martes, 30 de julio de 2013

Leo Zuckermann - Tres ridículas estampas de por qué hay tráfico en el DF

Ahora sí podemos identificar ciertos nudos que estrangulan la circulación. Nudos que son, a final del día, fallas del Estado en su política.


Es un lujo circular por la Ciudad de México durante las vacaciones. Lo increíble es encontrarse, de repente, con tráfico en estas épocas cuando hay menos coches y camiones circulando. ¿A qué se debe? Afortunadamente, de lo que normalmente ocurre en la ciudad, con su caos vial permanente, ahora sí podemos identificar ciertos nudos que estrangulan la circulación. Nudos que son, a final del día, fallas del Estado en su política por mejorar el tránsito vial.
¿A qué me refiero? El otro día me topé con un tráfico intenso para llegar a mi trabajo. El primer nudo que encontré se debía a un camión que circulaba a velocidad lenta, ocupando dos de los tres carriles de la avenida, cuyo propósito era anunciar un condominio. Efectivamente, lo que comenzó con caravanas de tres motos que llevaban anuncios de productos, ahora se ha convertido en una epidemia incontrolable: la publicidad móvil montada en automotores.




El nuevo camión que impedía el flujo vehicular era del tamaño de un trailer. En lugar de llevar publicidad estática, cargaba tres pantallas gigantes de LED con anuncios cambiantes, uno en cada lado del camión, el tercero en la parte trasera. Para proteger las mega televisiones publicitarias, las partes laterales del camión tenían unas enormes gomas de tal suerte que la unidad móvil no cabía en un solo carril. Ergo, invadía uno segundo.
Me parece absolutamente increíble, y esto ya lo he escrito antes, que el Gobierno del DF permita que circulen en esta ciudad camiones de publicidad. Además de contaminar el medio ambiente, producen tráfico. Se trata de una falla del Estado que, en mi opinión, debería prohibir este tipo de tráilers, camionetas o motonetas con anuncios publicitarios. Mínimo los debería regular en cuanto a su tamaño, horarios y rutas permitidas. De lo contrario, continuarán creciendo las flotillas de estos vehículos y sus dimensiones, de tal manera que llegará el día en que los capitalinos no podremos circular porque alguien está  anunciando productos literalmente en medio de la vía pública.
El segundo nudo que me encontré fue el de las eternas obras públicas de esta ciudad. Hace poco, en mi colonia inauguraron un nuevo paso a desnivel que ha sido una verdadera bendición para desatorar el tráfico. La felicidad duró poco porque, con la llegada de las lluvias, el túnel se inundó. Caray: ¿Qué no sabían los constructores y supervisores que en el DF llueve a cántaros y que había que diseñar un túnel con mucha capacidad de desagüe? Al parecer, no.
Se trata de otra falla del Estado: no construir bien las vialidades. Ni siquiera cuando se trata de obras de gran envergadura. Ante el error, luego viene la corrección. Una cuadrilla de trabajadores invadió uno de los dos carriles del túnel por el que circulo, para arreglarlo. La carpeta asfáltica está dañada. Total, que la bendición no duró más de un par de meses sin verse afectada. Hoy el túnel ha perdido 50% de su capacidad debido a las nuevas obras correctivas, lo cual desde luego ha incrementado el tráfico. Espero, por cierto, que la constructora esté asumiendo los costos de la reparación.
El tercer escollo que me encontré fue una vulcanizadora. Resulta que el gobierno capitalino anterior decidió hacer de Constituyentes una vía rápida sin semáforos. Perfecto. El problema es que, a la altura del Panteón de Dolores, siempre existió un mini establecimiento donde reparan llantas. Desde sus inicios, el vulcanizador trabajaba en la banqueta. Ahí llegaban los coches y camiones, se estacionaban y les parchaban los neumáticos. Antes no había problema porque se permitía estacionarse en esta vía pública. Ahora está prohibido. No obstante, el vulcanizador sigue recibiendo a sus clientes y haciendo sus talachas sobre la avenida, lo cual tapa un tercio de la supuesta vía rápida.
Los automovilistas que circulamos por ahí rezamos por que el vulcanizador no tenga clientes para poder circular sin problemas. Se trata, desde luego, de un mal deseo. Y es que el pobre vulcanizador lleva trabajando ahí muchos años. No es justo que el gobierno, de repente, lo afecte en sus ingresos sin indemnizarlo. Lo que hay que hacer con este señor es que la autoridad le compre su local de tal suerte que pueda establecerse en una nueva dirección donde pueda ejercer su oficio sin estorbar a la circulación. Mientras el Estado no lo haga, persistirá otra falla más generadora de tráfico vial.
Twitter: @leozuckermann


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