martes, 11 de diciembre de 2012

Ciro Gómez Leyva - Peña Nieto tenía razón, no embaucó a nadie


El 13 de junio, al finalizar una entrevista en Radio Fórmula, el candidato Enrique Peña Nieto me expresó amablemente una inconformidad: “¿Por qué escribes que soy un embaucador? No estoy embaucando a nadie”.
Eran los días tensos de la campaña. En efecto, un par de veces escribí aquí que él y Andrés Manuel López Obrador eran grandes embaucadores. Lo hacía, precisamente, parafraseando el libro de Peter Carey, “El Embaucador”, donde el autor divide a las personas en dos: las que saben mentir y las que no. 
Embaucador era para mí el que desafiaba y seducía, el que jugaba con las verdades a medias y los sobreentendidos. Supongo que el hoy presidente lo entendía en el sentido literal: embaucador es el que engaña prevaliéndose de la inexperiencia o candor del engañado.




No lo volví a ver, ni a entrevistar ni he hablado con él. Me quedo, pues, con esa inquietud semántica. Pero vistas las cosas en diciembre, Peña Nieto tenía y tuvo razón. 
No engañó en la furiosa temporada electoral. Tampoco en la poselectoral, plagada de trampas y provocaciones. No en el lapso de presidente electo, ni lo ha hecho en sus primeros días en Los Pinos. Lo menos es reconocérselo.
Creo que el gran fenómeno del 2012 mexicano fue la protesta juvenil. Pero el personaje del año es este hombre disciplinado que leyó muy bien el momento, la intemperie nerviosa, y calculó que el grueso de los electores votaría por un candidato sereno, que transmitiera sentido de responsabilidad. Y en un año tan cargado de hostilidad y confusión, la responsabilidad pasaba, en buena medida, por no embaucar.
Peña Nieto no embaucó. Acertó. 

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