martes, 11 de diciembre de 2012

Francisco Rodríguez - Austeridad y honestidad


Además de chambones, los panistas que durante 12 años se engolosinaron con los presupuestos públicos también resultaron chambistas.
Acaba de reconocerlo su dirigente nacional, Gustavo Madero, quien teme que su padrón de militantes y adherentes adelgace hasta la inanición, debido a que muchos de quienes participaron en las administraciones de Fox y Calderón, se hicieron blanquiazules nada más por conveniencia.

Durante 12 años, en efecto, la Administración Pública Federal fue asaltada por los panistas, que crearon puestos y más puestos –todos ellos con altos sueldos y honorarios--, sin que ello sirviera para maldita la cosa.

Hace no mucho, el ahora senador David Penchyna informó que, de acuerdo con cifras oficiales, del 2006 al 2010 aumentó el gasto corriente del gobierno federal por un monto de 307 mil millones de pesos. Una fortuna que se fue por el caño a través del pago de salarios, bonos, seguros, oficinas, automóviles y todo tipo de prestaciones a los dizque funcionarios públicos. 






Con los panistas, además, hubo un crecimiento de mandos superiores en la administración federal y que, por ejemplo, en el rubro de subsecretarios aumentó de 87 puestos que había en el 2001 a 335 en el 2010 (es decir, 291%) y que los mandos superiores crecieron de 4 mil 95 a 8 mil 217 cargos. 

¿Se imagina usted el dispendio? 

Y por si fuera poco, fallido. 

Porque la creación de cargos y más cargos obedeció no nada más a darle chamba, salarios y cuantiosas prestaciones a los amigos, compadres y hasta a los cuates, sino que también tuvo una finalidad electorera que, cual se vio el primer domingo de julio, tampoco rindió frutos, habida cuenta de que el PAN descendió hasta el tercer lugar en las preferencias de los sufragantes. 


¿RACIONALES POR DECRETO? 
Esta semana inició con el anuncio de un decreto presidencial que promueve la austeridad en el ejercicio gubernamental. Un descabezamiento de posiciones, reducción de salarios y menos gastos operativos. Bien. 

Pero la austeridad gubernamental no basta. A ella debe sumarse la racionalidad y, sobre todo, la honestidad en el manejo de los recursos del erario. La austeridad, por principio, debería de ser una característica de nuestra vida diaria. Vivimos en un mundo cuyos recursos son limitados y la opulencia de unos siempre genera carencia en otros. Esto es válido tanto en lo privado como en lo público. Sobremanera en lo público. 

La austeridad y la honestidad no son cualidades políticamente neutras ni ornamentos exteriores a las personificaciones políticas, que pueden quitarse y ponerse según conveniencias de ocasión. 

Los últimos doce años han estado colmados de noticias sobre el despilfarro, la irracionalidad y la poca transparencia con que se manejan los fondos públicos. El énfasis se ha colocado en los altos salarios de funcionarios y servidores públicos y sobre si es necesario tanto puesto de trabajo para tan pobres resultados brindados. 

La austeridad ha sido el primer paso dado por la naciente Administración del señor Enrique Peña Nieto. Esta no significa que nuestros funcionarios públicos van a andar vestidos con andrajos o subidos en las parrillas de los autobuses. Significa asignar el salario adecuado según la responsabilidad, garantizar que las personas contratadas son las idóneas para el cargo y definir mecanismos de evaluación al trabajo desarrollado. 

Con ello, pues, muchos que se decían panistas van a quedar desempleados. 

Y ¡cuidado! 

Tal podría desatar a más delincuentes en las calles, ¿no cree usted? 


Índice Flamígero: La última ocasión que Los Pinos fue escenario del anuncio de una Reforma Educativa fue en 1977, cuando –durante tres días—Porfirio Muñoz Ledo presentó a don José López Portillo su Plan Nacional de Educación. Pocos meses después, Muñoz Ledo dejaba la titularidad de la SEP a Fernando Solana Morales. + + + Frase para meditar: “Una reforma sin dinero no es reforma”. 


www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com

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