lunes, 10 de septiembre de 2012

Ezra Shabot - El equipo

Ezra Shabot
Para armar el equipo de transición entre un gobierno y otro se escoge a figuras que se pretende sean capaces de recibir la administración saliente, de manera tal que no existan sorpresas inesperadas a la hora de comenzar con el ejercicio de gobierno. Estas personas no son necesariamente aquéllas que dirigirán las distintas secretarías, pero sí representan claramente el grupo de diagnóstico que una vez estudiado el estado que guarda el gobierno que termina puede determinar si es viable comenzar a instrumentar las propuestas planteadas en la campaña del candidato ganador. 

Esto fue parte de lo que Calderón se encontró al recibir el informe del estado que guardaba el país al terminar la administración Fox en materia de seguridad. Un Estado copado por el crimen organizado en los más altos niveles, derivado de la complacencia del mandatario de la alternancia y de su incapacidad para controlar el fenómeno más allá de medidas limitadas tendientes a reducir el espacio de actuación de las bandas, las cuales terminaron por ocupar cada vez más áreas estratégicas, convirtiéndose en un problema de seguridad nacional de dimensiones incalculables. Del presidente del empleo al presidente de la guerra contra los criminales, la agenda de Calderón tuvo que redefinir prioridades. 




Hoy, las condiciones en las que Enrique Peña Nieto recibirá la administración pública en el terreno de la seguridad, e incluso en el económico, son mucho mejores que las que tuvo Calderón. La guerra contra el crimen organizado, aunque continúa, va entrando en una fase donde el poderío armamentista de los grupos delincuenciales ha disminuido significativamente, tanto por la acción directa del Ejército y la Marina, como por las medidas de control del dinero y la caída de liderazgos poderosos de todos los cárteles. La relación directa entre el poder criminal y el propiamente político, como lo ejemplifica el caso Yarrington, se vuelve algo abiertamente conocido ante lo que ya no es posible cerrar los ojos y dejar pasar por razones de “prudencia política”. 

El crecimiento económico pronosticado para éste y el próximo años abren el camino para pensar en reformas profundas. De hecho, la decisión de Calderón de impulsar las reformas laboral y de contabilidad gubernamental como parte de su prerrogativa de iniciativa preferente representan la prueba de fuego para el priísmo entrante y para el propio Peña Nieto. Meter en cintura a sindicatos y a gobernadores carentes de controles en sus gastos sería un paso importante en la modernización del país y en el proceso de mejora competitiva a nivel global. 

El equipo de transición designado por el presidente electo, además de buscar integrar a distintos sectores de la clase política que lo apoyaron en campaña, pretende ser una muestra del tipo de gabinete que se podría esperar. Los dos ejes, el de Videgaray en transición gubernamental, y el de Osorio Chong en política y seguridad, delinean los canales de acción del próximo gobierno. Independientemente de sus respectivas trayectorias personales, ambos tienen ante sí la obligación no sólo de recibir la administración, sino de operar con un estilo y visión diferentes, los primeros actos de gobierno que están obligados a ser radicalmente diferentes a los del priísmo de antaño. 

Es un problema de formas y de fondo. Habrá que abandonar la matraca, la banda de pueblo y el acarreo coercitivo del pasado, así como la prepotencia de funcionarios circulando en las calles con tres o cuatro camionetas que detienen el tráfico para enojo de ciudadanos de por sí irritados por los problemas de tránsito urbano. Cuidar las formas para poder llegar al fondo, lo que implica desarmar lo que queda, y que aún es mucho, del corporativismo priísta cuyos privilegios entorpecen el avance del país. Sólo el PRI puede desmontar al PRI. Hoy le toca a Peña desactivar los restos de su pasado para construir lo que llaman “el nuevo PRI”. 

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-equipo1

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