Sanjuana Martínez |
No estoy segura si con el señor Peña nos ira peor que con Felipe Calderón en torno al respeto de las garantías individuales, pero la historia de este país nos ha demostrado, desgraciadamente, que los sucesivos gobiernos siempre se han superado a sí mismos.
El saldo del gobierno de Calderón es trágico: 300 mil desaparecidos, más de 100 mil muertos y un millón y medio de desplazados. Las cifras no son el único dato desastroso. El profundo daño al tejido social provocado por la violencia es irreversible y ominoso y tardaremos varias décadas en reconstruirlo.
Esa reconstrucción no será durante el impuesto gobierno del señor Peña. El priísta nos ha adelantado que el Ejército permanecerá en las calles, lo cual quiere decir que sostendrá los mortíferos niveles de violencia que hemos padecido los últimos seis años y que incluso, pueden ser peores, de acuerdo a la gente que compondrá su equipo de trabajo.
Uno de los personajes más siniestros, oscuros y perversos del equipo del señor Peña, es el general Oscar Adolfo Naranjo Trujillo, ex jefe de la policía nacional de Colombia, vinculado a grupos paramilitares y autor de graves violaciones a los derechos humanos en su carrera castrense de más de 30 años.
El historial del general Naranjo es pavoroso: paramilitarismo, secuestros, desapariciones, tortura, ejecuciones extrajudiciales, nexos con el narcotráfico y un largo etcétera del ignominioso catálogo del manual del perfecto verdugo.
El ilustre militar, colaborador estrecho del Departamento de Estado, la CIA y la DEA, encabezó un órgano parapolicial integrado por más de 150 mil elementos denominado “Policía Nacional de Colombia”. Se trató de un auténtico grupo de extermino social, cuyo objetivo era arrasar con poblaciones enteras en la llamada guerra contra el narcotráfico emprendida por Ernesto Samper y Álvaro Uribe.
Entre los logros maquillados mediáticamente para convertirlo en héroe está el del arresto y asesinato del narcotráficante Pablo Escobar. Lo que no cuenta la historia oficial del general Naranjo, es que para ello recibió todo el dinero del gobierno estadounidense, las armas y por supuesto el apoyo logístico en técnicas de contrainsurgencia y guerra sucia. Lo tenía todo y se llevó por delante a un buen número de personas. El general Naranjo tira a matar, luego averigua.
Entre sus grandes “hazañas” publicitadas por Washington con extraordinaria maquinara propagandística está la supuesta captura de más de 150 narcos, lógicamente extraditados luego a Estados Unidos; y 1,400 personas vinculadas con el tráfico de estupefacientes del Cártel de Cali y el Cártel de Medellín, según dice la propaganda gringa.
El curriculum del militar colombiano fue analizado de manera excepcional por el periodista investigador Carlos Fazio en el periódico La Jornada: “Junto con los narcogenerales Rosso José Serrano y Leonardo Gallego, Naranjo formó parte del llamado “trío de oro” del presidente Ernesto Samper Pizano (1994-1998). Pero ya antes, las “hazañas” del trío habían sido posesionadas mediáticamente por sus manejadores externos en la DEA, la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), la central de inteligencia estadounidense (CIA, por sus siglas en el mismo idioma) y la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos”.
Las precisiones de Fazio sobre el historial del general Naranjo no fueron bien recibidas por el establishment colombiano que rechazó lo publicado, aunque todo, según dijo el periodista uruguayo radicado en México, ya había sido publicado en ocasiones anteriores.
El problema es que al autoritario general Naranjo no le gusta la mala prensa y quiere carro completo a su favor. En México no tendrá muchos problemas al respecto, salvo medios independientes de todos conocidos que dignifican el ejercicio periodístico, la mayoría se ha dedicado a elevar las bondades del militar colombiano sin mencionar su página negra.
Entre los hechos deleznables que se le atribuyen está el arresto de 182 personas en un operativo a quienes secuestró e incomunicó sin respetar sus garantías individuales. Algunas de estas personas permanecieron en presión más de dos años, según informó el periódico El Universal de Colombia. Entre las detenciones masivas realizadas por el general Naranjo son famosas las de las regiones como el Cauca, Valle del Cauca y Risaralda.
Otra de sus gestas heroicas que han pasado a la historia de la abyección de los abusos de la razón de Estado, es el ataque en 2008 a la región de Santa Rosa de Sucumbíos en Ecuador, lugar donde se ubicaba un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias las (FARC) y donde murieron los estudiantes mexicanos Soren Ulises Avilés Ángeles, Fernando Franco Delgado, Juan González del Castillo y Verónica Natalia Velásquez Ramírez y sobrevivió Lucía Morett.
De hecho, el general Naranjo tiene una orden de detención girada por un tribunal ecuatoriano que lo acusa de asesinato y también otro proceso que se le sigue en Virginia, Estados Unidos por supuestos nexos con con el ex capo del Norte del Valle, Wílber Varela.
Para ser más precisos, el flamante asesor en seguridad del señor Peña tiene un hermano acusado de narcotráfico. Se trata de Juan David Naranjo Trujillo aprehendido por la policía alemana en abril de 2006 por su participación en una red de narcotraficantes en Europa. Fue sentenciado a siete años de prisión que se redujeron a cinco.
Sus vínculos con el paramilitarismo colombiano, autor de miles de asesinatos y del exterminio social en zonas concretas de ese país, se centran en las declaraciones de detenidos como el ex jefe paramilitar Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario”; o Diego Fernando Murillo, “Don Berna” y sus relaciones con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), organización terrorista de extrema derecha, apoyada por gobiernos, políticos, militares, ganaderos, empresarios para realizar una limpieza social bajo el pretexto de combate al narcotráfico y cuyo saldo dejo miles de masacres, millones de desplazados, tráfico de drogas y expolio de grandes extensiones de tierras colombianas.
Con este historial aterrador, resulta altamente preocupante que el señor Peña nos intente vender su fichaje del general Naranjo como la contratación del “mejor policía del mundo”, con el anuncio de la creación de una policía militar compuesta por 40 mil elementos.
El fichaje fue presentado a bombo y platillo antes de las elecciones y el general se atrevió a defender sus “grupos de choque” que no son más de grupos de paramilitares: “Llegó la hora de ahogar un poco la voz de los victimarios para empoderar la voz de las víctimas… Predico que hace falta un enfoque regional y trasnacional contra el crimen”.
La imagen del general Naranjo me recuerda a la del general Augusto Pinochet, ese dictatorsuelo disfrazado de civil, enfundado incómodamente en un traje sastre para ofrecer su mejor cara en las elecciones chilenas que finalmente perdió como falso demócrata.
El generalato Naranjo se nos presenta igual al lado del señor Peña: vestido de riguroso traje azul con corbata roja; pero como bien dicen, la mona aunque se vista de seda, mona se queda.
Debajo de ese elegante traje de casimir inglés, hay un despiadado uniforme de verdugo color verde militar.
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