sábado, 20 de abril de 2013

Juan Villoro - Tierra de zombis

El gobierno panista murió intestado. No se sabe cuál será su herencia ni quién será el beneficiario. Miles de militantes han huido de sus filas. Quienes impulsaron la alternancia desaparecieron hacia sus ranchos o sus empresas, y acaso buscan consuelo en los ejercicios espirituales de Atotonilco o en alguna estudiantina.
Incapaz de formar mandos medios, el PAN no renovó expectativas ni anunció futuros liderazgos. Presentó homogéneos funcionarios con aspecto de sacristanes a los que el gel no conseguía modernizar.
La izquierda institucional se ha desdibujado de otro modo. Miguel Ángel Mancera gobierna el Distrito Federal con el sincero ánimo de no ser Marcelo Ebrard. Aunque podía suponerse, desde un principio, que se trataba de otra persona, el antiguo jefe de la seguridad capitalina desea subrayar que no es un clon ni un cachorro de su antecesor.




Gracias a ello, ha logrado que pensemos mucho en Ebrard.
Cuesta trabajo saber si el Gobierno del DF es de izquierda, de derecha o de plástico. Su primer gran acto cultural en el Zócalo fue un concierto del elástico Chayanne. La actual administración baila por un sueño sin ideología y permite que se construyan edificios dignos de Kuala Lumpur.
La especulación inmobiliaria no se ha sometido a plebiscito. En cambio, la voluntad popular se toma en cuenta para repartir parquímetros (algo que no debería ser una facultad discrecional de los vecinos, sino una estrategia orgánica para aliviar el tráfico y la abusiva usurpación de espacios públicos).
Todo indica que el PRD se siente cómodo con lo que tiene. La caída del PAN lo dejó en segundo puesto y no hay entusiasmo por que nuevos grupos se afilien al partido. Si el PAN está en desbandada, el PRD se relaja en un spa donde los saunas están ocupados y no hay toallas para nuevos socios.
¿Qué pasaría si los chinos descubrieran el turismo en masa? La hotelería mundial se colapsaría. Es posible que después de estudiar a la República Popular China, la izquierda burocrática mexicana haya llegado a la conclusión de que recibir nuevos miembros equivale a permitir que los chinos se instalen en todas partes.
Lo cierto es que no muestra deseos de crecimiento.
La otra izquierda, Morena, hace ruido en diversos rincones del país en una especie de gira de la onda grupera, donde el ánimo es encomiable porque resulta muy superior a la posibilidad de gobernar.
Peña Nieto tiene opositores desteñidos y el Pacto por México hace que la discrepancia pueda ser vista como traición. Puesto que no se trata de un programa detallado, discutido para lograr consensos, es fácil disentir en asuntos puntuales.
Pero hay dos problemas para ello. El primero, ya señalado, es que la crítica rompe la "unidad"; el segundo, mucho más grave, es que no parece haber otras ideas.
La adormecida oposición contrasta con un gobierno muy dinámico para representar sus funciones. Cada día se lanza una iniciativa y se le baja de volumen al tema de la violencia. Amantes del barroco, los mexicanos disfrutamos las declaraciones, los signos, las imágenes, el anuncio de reformas.
En medio de ese vértigo de pronto alguien pregunta: "¿dónde está la realidad?". Los asesinatos no han disminuido, la reforma educativa no ha entrado en vigor, y en Guerrero y Oaxaca hay brotes antirreformisas. La detención de Elba Esther Gordillo será un caso selectivo si no se desmonta el aparato entero que la hizo posible y si no se procede del mismo modo en otros sindicatos.
Estamos en la coyuntura en que el dicho aún no se convierte en hecho. Ese tránsito rara vez se precipita en México; la solución típica consiste en alargar los dichos para que parezca que ya hubo hechos.
En la tradición priísta, la retórica ha sido la parte más profunda de la realidad. Sus actuales gestos son alentadores, pero también lo fueron en otros tiempos (los de la "apertura democrática", la "administración de la abundancia" o la "renovación moral").
¿El PRI se renovó o regresó como un muerto viviente? A diferencia de los zombis de las leyendas haitianas o las películas de serie B, los priístas carecen de palidez de ultratumba. Su vitalidad exterior es evidente. Está por verse si también sus proyectos pertenecen al mundo de los vivos o si se trata de demagogia surgida de ese territorio tan similar a la vida eterna, la burocracia.
El PRI domina el discurso y la representación de los sucesos. El Pacto por México ha restaurado el liderazgo, pero impide desacuerdos que podrían ser enriquecedores. ¿Regresan los tiempos de esplendor institucional en que modernidad se inauguraba con palabras y la pobreza se combatía con decretos?
 
Leìdo en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=162681

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