Caminando por la selva se topa con un león dormido.
Poniéndose de rodillas ante él, murmura:
- Por favor, no me comas.
La bestia sigue roncando. Esta vez grita:
- ¡Por favor, no me comaaas!
El animal no se da por enterado.
Temblando, abre las mandíbulas y acerca su cara a los colmillos para
volver a gritar el ruego. Inútil. La fiera no despierta.
volver a gritar el ruego. Inútil. La fiera no despierta.
Histérico, comienza a darle patadas en el trasero:
- ¡No me comas! ¡No me comas! ¡No me comas!.
El león despierta, salta sobre él y, furioso, comienza a devorarlo.
El hombre se queja:
- ¡Qué mala suerte tengo!.
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