En la descomposición sociopolítica de la agonía de un sexenio, Sonora alza la mano. El estado, importante no sólo por tamaño, su larga frontera con Arizona y su riqueza, es relevante porque su gobernador, Guillermo Padrés, se apuntó en la primera lista para la nominación presidencial del PAN para 2018. Parece prematuro, pero hoy nada está fuera de tiempo porque todo, en realidad, carece de tiempos. Padrés se siente con méritos, que algunos ensalzan al considerarlo uno de los mejores operadores político-electorales del PAN. Su paradoja es que el mal gobierno de Padrés tiene a Sonora en un incendio que comenzó con el agua.
Fue lo que le llaman en Sonora “la guerra del Acueducto”, que serviría para transportar 75 millones de metros cúbicos de agua de la presa “El Novillo” a Hermosillo, lo que detonó el conflicto. Los empresarios y activistas en el Valle del Yaqui, donde se encuentra la presa, se opusieron al proyecto porque decían que se afectaría a toda la región.
La respuesta de Padrés fue el no diálogo con las partes y el anuncio de obras de infraestructura en el Valle que no han pasado de una presentación de Power Point. En paralelo crecieron las percepciones y los odios. En el Valle del Yaqui, la historia era que los hermosillenses querían robarles el agua. En Hermosillo, en palabras del secretario de Gobierno, Roberto Romero, era “un pleito entre ricos”.
Ese pleito entre ricos está en la Suprema Corte de Justicia, donde se atrajo un juicio de amparo de los yaquis. La Comisión Nacional de Derechos Humanos también está en contra de la obra y el gobierno se quedó sin dinero para terminar el acueducto. Pero Padrés no recula.
Lo ha tomado personal contra los dirigentes empresariales de esa región del municipio de Cajeme, Rodrigo y Ricardo Bours Castelo, y echó a andar a sus incondicionales. Romero, una vez más, declaró recientemente a la prensa: “En Cajeme el PAN perdió todo, ya no hay nada que perder”. Frases incendiarias, que se sumaron a un desplegado del Gobernador en la prensa nacional, donde amenazó con represalias al movimiento ciudadano que se opone a su obra. “No me detendré ya más en señalar, uno por uno, persona por persona, de frente y sin rodeos, los intereses políticos y partidistas que persiguen, quiénes financian, operan y respaldan este supuesto movimiento social”, dijo.
Padrés polarizó a la sociedad sonorense. En ese contexto de inestabilidad política asesinaron a finales de septiembre a un diputado electo del PRI, Eduardo Castro Luque, que la Procuraduría estatal dijo que el crimen no era político -el legislador era crítico del acueducto-, y que el responsable era su suplente, quien se encuentra prófugo y con líneas de investigación que lo vinculan al narcotráfico, un terreno que también le estalló en las manos al Gobernador en las semanas de la crisis.
La violencia aterrizó en el norte de Sonora en septiembre, donde los crímenes relacionados con el narcotráfico no son comunes, con asesinatos en las calles de Agua Prieta y Puerto Peñasco. Desde hacía años era una zona controlada por el Cártel del Pacífico, que la había recuperado de sus anteriores aliados, los hermanos Beltrán Leyva. Sólo había violencia cuando durante el anterior gobierno del priista Eduardo Bours -hermano de los empresarios enfrentados a Padrés-, Los Zetas intentaron tomar el territorio, sin éxito. No se sabe aún el origen de la nueva violencia, pero las autoridades sospechan que Los Zetas van por la venganza.
Padrés puede decirse no responsable de ella, pero el clima sociopolítico que ha construido en Sonora, sí crea condiciones de violencia.
El Gobernador se ha sumido en su refugio, aislado por Romero, su incondicional, y Agustín Rodríguez, su compadre y secretario particular, quizás la persona más cercana a él. El problema, que arrastra desde la campaña presidencial es que a Rodríguez lo han señalado en la prensa sonorense como un empresario de ascenso cuestionable. Padrés ha perdido consenso interno y ganado oposición. En las elecciones presidenciales, la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, cayó al tercer lugar a 13 puntos del priista Enrique Peña Nieto. La derrota, como lo dejó ver Romero, lo ha vuelto temerario y desafiante. La polarización se ha vuelto su eje, sin importar que en esa tierra de broncas tenga un enfrentamiento. Ahí gobernó Carlos Armando Biebrich, quien por un conflicto también con los yaquis, fue destituido. El caso Biebrich podría repetirse con él. Ya se lo dijeron en Sonora. No podrá sentirse sorprendido.
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