sábado, 6 de julio de 2013

Adela Celorio - '¿No mentirás?'

Los fanáticos creen que existen muchísimas mentiras y sólo una verdad. Para mí, en cambio, hay tantas verdades como puntos de vista, y por eso no merece la pena detenerse a distinguir si es verdad o mentira.

 Esto lo comprendí en la adolescencia cuando murió la madre de mi amigo. La señora había amanecido muerta junto a su esposo y éste, demacrado e inconsolable, temblaba sin poder contenerse durante el sepelio. Murió de un paro cardiaco, dijo el médico secamente, y el cura se atrevió a corregirlo: Murió por la voluntad de Dios. Murió por mi culpa, dijo mi amigo con voz de confidencia; porque anoche le hice pegar un coraje, y -para consolarlo- le dije convencido: No Manolo; tu mamá murió porque ya llevaba muchos meses enferma. De reojo vi a la abuela paterna de mi amigo, que le comentaba a una de sus hijas: Esta mujer murió para que tu hermano se arrepintiera toda su vida de haber querido dejarla.



La madre de la difunta en cambio, en otro rincón de la sala, sostenía que su hija había muerto por santa, para ahorrarles a todos más sufrimientos y tantos gastos. Confundido por aquel desfile de verdades, fui a la cocina a buscar un café y ahí me encontré con la empleada doméstica, que gimoteando me dijo: Ay joven, creo que confundí las medicinas.", cuenta Óscar de la Borbolla -mi filósofo favorito- en su fascinante libro "La libertad de ser distinto", y como yo siempre creo en todo lo que me conviene, y eso de que hay tantas verdades como puntos de vista, definitivamente va con mi manera de pensar, me dispongo a hacer aquí un elogio de la mentira. Y conste que miento poco. Aunque él mentía impunemente, a mi padre le encolerizaba sin embargo, que yo lo hiciera. Su mirada acusadora me persigue y vivo con el alma a la intemperie, suelo confesar hasta lo que no me preguntan y con frecuencia me meto en problemas por exceso de sinceridad. Las relaciones sociales se sustentan en la mentira.

Uno debe saludar con un "buenos días" aunque acabe de enterrar a un hijo. "Mucho gusto" o "Encantado de conocerte" decimos cuando nos presentan a alguien. Es perfectamente aceptable mentir a una amiga que ha engordado visiblemente diciéndole: "Te ves estupenda", aunque ni el aspecto de nuestra amiga nos parezca tan bueno ni estemos tan encantados de conocer a cualquiera que nos presenten y que hasta podría ser un diputado y nosotros sin saberlo le ofrecemos la mano.

Ocurre que las mentiras piadosas, las de cortesía, y hasta las poéticas son indispensables para lubricar las relaciones en nuestro contexto social, donde lo inaceptable es la verdad. Cada vez que digo que mi abuela era una bruja -todo el mundo lo sabía- mamá monta en cólera. Nada más irritante como que a la pregunta -¿cómo estás?- que es sólo una frase bien intencionada para saludar; se nos responda con algo como: Muy mal, las hemorroides no me permiten sentarme, mi mujer me pone los cuernos y apenas ayer tarde, el doctor me informó que tengo cáncer. A un amigo que nos respondiera semejante majadería tendríamos que borrarlo de la agenda. Lo agradecible es que a la cortesía de quien nos pregunta ¿cómo estás?, correspondamos con algo rapidito y poco comprometedor como: "Yo muy bien gracias. ¿Y tú?"

A pregunta falsa, respuesta falsa y alivianado el trámite del saludo, podemos seguir adelante sin que el día se nos venga encima a punta de verdadazos. Y no es que uno pregunte falsamente sino que a quién le importa la vida de un compañero de trabajo, de un vecino o incluso de un pariente, si apenas y podemos con el peso de la nuestra. El arte, el teatro nuestra vida misma suele ser una mentira porque la verdad sería insoportable y además porque "…hay cosas que el hombre teme incluso contarse a sí mismo, y todo hombre decente tiene una cantidad de esas cosas guardadas en su mente" (Fiodor Dostoievski) "Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento", decía Anatole France y es verdad. Salvo los fanáticos que se han engañado a sí mismos con la patraña de que la verdad es buena a toda costa, para el resto -y somos mayoría- la mentira es nuestra verdadera patria. Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, porque nadie votaría por un aspirante a gobernador que basara su campaña en verdades que sólo comparte con su compadre: "Usted no se apure compadre, ahora que gane va a haber pa' todos ¿cómo carajos no?"

Y ahora me contradigo: a pesar de mi aceptación de la mentira como lubricante social, la mentira que han institucionalizado nuestros políticos me provoca una especie de asco. Siempre el mismo gato revolcado, siempre los mismos corruptos en lucha contra la corrupción. Siempre los mismos ladrones en cruzadas contra el hambre. Guácala.

Leído en http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/889418.no-mentiras.html

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