Un alemán, un francés, un inglés y un mexicano comentan un cuadro de Adán y Eva en el Paraíso que cuelga atrás de un bartender solícito.
El alemán dice: “Miren que perfección de cuerpos: ella esbelta y espigada; él con ese cuerpo atlético, los músculos perfilados… Deben ser alemanes”. I
nmediatamente, el francés reacciona: ”No lo creo, es obvio el erotismo que se desprende de ambas figuras; ella tan femenina, él tan masculino. Saben que pronto llegará la tentación… Deben ser franceses”.
Moviendo negativamente la cabeza el inglés comenta: “Noten la serenidad de sus rostros, la delicadeza de la pose, la sobriedad del gesto. Sólo pueden ser ingleses”.
Después de unos segundos de contemplación, el mexicano exclama: “No estoy de acuerdo. Miren bien: no tienen ropa, no tienen zapatos, no tienen casa, sólo tienen una pinche manzana para comer, no protestan y todavía creen los muy pendejos que están en el Paraíso. ¡¡¡Esos güeyes a huevo que son mexicanos!!!”.
Es un chiste casi tan viejo como la fábula de Adán y Eva, y la primera vez que lo leí los mexicanos eran egipcios, pero igual podían haber sido del sur de África o de cualquier país latinoamericano. A la hora del recuento de tragedias el reparto es universal.
El tema me vino a la mente luego de leer lo que está sucediendo en Michoacán. Las noticias sobre el ataque orquestado contra las torres eléctricas me llegaron junto a un anuncio turístico que pregonaba “Michoacán, el alma de México”. Paradojas de los algoritmos de la blogosfera que ven en un atentado terrorista la posibilidad de promover viajes de placer a la Meseta Tarasca. O lo que es lo mismo, hambre y desnudez igual a paraíso.
Durante los años ochentas viví cinco años en esta hermosa región, cuando aún se podía pueblear y circular por caminos vecinales. Y en efecto, por historia y geografía Michoacán tiene algo que evoca el espíritu de México. Ninguna entidad posee la enorme variedad de nichos climáticos, desde los llanos pegados al Edomex hasta las playas casi inaccesibles del Pacífico, pasando por los lomeríos de la Ciénega de Chapala, los bosques altos de la Meseta, el infierno de Tierra Caliente, los valles dulces del Bajío.
Quizá por eso preocupa tanto lo que está sucediendo en Michoacán. Si de alguna forma constituye la esencia de la mexicanidad, pues estamos jodidos. El fracaso político, policiaco y militar podría ser el laboratorio de lo que suceda a nivel nacional.
Me explico: Uno podría suponer, y hasta entender aunque nunca justificar, que el narco se hiciera del control de zonas aisladas y muy poco comunicadas en la sierra de la costa como Aquila; o en la región de Tierra Caliente en la cuenca del Tepalcatepec, conocida por su fiereza y poblada con ex presidiarios a principios del siglo pasado. Durante centurias estas regiones han constituido un microcosmos per se gracias a su aislamiento. Lo que desalienta es la manera en que el crimen organizado ha ido tomando el control de otras regiones sin importar que se trate de contextos sociales muy diferentes. Desde poblaciones rancheras muy prósperas y perfectamente comunicadas en el Bajío hasta comunidades purépechas de la meseta que arrastran problemas ancestrales. Hoy el mapa “político” de Michoacán tendría que ser redibujado con caracteres propios de la serie televisiva Juego de Tronos: enormes territorios perdidos y pequeñas zonas liberadas, núcleos urbanos donde la gente vive más o menos atrincherada.
Desde hace tiempo los cárteles escalaron a un estadio superior en la entidad, tienen años aspirando a convertirse en un Estado paralelo: desde las pretensiones de La Familia de convertirse en una especie de Robin Hood capaz de ofrecer justicia allá donde el gobierno ha fallado, hasta el operativo para dejar sin luz a una porción importante de la población. Son actividades que trascendieron hace mucho el cultivo y trasiego de la drogas. Ya no se trata de bandas criminales que corrompen autoridades para que estas les dejen hacer sus negocios ilegales; ahora quieren convertirse ellas mismas en la autoridad. Ahora su principal negocio es la piratería (controlan buena parte de lo que circula en el economía informal: vestido y calzado, películas, aparatos) y la extorsión en todas sus modalidades, secuestro incluido. Una especie de impuesto a todo lo que se mueve bajo su territorio. En muchos pueblos han sustituido a las oficinas municipales para recabar el pago del predial.
El problema de fondo es que tampoco podemos consolarnos creyendo que el caso de Michoacán es resultado del abandono o el descuido. Sobre este territorio fue aplicado uno tras otro los recursos legales e ilegales que el sistema podía ofrecer. En diciembre de 2006 lanzaron miles de soldados a sierras y caminos michoacanos y con intermitencias se siguió haciendo durante el calderonismo. Con algunas variantes, el operativo militar de gran escala se ha repetido en este primer año de gobierno peñanietista. La inteligencia castrense, la infiltración y el espionaje empleados tras el granadazo de la noche del Grito en 2008 no hicieron mella, pese a la sofisticada ayuda norteamericana. El crimen organizado ha resistido, e incluso crecido, pese a los esfuerzos de gobiernos federales panistas y priistas, y de gobiernos estatales perredistas y priistas. La alternancia política, los programas federales y las inversiones han servido poco o nada.
¿Cómo explicar este fracaso y hasta que punto es un anticipo de lo que podría generalizarse en el resto del país?
La respuesta requeriría de otro artículo, pero adelanto una hipótesis. En Michoacán simplemente se está rompiendo el tejido por lo más delgado. Una porción cada vez mayor de la sociedad y la economía mexicana se encuentra en la zona oculta y marginal. Economía informal, piratería, evasión, marginación de leyes y ausencia de estado de derecho. Buena parte del sistema sólo opera para la mitad de la población e incluso esa se encuentra en remisión. La zona sumergida, la mitad de la población que está en la pobreza, el 60% de la PEA que trabaja en la economía informal, el 92% de los crímenes que no se denuncian, etc., conforman el México negro. Y en esta zona debajo de la superficie, la que se está comiendo al México emergido, es el crimen organizado el que tiene mayores posibilidades de convertirse en el verdadero Estado. Lo de Michoacán podría ser un anticipo.
@jorgezepedap
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