el espantajo de una gran crisis nacional y el levantamiento de millones de trabajadores en protesta.

Por eso la pregunta. ¿Dónde están las movilizaciones masivas, el paro nacional, el repudio general a la reforma laboral? ¿Dónde están los millones que iban a protestar por la ruindad de llevar a los trabajadores mexicanos a la esclavitud? Todo indica que se trató de otro discurso gastado, rancio, engañabobos.

Y es que pocos creyeron el discurso de la subcontratación, de los salarios por hora, la pérdida de derechos laborales y el fin de las huelgas –entre muchas otras mentiras que difundieron–, luego que quedó exhibido que la izquierda que denuncia esas irregularidades, las practica en sus partidos, gobiernos, congresos y hasta en sus empresas. Al final de cuentas, la izquierda sufrió su primera gran derrota, al tiempo que PRI y PAN, alcanzan una victoria histórica.

LAS DEUDAS

Pero si bien el acuerdo Calderón Peña cambia la historia en muchos sentidos de la sucesión presidencial, también es cierto que la reforma laboral quedó a deber. Ni “el mago” del parlamento en que se ha convertido Manlio Fabio Beltrones, ni el PRI de Pedro Joaquín Coldwel, ni el presidente electo, Peña Nieto, pueden olvidar que es intolerable para la democracia mexicana la existencia de caciques sindicales como la señora Gordillo y los señores Deschamps, Hernández Juárez, Esparza y muchos otros.

Tampoco es viable la opacidad sindical; verdaderas fábricas de privilegiados que viven de depredar a los trabajadores. 

La triada PAN, Beltrones, y PRI de Peña Nieto, arrancará con la vara muy alta. Sin duda tienen todo para el éxito, pero también tiene todo para desbarrancarse. Al tiempo.    

twitter: @Ricardo Aleman Mx |www.ricardoaleman.com.mx 

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