Eliseo Mendoza Berrueto |
A fuer de ser breves y sencillos, podríamos afirmar que los sistemas políticos democráticos se dividen en repúblicas con régimen presidencial y repúblicas parlamentarias, dividiéndose éstas últimas en repúblicas parlamentarias o monarquías parlamentarias. En el primer caso podríamos ubicar a países como Francia y Alemania y en el segundo a Inglaterra y a España. Es estas naciones, se dice, “el rey reina, pero no gobierna”.
En los países con sistema parlamentario, el Parlamento, cuyos miembros son elegidos universal y democráticamente, es el centro político por excelencia. Ahí se fragua la integración del gobierno, ya que el líder del partido victorioso asume el cargo de Primer Ministro y es quien integra su gabinete, con parlamentarios miembros de su partido. Las repúblicas parlamentarias suelen tener gobiernos centralistas, cuyas provincias son gobernadas por funcionarios designados por el gobierno central.
En tales sistemas no se da la división tradicional de poderes como nosotros la conocemos y la practicamos, ya que el poder ejecutivo emana del propio legislativo. Y es ahí, en el Parlamento, donde cotidianamente se discuten las políticas y las acciones de gobierno y, cuando en el Parlamento se conforma una desaprobación mayoritaria sobre la actuación gubernamental, se debe convocar a nuevas elecciones.
En las repúblicas de régimen presidencial, el voto popular elige, por separado, al Presidente de la República y a los integrantes del Parlamento o Congreso de la Unión. Esta última denominación responde al hecho de que la República se integra por estados libres y soberanos en cuanto a su régimen interior, pero que se mantienen unidos por un pacto federal que establece la Constitución General de la República. Así, las repúblicas presidenciales son federales, sujetas a un régimen popular, democrático, representativo y, en nuestro caso, recientemente, laico. Ya dijimos porqué son federales. Son populares y democráticas porque sus representantes asumen su cargo una vez que son electos popular y democráticamente. La laicidad republicana, ya expresada en diversos artículos constitucionales, se vio reforzada recientemente gracias a una reforma que la define y establece categóricamente.
Los Poderes de la Unión se depositan: el Ejecutivo en una persona que es el Presidente de la República, el Judicial en una Suprema Corte de Justicia y el legislativo, en dos cuerpos colegiados que son: el Senado y la Cámara de Diputados. El primero tiene su origen a partir de que los estados que integran a la República son de igual peso político, cualquiera que sea su tamaño geográfico, económico o demográfico. La otra Cámara se integra por diputados que son elegidos como representantes del pueblo, en cada uno de los 300 distritos federales.
En las entidades de la Federación se integran gobiernos que siguen una pauta similar: un ejecutivo que es el gobernador del estado y un Congreso Local integrado por diputados elegidos en cada uno de los distritos correspondientes. Aunque en otras repúblicas, como la norteamericana, el legislativo local se integra por dos cámaras, Senado y la Cámara de Representantes, en México los congresos locales son unicamerales, sólo hay Congreso de Diputados.
Los parlamentos o congresos legislativos son instituciones que emanan de los sistemas políticos democráticos, representativos y plurales. En los congresos se deliberan y discuten los temas de interés de la sociedad. Los parlamentos, si funcionan eficazmente y con altura de miras, pueden coadyuvar a la armonía social y a la mejor gobernabilidad. Al representar fielmente los intereses y las aspiraciones de los diversos grupos sociales, se convierten en un inmejorable puente de comunicación y entendimiento entre el pueblo y los poderes legítimos.
La calidad popular y plural del Congreso le da a los diputados el privilegio de escuchar planteamientos y exigencias de muy diversa índole, que tienen qué ver no sólo con su propio desempeño, sino con el del gobierno y el de las diversas instituciones públicas y privadas de la sociedad, a veces con intereses contrarios. Defender los intereses sociales mayoritarios por encima de todos, es el reto a vencer.
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/parlamentarismo-y-democracia1
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