Lo peor que le ha sucedido al Pacto por México es haber nacido cuando el PAN está deshecho y sus líderes han caído en una crisis emocional que raya en la locura.
Es el caso, sin duda, de Gustavo Madero, quien en una reciente entrevista radiofónica dejó al desnudo el crítico estado en el que se encuentra su situación política y su yo interno.
¿De qué se enteró horas o minutos antes el dirigente panista que hablaba como un hombre despechado? Con la voz rota, al borde del llanto, obnubilada la capacidad de análisis por la emoción, parecía querer gritar que la derrota electoral del PAN se convertiría al día siguiente en su funeral político.
¿A quién se lo gritaba? Sin duda al presidente Enrique Peña Nieto: “Mira lo que puedo decir de ti y de tu partido si no permites que ganemos en Baja California o Veracruz. Mira de lo que soy capaz”. Y entonces, el líder panista dejó del lado el “bien común”, el humanismo doctrinario y el escapulario para hablar del “méndigo poder”, de la “estupidez”, de las “pendejadas” y de los déspotas dictadores priistas que “minimizan todas nuestras denuncias electorales”.
“¡Olvídense del Pacto —dijo al terminar—, lo que está en riesgo es el país!” Y ahí, en esa frase, se encuentra exactamente el quid del asunto. Madero ha utilizado el Pacto por México como una cara moneda de negociación política.
Y lo ha utilizado no tanto para defender los intereses de su partido sino los de él mismo. En ese discurso delirante parecía quererle decir a Peña Nieto: “si quieres evitar que llegue a la dirigencia del PAN un calderonista, enemigo acérrimo del Pacto, permite que sigamos gobernando Baja California”.
La desesperación de Madero no podía tener otra causa más que las encuestas que acababa de ver. Radiografía que mostraba la segunda debacle electoral de Acción Nacional, después de haber perdido la Presidencia de la República y de haber caído al tercer lugar a nivel nacional.
Así es que sus palabras eran —a pesar de los insultos— un grito de auxilio: “¡Sálvame, Peña, porque ya veo pasar la carroza fúnebre con mi ataúd”!
A la hora de escribir estas líneas faltaban dos días para las elecciones del domingo 7 de julio. Los resultados eran inciertos pero el entresijo político dejaba ver que, en la balanza del gobierno federal, va a estar presente, tal vez más que nunca, una disyuntiva : ¿qué es más importante: ganar las elecciones o mantener el Pacto?
Aunque el planteamiento puede resultar ofensivo dentro de un sistema democrático que presume de respetar la decisión ciudadana, lo cierto es que la crisis del PAN es tan profunda, que ha comenzado a poner en riesgo los principios esenciales del derecho electoral y el futuro de la gobernabilidad nacional, centrada y concentrada hoy en el Pacto por México.
Si la decisión es privilegiar el Pacto, entonces la pregunta que sigue es obvia: ¿Madero contará con el poder necesario para garantizar que las reformas aprobadas dentro del Pacto también sean aprobadas por las bancadas de Acción Nacional en el Congreso?
Madero no sólo es un hombre en crisis nerviosa, es un político al que ya no lo sostiene nada, ni nadie. Ha sido víctima de varios golpes de Estado dentro de su partido. La decisión de quitarle por la vía jurídica el control de los recursos a quien él designó como coordinador parlamentario en el Senado habla de un chofer que intenta conducir un carro sin motor y sin ruedas.
Dicho de otra manera: la peor negociación que se puede hacer es con alguien que ya no existe.
Leído en http://www.enlagrilla.com/not_detalle.php?id_n=24065
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