Henos aquí, como cada cuatro años. Algo habrá que decir, pues se trata del país más importante de nuestra era. Y porque no hay mejor espectáculo político-pop posible.
Cada cuatro años repito que las elecciones de Estados Unidos me tienen sin cuidado. Las sigo acaso con espíritu deportivo. Le fui a Carter y no a Reagan, a Clinton y no a Bush. Y desde luego le fui a Obama en 2008, porque había que irle y por su himno de campaña, la canción de Sam Cooke, “A Change is Gonna Come” (en español, El cambio llegará). Escribí entonces que quien realmente la hubiera escuchado y cantado con devoción, no podía ser una mala persona.
Las cosas son más complicadas hoy. La banda sonora 2012 de Obama no me entusiasma mayormente. “Even Better Than the Real Thing”, de U2; la sabrosa “Love You I Do”, de Jennifer Hudson, con su estribillo “Tú eres el hombre perfecto para mí”; la rocosa “We Take Care of Our Own”, de Bruce Springsteen. Me iría en blanco, de no ser por el reverendo Al Green con la sin igual “Let’s Stay Together”, suficiente para hacerme pasar de indeciso a voto duro.
El problema es que entre el, para mí, poco atractivo soundtrack de Mitt Romney (Los Beach Boys, Willie Nelson, los Comodores, Kerry Underwood, Nat King Cole) aparece una de mis canciones clásicas del siglo 21, “Read My Mind”, de The Killers, huyendo de un pueblo de dos estrellas, tratando de darle vuelta a esto, preguntando si puedes leer mi mente, porque no me importa, si no te importa; porque yo no brillo, si tú no brillas.
Escuchó las dos canciones y regreso a la categoría de indeciso en las encuestas. Aunque sé que en mi imaginario voto del martes, Sam Cooke haría de nuevo la diferencia.
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