martes, 11 de diciembre de 2012

Federico Reyes Heroles - El sólido intangible

Sin seguridad básica no se puede construir un país. Pero la seguridad no es un proyecto de Nación. No regresemos al debate de si Calderón hizo bien o no en entrar a la llamada "guerra" contra los narcos. Formalmente recibió la solicitud de intervenir con fuerzas federales. ¿Hubiera sido mejor que no actuara? Difícil afirmarlo. Todavía no es claro que las cifras nos anuncien la salida del túnel. A Peña Nieto le toca, así lo ha anunciado, seguir con la batalla, aunque con cambios. Entonces, no sabemos a ciencia cierta si la "guerra" en las calles se va ganando. Pero hay otra batalla en la cual sí es claro que Calderón y el País salieron perdiendo: la del ánimo.

Al ponerse la casaca en los primeros días de su gobierno, Calderón tatuó su gestión con esa causa. Por más que se quejara de que los medios sólo envenenaban con las notas amarillistas, la verdad es que él tampoco desaprovechó un espacio para insistir en la valía de su gesta. Al hacerlo Calderón mismo provocaba que los medios dieran esos espacios informativos a la "guerra". Resultado: un círculo vicioso. Además apareció un elemento sorpresivo, el narcoterrorismo. México había sufrido actos terroristas aislados, una torre de electricidad derribada por el EPR, un bombazo sin heridos y muertes en la capital. Pero nunca habíamos confrontado una verdadera estrategia de terror. Cabezas tiradas por aquí y por allá, cuerpos descuartizados, un horror. A diferencia de otras naciones como España y Colombia, en México no había experiencia en cómo lidiar con terrorismo, en este caso narcoterrorismo. Se agravó el enredo.



Los medios de comunicación, sin darse cuenta, tendieron un tapete rojo al uso del terror. Un ejemplo, si una narcomanta aparece colgada en una vía principal de Monterrey la verán unos cuantos miles antes de que sea retirada. Pero si esa manta la reproducen las dos grandes cadenas de televisión, el mensaje llegará a decenas de millones de mexicanos. De ahí surgió la idea de un acuerdo entre los medios que retoma otras experiencias, precisamente de España con ETA y de Colombia con las FARC. No se intenta limitar el deber de informar, simplemente se propone encontrar el equilibrio entre el acto de informar y la colaboración involuntaria e irresponsable con las fuerzas que atentan contra el Estado.

Por su lado la Presidencia hizo suya a la "guerra" como principal mensaje de comunicación. Agarraron al "Cuatro ojos" y al "Cinco manos" se convirtió en el material central de sus mensajes. Pero el efecto fue perverso, los mexicanos se sintieron atemorizados, si un individuo, el "Cuatro ojos", es capaz de poner en jaque al Estado mexicano, realmente estamos en peligro.

Conclusión, el Estado mexicano es muy débil. Si a eso le sumamos que las televisoras nacionales tienen el efecto -benéfico y maligno a la vez- de homogeneizar la información pues podemos entender el impacto. El ciudadano de Mérida –ciudad con índices de violencia inferiores a La Haya, bajísimos- después de ver los noticiarios matutinos sale de su casa creyendo que vive en Ciudad Juárez. Las dos acciones, la gubernamental y la privada, provocaron que la percepción se fuera al piso. El ánimo nacional se quebró.

Sin seguridad no se puede construir un país. Pero la seguridad por sí misma no es un proyecto de mejoría. Ante el reciente Pacto muchos se preguntan qué sentido tiene si de los 95 puntos es difícil que salga una buena parte. Mi impresión es la contraria. El primer logro del Pacto es sentar a la mesa a las tres principales fuerzas políticas del país. Las mismas que se han agredido e insultado durante los últimos años. El segundo es concebir 95 asuntos en los cuales es difícil -por no decir imposible- decir no estoy de acuerdo. Hay entonces la posibilidad de construir un proyecto conjunto de país. La discusión sobre la letra pequeña es muy compleja, pero el simple hecho de destacar la coincidencia es un acto de construcción de algo que está más allá de la seguridad, la nación. La Nación es precisamente esa coincidencia en lo fundamental.

El viraje más importante no está en las calles. Se ha ratificado la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles. Sin embargo Peña Nieto apunta a algo más inasible pero igual de sólido: el ánimo nacional. Al enumerar una serie de acciones concretas para construir a un mejor México que está ahí si nos lo proponemos, el Presidente genera una dinámica muy diferente. Julio Millán lo llama el efecto direccional. Si sabemos que se van a renovar los puertos, podemos pensar en que las exportaciones serán más redituables. Si se anuncia que habrá mayor inversión en infraestructura, la matriculación en ingenierías seguirá en aumento. Si se habla de trenes, habrá empresas interesadas. Al hablar en positivo del futuro y no nada más de la eliminación del mal, se construye Nación.

El alma, el ánimo pesan y mucho. La nueva estrategia de comunicación es un acierto y una excelente inversión.

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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