En medio de la emergencia nacional más grande que haya conocido el país en mucho tiempo, la amenaza de un desbordamiento social ha estado tan latente como las aguas que arrasaron todo a su paso en campos y ciudades de buena parte del país. El nivel de los daños en viviendas, en el campo, en el aparato productivo y en la infraestructura urbana y de comunicaciones, se combinó con una dura y cruel realidad: los mayores daños, como casi siempre ocurre en esta nación desigual, fueron para los sectores más pobres que perdieron todo o casi todo.
Una situación como esa, en un contexto social de agitación como el que ya vivía el país antes de las inundaciones por las lluvias, provocó un peligroso coctel en el que, a la tensión natural que genera una tragedia humana y social de tales dimensiones -más de 139 muertos oficialmente confirmados- se sumó un ambiente social de irritación que amenazaba con agudizar los reclamos y fenómenos sociales que sobrevienen a los desastres naturales.
Todo eso debió de ser leído en el gobierno donde se agudizaron los sensores sociales ante las dimensiones de una catástrofe que rebasó todas las previsiones oficiales y puso en duda el funcionamiento de los protocolos de alerta y protección civil a la población que resultó sorprendida por los fenómenos meteorológicos que confluyeron de manera extraordinaria sobre el territorio nacional. La prueba más evidente de que en el gobierno supieron que lo que seguiría al paso de Ingrid y Manuel sería tan extraordinario como la unión de esas dos tormentas, fue la reacción mostrada por las autoridades federales desde las primeras horas de ocurridas las inundaciones.
La imagen de un Enrique Peña Nieto con el copete mojado y metido en el agua junto con gobernadores y secretarios de su gabinete no hizo sino confirmar que el poder se quería cerrar toda posibilidad de que en las aguas estancadas fermentara el descontento social y se cuestionara a un gobierno lento o insensible ante la tragedia. El fantasma del sismo de 1985, con un presidente tibio como Miguel de la Madrid que fue rebasado por la sociedad en medio del desastre, pareció estar presente en Los Pinos donde, contra toda la lógica de un presidente telegénico y obsesionado con su imagen física, se dejó ver a un mandatario empapado y con el copete aguado.
Vinieron después las cancelaciones de compromisos oficiales internacionales. Si el viaje de Estado a Turquía se había cancelado porque el presidente quería estar presente en la negociación de sus reformas con el Congreso, es decir por razones eminentemente políticas, la decisión de no asistir a Nueva York a la Cumbre de Naciones Unidas y ahora la cancelación del viaje a Singapur obedecen a razones sociales, que aunque también son políticas, tienen más que ver con la decisión que se tomó desde el inicio: mostrar a un gobierno cercano y comprometido con el apoyo a los que necesitan en medio de la tragedia.
Por supuesto que siempre habrá espacios para la crítica en la actuación del gobierno, pero lo que han intentado desde el gobierno federal es reducir esos espacios con una movilización que va desde el presidente y los secretarios y funcionarios del gabinete y que ha obligado también, por consecuencia, a que se movilicen los gobiernos estatales y locales si no quieren ser el blanco de la presión social y mediática.
No fue la primera vez que la administración de Peña Nieto demostró que sabe activar las válvulas de escape ante lo que debe ser una valoración desde el poder sobre el estado de efervescencia social y protestas que vive el país. La decisión de eliminar de la reforma fiscal el aumento al IVA y el gravamen a alimentos y medicinas, fue el primer indicador de que en Los Pinos saben que el tamaño del descontento social no está para experimentar con propuestas o actitudes de gobierno que puedan incrementar la inconformidad en las calles. La reacción ante la tragedia por las lluvias lo confirmó y al político de la imagen más cuidada que se recuerde en México no le importó mojarse el copete.
NOTAS INDISCRETAS…Dice Luis Walton, alcalde de Acapulco que sí activó las alertas a la población sobre las lluvias que amenazaban a Acapulco. La pregunta es si lo hizo desde el lugar donde, acompañado del diputado Ricardo Monreal, veía la pelea de box que tenía lugar en Las Vegas después de rendir su informe de gobierno en medio de la emergencia… Los dados abren con Escalera. La semana promete.
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