Alejandro Orozco cumplió ayer 60 años de edad. Lo primero que hizo fue ir a sacar su tarjeta Inapam, que le da descuentos y beneficios en unos 20 mil establecimientos del país.
Alejandro es el director del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam). Era un buen día para conversar con él. Maneja con solvencia la estadística. Ayer tomé conciencia de que unos 10.5 millones de mexicanos rebasan los 60 años (tres de cada cuatro tienen su tarjeta). Y de que, pronto, en 2030, tendremos más adultos mayores que personas menores de 15 años. Y que en 2050, uno de cada tres mexicanos será sexagenario, septuagenario, octogenario, nonagenario, centenario.
Desde mi muy discreto conocimiento del tema, le dije que no me parecía una tragedia demográfica que México se fuera haciendo viejo, pues el de los adultos mayores es un tema que puede encararse todavía con voluntad, organización y recursos. Creo que la probabilidad de que en ese 2030, 2050, un buen porcentaje de ellos reciba lo que merece simplemente por llegar a esa edad no será baja. La “crisis de los viejos” me parece menos atemorizante que el boom adolescente o las décadas de jóvenes y adultos jóvenes sin oportunidad de sumarse al mercado de trabajo.
Él no es tan optimista, tiene más y mejor información. Pero me gustó su claridad, entusiasmo, visión de Estado, sentido de futuro. Su estamos trabajando y estamos a tiempo.
Desafortunadamente, Alejandro dejará en unos días el cargo por los cambios sexenales. Ojalá el presidente Peña Nieto no se equivoque en esa designación. Fallar en el proyecto de los adultos mayores es un lujo que México no se puede dar.
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