Una campaña polarizada entre derecha e izquierda era la clave. La estrategia, planteada por Rafael Giménez, responsable de difusión en la campaña presidencial de Josefina Vázquez Mota, fue concebida sobre los resultados de Felipe Calderón frente a Andrés Manuel López Obrador en 2006. El diseño de Giménez, quien también formó parte del cuarto de guerra de Calderón en su campaña presidencial, trazaba una lucha entre Vázquez Mota y López Obrador para buscar que el voto de castigo al priísta Enrique Peña Nieto y el de miedo contra el candidato de la izquierda, fortaleciera a la panista. Tenían que romper la fortaleza de Peña Nieto y descarrilarlo, a fin de lograr una contienda entre dos, con López Obrador de rival.
Esa estrategia de alto riesgo era cuestionada por Calderón, quien temía a la fortaleza del tabasqueño. Por eso se puede argumentar que en su éxito se anidó la victoria de Peña Nieto, porque activó los anticuerpos presidenciales que neutralizaron cualquier posibilidad de la panista. El plan, como documenta el tracking poll del PAN, pegó fuertemente a Peña Nieto, quien en dos meses de campaña negativa –los compromisos incumplidos cuando fue gobernador en el estado de México-, tras arrancar en marzo con 23 por ciento de opiniones negativas, frente a 18 por ciento de Vázquez Mota y 35 por ciento de López Obrador, perdió su teflón.
Los spots, como se describieron en las dos entregas anteriores, cumplieron su objetivo. Las dos batidas de propaganda negativa sobre compromisos incumplidos, y la relación de Peña Nieto con figuras con mala imagen ante la opinión pública, como el expresidente Carlos Salinas, el exlíder del PRI Humberto Moreira, el exgobernador de Tamaulipas Tomás Yarrington y el líder petrolero Carlos Romero Deschamps, maduraron en 26 días. El 18 de abril, Peña Nieto había bajado a 18 por ciento las opiniones negativas, contra 31 por ciento de López Obrador y 17 por ciento de Vázquez Mota. El 30 estaban nivelados: 26, 25 y 23 por ciento, respectivamente. Para el 14 de mayo, la historia había cambiado. López Obrador, montado en la República Amorosa, había bajado 11 puntos negativos y se situaba en 24 por ciento, contra 27 por ciento de negativos de Vázquez Mota y 34 por ciento de Peña Nieto.
Para entonces ya había mucha tensión dentro de la campaña de Vázquez Mota y un constante choque con Los Pinos y empresarios que habían apostado por ella. Desde el principio de la campaña, cuando cayó Peña Nieto pero no subió la panista sino López Obrador, hubo muchos respingos. La estrategia de polarización quería colapsar la campaña del PRI y no atender el incremento de preferencia electoral de López Obrador, sino buscar que Vázquez Mota recuperara el momentum y remontara la desventaja para, como en 2006, dejar que el miedo se apoderara de indecisos y de priístas que hicieron un voto útil a favor de Calderón. El principal opositor a este plan, empero, era el Presidente.
Dividido el equipo que lo llevó a Los Pinos en 2006, los antagonismos llegaron a ser muy pronunciados dentro de los panistas. En la lógica de Calderón, Vázquez Mota no tenía ni recursos políticos, ni oxígeno suficiente para llegar a ese último tramo de la campaña, y el temor en Los Pinos era que López Obrador, ante la débil defensa de Peña Nieto para contrarrestar la campaña negativa, se escapara hacia la Presidencia. Su orden, según miembros del cuarto de guerra de Vázquez Mota, fue cancelarla. Junto con el Presidente, lo empresarios ligados a ella se sumaron a la exigencia, y el 6 de junio, en un hecho insólito, el PAN impugnó en el IFE sus propios spots, para que los retiraran. Los ataques, entonces, giraron hacia López Obrador.
Para el 8 de junio, seis días después de que López Obrador se acercó a tres puntos de Peña Nieto en las preferencias electorales —según el tracking poll—, y las tendencias preveían el cruce antes del 1 de julio, el priísta había recuperado el ritmo. López Obrador comenzó su caída y Vázquez Mota, como temía Calderón, nunca modificó su intención de voto. De acuerdo con la estadística de su campaña, es posible plantear como hipótesis de trabajo que sin la orden de Calderón para frenar la campaña de contraste y redirigir los ataques contra López Obrador, hoy pudiera ser él, presidente electo y no Peña Nieto como finalmente sucedió.
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